Salma Martínez, 09:46 a.m.
Miré a mi alrededor.
No era tan diferente cono la academia femenina, pero si que era muchísimo más grande. La recepción era prácticamente casi el como nuestro comedor.
-La boca cerrada. Solo ábrela cuando te indique hacerlo -indicó por cuarta vez mi míster-. Que yo tolere tus tonterías no significa que otras pobres personas que solo intentan hacer su trabajo también deban hacerlo. La junta directiva no tolerará ningún vacile de los tuyos y tienes que sonar segura. Hay que convencerlos de que tu no eres la culpable.
-Realidades como templos.
-¿Qué? Ya te he dicho que no quiero ningún comentario sin sentido una vez entremos aquí dentro. Silencio hasta que yo lo indique.
Asentí con la cabeza.
Acababa de comenzar la temporada y ya estaba metida en conflictos. No me gustaba hablar con la junta directiva. Son muy serios.
-¿Por qué tenemos que venir nosotros a las Masía masculina?- pregunté mientras jugeteaba con la funda del móvil.
-No recuerdo haberte indicado que hablaras, peromrespondiendo a ti pregunta, a lo mejor será porque ¡has quemado completamente toda la Masía femenina!- Desde los grandes ventanales pasaban rayos de sol que reflejaban en la cabeza calva de Manolo, y por más que quisiera aguantarme la risa, no pude.
-Manolo... insisto, yo no he sido- dije una vez recupere el aliento-. Deberías saberlo, puedo ser muchas cosas pero mentirosa es lo último. Ya lo sabes, odio las mentiras.
Su mirada fue fulminante, parecía que se quería tirar sobre mi, pero algo detrás de mí llamó toda su atención.
Su cara se relajó, y intento esbozar una sonrisa que me dieron ganas de reír otra vez.
-Manolo, estira un poco más los labios, que así no se sonríe- me reí.
Y ahí estaba, otra vez esa mirada fulminante que solo duró menos de un microsegundo. Ni siquiera me giré cuando el dio un paso hacia un lado y luego hacia delante. Para luego dar continuos pasos.
No me gire en ningún momento. Me apoyé sobre el mostrador en el cual llevábamos esperando como media hora a que llegue una personas importante que segun Malono podría ayudarnos a convencer a la junta directiva.
Tampoco me gire cuando escuche a Manolo saludar a alguien, o a dos o tres personas.
Desbloquee el móvil con mi cara y me dedique a contestar mensajes. Hice el BeReal pero ni siquiera me fije en cómo salio.
Escuche mi nombre. Una, dos, tres veces a lo mejor. Pero cuando escuche la cuarta fue con esa voz frustrada que tanto le gustaba a Manolo.
Me giré y caminé hacia el sin quitar la mirada el móvil.
-Mierda, Salma. ¿En qué se suponia en que habíamos quedado? Dios, Salma, por favor. Estoy intentando salvar tu carrera. ¡Tú! Carrera.
Y ahí estaba ese pálpito en la sien.
-Manolo, no grites. Me duele la cabeza. Y tranquilo, yo lo tengo todo bajo control.
-Guarda el móvil. Ahora.
Puse los ojos en blanco.
Mire hacia quienes posteriormente Manolo saludaba.
Me quede inmóvil. Solo... no me lo esperaba. Delante de mi estaban Lamine yamal y Pau Cubarsí. Sonreí y cambié el movil de mano para tenderle una mano primero al famoso Lamine Yamal.
Wow, es incluso más guapo en persona.
Él sonrió. Se guardo el móvil en el pantalón de chándal del FC Barcelona y sonrió mirándome a los ojos. Me devolvió la mano y la estrechó.
Apestaba a perfume bueno.
Un escalofrío trepó por mi columna ante su tacto.
-Soy Salma Martínez, encantada -saludé.
Siendo sincera, había pasado casi menos de una semana desde el incendio y las acusaciones falsas sobre mi, pero un así era consciente de que ahora era más popular por la noticia falsa que por mi juego.
Alzó las cejas y abrió ligeramente los ojos. Sonreí.
Miré al chico que tenía detrás. Pau Cubarsí. Le tendí también una mano y él la estrecho.
-Ellos son jugadores brillantes de la cant...- empezó Manolo.
-Sé quienes son. -Ni siquiera los miré pero sentí sus ojos sobre mi- Ellos también saben quién soy.
Mis ojos volaron por si solo a Lamine.
-Sí, ahora que lo dices, te he visto jugar.- Su voz ronca y suave perforó cada uno de mi poros. Volví a sentir aquel escalofrío- Se podría decir que sabes manejar una pelota incluso mejor que algunos de mis compañeros.
Pum, pum.
¿Ese era mi corazón?
-Eres la que marcó el doblete en la final de la liga contra el Betis, ¿verdad?- Pau se hizo notar.
Empece a asentir pero Manolo se apresuró intervenir.
-Bueno, chicos. Ha sido un placer conoceros, pero nos tenemos -me miró significativamente- que retirar ya. Ha llegado la persona a la que estábamos esperando. Tener un buen día.
Me cogio por los hombros y me dio media vuelta. Allí, casi a menos de dos metros habia un hombre que me sonaba de algo caminando hacia nosotros.
-Manolo -saludó, sin quitarme el ojo de encima. Pero me importaba poco.
Sabia que Lamine y Pau seguían detrás de nosotros, pues el olor a perfume permanecía ahí. Cerca. Fuerte. Delicioso.
-Y tú debes ser Salma -asintió con la cabeza a modo de saludo-. Yo soy Víctor entrenador del grupo B de la masía- su mirada voló hacia atrás. Entrecerré los ojos-. Vosotros dos, ¿por qué no estás en el campo con los demás?
Lamine titubeó.
-Míster, es que... Habla tú, hermano, que eres más responsable -se río Lamine, refiriéndose a Cubarsí.
-Pero, ¿qué dices tú, payaso?- murmuró Cubarsí, Víctor carraspeó.
-Estaban hablando conmigo -aclaró mi míster.
Víctor asintió.
-Al entrenamiento. Ahora -mandó Víctor a los dos cadetes. Ambos asistieron y se retiraron entre risas y burlas. Salma.
-¿Cómo que payaso?... Vaya personaje eres...- Aquello fue lo último que se escuchó de ellos dos hasta que giraron la esquina.
Hasta que no vi desaparecer a Lamine por completo, no me di cuenta de que me había quedado embobada mirándolo. Mierda.
Víctor volvió a carraspear. Cruzo las manos y sonrió.
-Volviendo al tema inicial, Salma. Tengo noticias extraordinarias para ti.
¡No olvides dejar tu estrellita!
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𝟑𝟎𝟒 • 𝕷𝖆𝖒𝖎𝖓𝖊 𝖄𝖆𝖒𝖆𝖑
Romanceℑ𝔫𝔠𝔩𝔲𝔰𝔬 𝔩𝔬𝔰 𝔮𝔲𝔢 𝔡𝔦𝔠𝔢𝔫 𝔮𝔲𝔢 𝔫𝔬 𝔭𝔲𝔢𝔡𝔢𝔰 𝔥𝔞𝔠𝔢𝔯 𝔫𝔞𝔡𝔞 𝔭𝔞𝔯𝔞 𝔠𝔞𝔪𝔟𝔦𝔞𝔯 𝔱𝔲 𝔡𝔢𝔰𝔱𝔦𝔫𝔬, 𝔪𝔦𝔯𝔞𝔫 𝔞𝔩 𝔠𝔯𝔲𝔷𝔞𝔯 𝔩𝔞 𝔠𝔞𝔩𝔩𝔢. 𝔖𝔱𝔢𝔭𝔥𝔢𝔫 ℌ𝔞𝔴𝔨𝔦𝔫𝔤.