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Salma Martínez, 14:49 p.m

Lamine: te has escapado (visto)

Volteé el móvil, leí el mensaje en el panel de notificaciones y volví a voltear el móvil.

Yo no me he escapado, mentiroso.

Todos mienten. Todo iguales

Lamine: se que estás ahí
                  no me dejes en visto y respóndeme

Ay, wijoputa

Lamine: porfis

Le di sin querer a dejar en visto.

Lamine: estás leyendo mis mensajes desd las notis
                  no soy tontito eh, estrellita

Menos razones me das para contestarte.

Pero los mensajes aparecían uno tras otro en mi pantalla, encendiendo la luz de notificación con cada vibración.

Lamine: te acuerdas d q tu puerta está enfrente de la mía?
                  o voy o me das razones para ir más tarde
                   porque ir, voy a ir eh

Volteé el móvil. Ahora no podía decir que las estaba leyendo, pero mi móvil volvió a vibrar. Le di la vuelta.

Lamine: he visto a maya salir de la masía 
                  estás sola en tu habitación y YO SE que estás en ella

Pues fuera que te vas a quedar, precioso. 

Encima acosador.

Lamine: me contestas plis?

Sostuve el móvil en la mano, mis dedos rozando la pantalla como si estuviera considerando contestar, pero me detuve.

 El miedo al rechazo, a que las cosas no salieran como quería, me impidió desbloquear el móvil y escribirle.

Pero la necesidad de acercarse a él estaba ahí, latente.

Apretó los labios y dejó escapar un suspiro frustrado.

No.

Lamine: bro ni a mi madre le suplico tanto
                  porfis estrellita

Era como si cada vez que lo veía, un torbellino se desatara en mi interior. Y hoy...

El miedo persistía. Y con él, la necesidad de distanciarme para no darle cabida a los sentimientos que tanto me asustaban.

La opción más fácil era evitarlo a toda costa.

Lamine: ok, TU único e inigualable y espero que primero y ÚLTIMO va caminado a tu querida y preciosa hoguera
                  si me haces el favor de dejar de hibernar por un ratico te lo agradecería millones

¿Cómo sabe lo que estaba pensando?

Recorrí toda la habitación con la mirada rápidamente. ¿No tendrá cámaras?

Y entonces, en ese mismo momento, escuché dos voces conocidas provenientes del pasillo. Una voz riéndose a carcajadas y la otra, hablando. Héctor y Lamine.

Héctor se reía, nada de otro mundo y Lamine era quién hablaba, que decía algo que no pude entender claramente.

Me quedé quieta en la silla de escritorio, para intentar escuchar mejor, mi corazón acelerándose mientras escuchaba el altibajo de sus voces: a veces más cerca, a veces lejos.

Hasta que de repente, hubo un portazo y la voz de Héctor desapareció.

El ruido resonó por el pasillo, y después, solo se escuchó el silencio.

Giré un poco la silla, mirando hacía la puerta, con el móvil en la mano.

¿Qué están haciendo estos locos ahora? 

Me mordí el labio, curiosa. 

El móvil volvió a vibrar en mi mano. Un nuevo mensaje de Lamine apareció en la pantalla:

Quién si no

𝟑𝟎𝟒 • 𝕷𝖆𝖒𝖎𝖓𝖊 𝖄𝖆𝖒𝖆𝖑Donde viven las historias. Descúbrelo ahora