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Lamine Yamal, 19:31 p.m.

Empecé a caminar de regreso a la Masía con Héctor a mi lado, sin poder evitar sentir una mezcla de emociones.

-¿Qué tal tu "primera cita"? -preguntó Héctor, tratando de alivianar el ambiente con su tono habitual de burla, mientras me pasaba un brazo por encima de los hombros.

-No fue ningún cita, gilipollas -respondí de inmediato, pero sin mucha convicción.

Héctor levantó una ceja, esperando que continuara. Lo aparte de mi de un empujón.

-Claro, claro, como tu digas, pero entonces ¿qué fue? -insistió, curiosamente.

Suspiré, sintiendo que necesitaba desahogarme.

-No sé, hermano. No me marees.

-¿Qué ha pasado con ella?

-Na'.

-Va, cuéntame, bro.

Suspiré profundamente, si tiendo la necesidad de desahogarme.

-No sé, Héctor. No quiero desconcentrame de mi sueño de debutar, pero ella no sale de mi cabeza. No sé que me pasa. Ni siquiera he creído nunca en que la estupidez del amor exista -confesé, más para mí mismo que para Héctor.

Héctor me escuchó atentamente y asintió, supongo que comprendiendo la lucha interna que estaba viviendo.

-Te entiendo perfectamente, hermano. Pero tienes que mantener los pies en la tierra. Si es algo real, no desaparecerá por darle un poco de espacio y tiempo.

Héctor, aparte de ser mi mejor amigo desde mis primeros días que empecé en la Masía, también era como un hermano para mil mi confidente.

Y aunque unas mujeres no lo vean, nosotros también necesitamos alguien de confianza para desahogarnos.

Entramos juntos a La Masia, y justo ahí, esperando en el vestíbulo, estaba Víctor, como predijo Héctor.

Nos miró con el ceño fruncido.

Héctor y yo compartimos una última mirada antes de que él se alejara, deseándome suerte.

-Te espero fuera -dijo Héctor, dejándome solo frente a Víctor.

Me acerqué a mi entrenador, sintiendo la tensión en el aire. Víctor me miró con severidad y empezó a reñirme por mi reciente conducta.

-Lamine, ¿qué está pasando contigo últimamente? -preguntó Víctor, su tono severo.

-No sé de qué está hablando, míster -respondí, intentando parecer inocente.

-¿No sabes de lo qué estoy hablando?- Negué con la cabeza (spoiler, sí que sabía de que estaba hablando) -Te has saltado entrenamientos, llegas tarde, y faltas a reuniones. ¿Eso te suena? -continuó, sin darme tregua.

Intenté interrumpir, defendiendo mi caso.

-No me he saltado ningún entrenamiento esta temporada-protesté.

Víctor no se dejó impresionar.

-¿Y el entrenamiento de la semana pasada qué? Llegaste tarde y apenas participaste -me recordó.

Me quedé callado, sin saber que decir sin que Víctor se cabrear más. Mi míster continuó.

-¿Tú crees que esa conducta es normal? ¿Tu crees que vas a llegar tan lejos con tu comportamiento? No vas a conseguir nada si sigues así, si sigues pasando de todo olímpicamente. Los deportistas, los futbolistas que están donde están es porque han pasado un camino con esfuerzo, con disciplina- me miró a los ojos y cogió aire-. Lamine, tú con lo que eres podrías y seguro serás uno de los mejores futbolistas en un futuro, pero para eso se necesita disciplina y responsabilidad.

Asentí, porque no sabía que más hacer o decir.

Su tono se volvió más suave, pero igualmente serio.

-Lamine, ¿qué tienes con esa chica?

Lo miré, confuso.

-¿Qué chica? -respondí, aunque sabía a quién se refería.

-Salma, creo que se llama -dijo Víctor, con una mirada que parecía atravesarme-. ¿Estás saliendo con ella?

Negué rápidamente, sintiéndome atrapado.

-No, no tengo nada con ella. Apenas la conozco.

Víctor me miró fijamente, como si estuviera evaluando cada palabra que decía.

-¿Es ella el motivo de tanta distracción? -preguntó-. ¿Te estás saltando los entrenamientos para verla?

Negué de nuevo, tratando de mantener la calma.

-No, mada que ver. La acabo de conocer, no tiene nada que ver con mis entrenamientos -expliqué, sintiendo la presión.

Víctor suspiró y se pasó una mano por el cabello, como si estuviera pensando en cómo abordar la situación.

-Mira, Lamine -dijo finalmente, con una voz más comprensiva-, sé que es difícil mantener el equilibrio entre tu vida personal y tu carrera. Pero si realmente quieres conseguir tu sueño, tienes que mantener la cabeza centrada. No puedes dejarte distraer fácilmente, sobre todo si se trata de mujeres.

¿Pero qué se está inventando este ahora?

Me quedé en silencio un momento, sintiendo el peso de sus palabras.

Sabia que tenia razón, pero yo y Salma no teníamos nada ni tendríamos jamás. Pero lo que pensaba que sentia por ella no era algo que pudiera simplemente ignorar.

-Vale, intentaré tener más disciplina, pero no tengo nada con Salma -dije finalmente, asintiendo.

Víctor asintió, pareciendo satisfecho con mi respuesta pero to solo me había echo más lío en la cabeza.

-Eso es lo que quiero escuchar. Ahora, ve y prepárate para el entrenamiento de mañana. Quiero ver al Lamine enfocado y listo para brillar -concluyó Víctor.

Salí de la oficina de Víctor, todacia más liado.

Héctor estaba esperando afuera, y me acerqué a él.

-¿Y bien? -preguntó, curioso.

-Nada grave. Solo queria darme una charla rara de las suyas para ponerme en mi lugar -respondí, intentando sonar más relajado de lo que realmente me sentía.

Héctor asintió y me dio una palmada en la espalda.

-Sabes, Lamine, las cosas se resolverán. Solo tienes que encontrar el equilibrio.

-¿Que hablas tú?-dije, sonriendo levemente.

-Que te calles. Por una vez que intento ser comprensivo contigo.

Caminamos juntos hacia nuestros dormitorios.

Habian pasado tantas cosas en un solo día que aún no podía procesarlo todo...

-Estoy reventado de pies a cabeza- admití cuando salimos del ascensor para caminar juntos por el pasillo.

Mis sueños y mi carrera estaban en juego, y aunque lo que sentía por Salma era cada vez más fuerte, no me veía preparado para ella.

-Venga, hasta mañana, tete- se despidió Héctor de mi, cuando llegue a mi habitacion.

-Hasta mañana, mañaco.

Me acosté esa noche pensando en todo lo que había pasado.

Sabía que el camino no sería fácil.

Al final, solo el tiempo diría si lo que sentía por Salma era lo suficientemente fuerte para resistir la prueba del tiempo y las dificultades.

Por ahora, tenía que concentrarme en mi sueño y asegurarme de que nada me desviara del camino.







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𝟑𝟎𝟒 • 𝕷𝖆𝖒𝖎𝖓𝖊 𝖄𝖆𝖒𝖆𝖑Donde viven las historias. Descúbrelo ahora