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Salma Martínez, 10:27 a.m.

-Te lo juro, Salma, te lo juro por mi vida entera que por más que quiera entenderlo no puedo, ¡No tiene ninguna explicación razonable!- Masculló mi míster-. ¡Siempre es el mismo cuento contigo! ¡Siempre! ¡No puedes estar ni un solo día sin causar problem...!

-Manolo, yo no he sido- insistí interrumpiendolo, estaba demasiado frustrada.

-¡No! ¡Tú no has sido! ¡¿Entonces quién cojones ha sido tan... tan insensato e infantil en provocar un maldito incendio aparte de ti?! Pero no, ¡nunca eres tu! ¡Nunca! ¡Tú nunca haces absolutamente nada! ¡Eres una santa caída del cielo!- Me estaba poniendo nerviosa. Cogio aire-. ¿Sabes mínimamente lo que has hecho, Salma? ¿Sabes lo que has provocado tanto para al club, como la academia como todo el mundo instalado aquí?

Se levantó de la mesa de un golpe brusco. La silla se chocó contra el armario de atrás y un par de hojas cayeron al suelo. No me moví. Yo no había sido.

Me palpitala la sien. Me dolía la cabeza.

-Yo no he sido. No soy tan gilipollas como para provocar un incendio, Manolo. Esto es mi vida, el fútbol es mi vida. Yo no he sido.

-Salma, por favor... Entiendelo, entiéndelo y admite lo que has hecho.

-No voy a admitir algo que no he hecho -sentencié por sexta vez, mirándolo a los ojos. Unos ojos azules que me miraban furioso y penetrantes.

-¿Eso es lo que quieres? -relajó la voz -. Tú lo que quiere, señorita, es acabar conmigo, acabar con todos, ¡acabar con tú futura carrera! ¡Si te interesara lo más mínimo el fútbol te centrarias en lo que debes y dejarías de ser una niña malcriada que hace lo que le de la real gana cada que quiere! ¿Sabes lo qué has conseguido con es gamberrada tuya? Has conseguido que expulsen a mi mejor jugadora, Salma. Has puto destruido tú carrera.

Entonces, lo vi todo rojo.

☆☆☆

Lamine Yamal, 20:40 p.m.

Me quité las botas de los pies nada más entrar al ascensor. Estaba destrozado.

Acabábamos de terminar, a lo mejor, el entrenamiento más duro de toda la temporada, y eso que la temporada no ha hecho nada más que empezar. Necesitaba urgentemente tumbarme y echarme hasta la mañana siguiente.

-Laaamineee Yaaamaaal -vitoreó Héctor mientras entraba al ascensor. Me reí.

Fermín iba detrás de él concentrado en lo que veía en su móvil.

-Qué pasa, hermano. Que tanto miras en el aparato ese -le pregunté mientras apoyaba la espalda en la pared del ascensor. Él levanto la mirada hacia mí.

-Has visto lo que ha pasado en la académica femenina.

Héctor y yo nos miramos desconcentrados. Héctor asomó la cabeza por detrás del hombro del Fermín y miró el móvil.

-Hostias, ¿esto ha pasado hoy? -preguntó Héctor, sorprendido y situándose a lado de Fermín para verlo mejor.

-Ayer por la tarde, dicen que ha sido intencionado y que hay una sospechosa -los dos me miraron inmediatamente.

-Pues hostia, están jodidas.

-¿Qué pasa? ¿Ha habido un tiroteo o qué? -pregunté mientras me arreglaba el pelo mirándome en el espejo del ascensor.

-Que va, bro -me respondió Héctor.

Mis piernas me dolían horrores. Ya empezaban las agujetas.

-Darle al botón, ¿a quién estamos esperando?- me quejé, refiriéndome al botón del ascensor.

-Al Guiu, que no llega aún.

-Pues da igual, darle ya. Que suba por las escaleras.

Fermín se río. Apagó el movil y se lo guardo en la mochila, mientras yo hacía un esfuerzo para estirarme y darle al botón.

Las puertas empezaron a cerrarse y entonces fue cuando vi a Marc, casi correr al ascensor.

-¡Eh, cabrones! ¡No cerréis!- chilló Marc. Nos reímos y lo puerta se cerró. Lo último que se escuchó fue un grito suyo maldiciendo.

-Ahí se queda -dije, deseando llegar ya a mi cama.

Héctor sonrió.

-Las escaleras que le toca subir ahora- se burló Fermín.

-Oye, no. No os burléis de él -vacilé riéndome.

-¡Va o que! Si has sido tú quien le ha cerrado- Se río Héctor. Fermín me metió una colleja mientras se reía.

Las puertas se abrieron y me apresuré en coger mi mochila y las botas del suelo y salir. Salí él último y caminé por los pasillos mientras buscaba la llave en la mochila.

-...pero ahora sí, pregunta seria, ¿qué harán si tienen la academia jodida y todo?- cuestionó Héctor.

Segui buscando mientras lo miraba confuso.

-De que habláis vosotros- pregunté a la vez que abría otro bolsillo. Mierda, no encontraba la llave.

-Tú no te enteras ni del clima, llevamos hablando de lo mismo como hace media hora- me dijo.

-Pero, ¿qué dices? Si hemos salido del entrene hace na' más diez minutos. No inventes, bro- lo vacile.

-Pa' inventar ya estas tu, con las excusas que echas pa saltarte los entrenes, bro- me dio una pequeña palmada en la mejilla que casi esquive.

-Qué excusas, si no he faltado a ninguno esta temporada- ignore por un segundo el dolor y me valance sobre el para pegarle una colleja.

-Pues normal, Lamine, si es el tercer entrene que hacemos esta temporada, que más quieres...

-¡No me jodas!- Giramos los dos casi al mismo tiempo la cabeza, para ver a Fermín con una mano en la cabeza, con cara de haber visto un unicornio con cabeza de dinosaurio y cuerpo de tiburón, mientras que en la otra mano cogía el móvil, que es lo que miraba sorprendido.

Héctor y yo nos miramos y nos empezamos a reír.

-"Salma Martínez, jugadora promesa de la cantera de Fc Barcelona femenino es la sospechosa número uno del incendio provocado intencionalmente la pasada mañana...-comenzó leyendo Fermín, ¿de qué era que me sonaba ese nombre?- Esto podría llevarla a una gran sanción que la arruinaría tanto a ella como el deseo de seguir su sueño de convertirse en un futuro en futbolista profesional o ser definitivamente expulsada de cualquier juego olímpico, aparte del gran deuda que tendría..."

¿Salma Martínez? ¿Quién era Salm...?

Imposible.




¡No olvides dejar tu estrellita!
☆☆☆

𝟑𝟎𝟒 • 𝕷𝖆𝖒𝖎𝖓𝖊 𝖄𝖆𝖒𝖆𝖑Donde viven las historias. Descúbrelo ahora