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Lamine Yamal, 15:17 p.m.

Estaba sentado en la terraza de La Masia, intentando disfrutar del aire fresco en la sombra.

Estaba con Héctor y Marc Guiu. Faemín y yo habíamos vuelto poco antes después de haber ido a la cafetería de siempre y almorzar en el coche.

-¿Qué creéis que será esa reunión? -preguntó Héctor, rompiendo el silencio.

-Ni idea, pero debe ser importante si nos han convocado a todos -respondió Marc, encogiéndose de hombros.

Aunque participaba en la conversación, mi mente estaba en otro lugar.

Salma.

Desde que la vi por primera vez, en la final de LaLiga contra el Betis, algo en ella había captado mi atención. Era una jugadora increíble, a pesar de ser subestimada por muchos simplemente por ser mujer.

Su pasión y determinación en el campo eran inspiradoras.

-Lamine, ¿tú qué piensas? -preguntó Héctor, dándome un codazo.

-¿Eh? Oh, sí, claro. Será algo importante -dije, tratando de volver al presente.

Marc y Héctor se rieron, notando mi distracción.

-Venga, Lamine, se nota que tienes la cabeza en otro lado. ¿En quién estás pensando? -bromeó Marc.

Le dediqué una mueca molesto.

-Es... es tu madre. No pueso dejar de pensar en ella.

Hétor levantó una ceja, divertido.

-No recuerdo que mi madre sea jugadora de la Masía, ¿cómo era que se llamaba? ¿Salma?

¿Qué cojones?

-¿Qué fumas, hermano? ¿Quién te mete esas mierdas en la mini cabeza que tienes? Visita un médico porque no sabes ni lo que dices.

Marc sonrió ampliamente.

-Vaya, parece que nuestro Lamine se ha enamorado- me desafió con la mirada-. Fermín puede que me haya contado tu encuentrazo con nuestra futura cuñada- miró a Héctor.

-Más enamorado estoy de tu madre. Que Fermín se habrá inventado cosas pero yo con Salma no tengo nada y no me marees más, bro.

-¿Sabes que se te ha iluminado la mirada cuando la has nombrado?- ¿En serio?

¿Se me ha iluminado la...?

Héctor me dio una palmadita en el hombro.

-Ya puedes presentármela. Le tengo que dar un par de consejos para soportar a... lo que sea que seas tú, rarito.

☆☆☆

Salma Martínez, 16:02 p.m.

Cuando Maya y yo llegamos a La Masia masculina, la recepción estaba llena de las jugadoras convocadas.

Nos unimos al grupo, sintiendo una mezcla de nerviosismo y emoción.

-¡Mira, Salma, hay un sillón libre! -dijo Maya, señalando el único asiento disponible.

-Corre antes de que nos lo quiten -respondí, caminando hacia el sillón.

Ambas llegamos al mismo tiempo y nos peleamos por el lugar.

Esto ya era más que personal.

-¡Es mío! -dijo Maya, empujándome como si de defender al atacante rival se tratará.

𝟑𝟎𝟒 • 𝕷𝖆𝖒𝖎𝖓𝖊 𝖄𝖆𝖒𝖆𝖑Donde viven las historias. Descúbrelo ahora