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Maratón 1/2

Lamine Yamal, 20:39 p.m.

La música retumbaba en mis auriculares mientras mis pensamientos divagaban sin rumbo fijo.

Tus celos
No sé si tienes miedo
Buscando pelea por la culpa de tus celo'
Mi mundo se calla por aparecer de nuevo
Tú dime que me ama' y te lo juro que me quedo

Sentado en las gradas del campo de entrenamiento, el mundo a mi alrededor se desvanecía en una mezcla de sonidos y reflexiones incoherentes.

Ahí estaba yo, con la misma pregunta desde el primer minuto del día. ¿Qué cojones había cambiado entre nosotros?

Me encontraba sumergido en una especie de trance, pensando en todo y en nada, atrapado en una marea de ideas abstractas que oscilaban entre lo trivial y lo profundo.

Media luna
Tus ojos ciérralo'
El miedo, entiérralo
Yo sé que sin darnos cuenta
Esto escaló, ¿y pa' que negarlo?
Si tú también sentiste mariposas en tu ombligo
La noche aquella en la que nos unió el destino
Si es pa' siempre, ¿dónde firmo?
Aunque esto no lo aguanta un papel

Pensaba en el todo y en el nada al mismo tiempo: en cómo el lunes y el domingo, tan diferentes entre sí, estaban tan cerca y a la vez tan lejos, en por qué el agua era líquido y el humo gaseoso, en el verano y el invierno, en la izquierda y la derecha.

 Era como si mi mente se hubiera convertido en un laberinto de pensamientos sin salida. 

Pero en el centro de todo ese caos mental, entre todas esas divagaciones, siempre había un punto de referencia inquebrantable, una constante: Salma.

Como aquella estrella que siempre es la que más resalta entre todo el cielo en la distancia.

Era imposible no pensar en ella.

Lo que tiene
Otro día echándote de meno'
Porque de tu' beso' ya no puedo olvidarme
Y aunque no te diga mucho que te quiero
S

abe' que no duermo sin primero pensarte
Y yo sé que a vece' no soy sincero
Pero, mami chula, no quiero lastimarte
Sabe que lo nuestro es verdadero

 Toda ella era como una melodía pegajosa que no podía quitarme de la cabeza, Salma se infiltraba en cada recoveco de mis pensamientos, sin importar cuánto intentara distraerme.

 Era como un latido constante, un recordatorio perpetuo de lo que realmente importaba en mi vida.

Y, claramente, entre todos esos mareos, siempre aparecía ella. 

MI estrellita.

Me intrigaba cómo la distancia entre nosotros se asemejaba a la del lunes y el domingo; siempre parecía que cuando estábamos a punto de encontrarnos, algo nos alejaba de nuevo, dejando una distancia que parecía insuperable. 

Salma era como intentar atrapar humo con las manos, siempre escurridizo, siempre fuera de alcance. 

Y yo, con mi eterna confusión, no tenía idea de qué camino seguir entre la izquierda o derecha para llegar a su corazón.

Lo que sí sabía con certeza era que Salma era mi todo. 

Sin ella, me sentía vacío, incompleto. 

𝟑𝟎𝟒 • 𝕷𝖆𝖒𝖎𝖓𝖊 𝖄𝖆𝖒𝖆𝖑Donde viven las historias. Descúbrelo ahora