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Lamine Yamal, 18:27 p.m.

Observé como la chica rubia rizada repasaba a Salma de arriba abajo con expresión de desprecio.

Aquella chica no me daba nada de buena espina.

Sy actitud, su forma de mirar a las demás personas como si fueran menos, y como se dirige a ellas... todo ella gritaba problemas.

Decidí que era hora de intervenir.

No iba a dejar que alguien así la intimidara, por más difícil que fuera intimidar a Salma.

Aprovechando la distracción, me acerqué un poco más a Salma, pero respetando bastante el espacio, y coloqué mi mano en su espalda.

Sentí que se sobresaltaba un poco, pero cuando me giré para mirarla, le aparté un mechón de pelo de la cara.

-¿Todo bien? -le pregunté suavemente, aunque sabía la respuesta.

Tardó unos segundos en responder, pero finalmente asintió.

Bajé mi mano lentamente, acariciándole la espalda hasta posarla en su cintura, acercándola un poco más a mí.

Me incliné hacia ella y, casi disfrutando mi cercanía a su mejilla, le susurré al oído:

-Si tienes algún problema con ella, dímelo.

Negó con la cabeza, pero yo sabía que no era fácil.

Solo podía centrarme en lo cerca que estábamos.

Asentí y, sin pensarlo demasiado, rocé mis labios delicadamente en su mejilla.

Nos miramos a los ojos.

Y por un momento, fue como si solo existiéramos nosotros dos en el mundo.

De repente, el sonido de pasos fuertes alejandose nos sacó de nuestro momento. Giré la cabeza y vi a Noah alejándose furiosa.

Tanto Salma como yo soltamos una risa nerviosa, disfrutando de nuestra pequeña victoria.

-Creo que le has dado una buena lección -dijo Salma, aún riendo.

Lección.

-Bueno, alguien tenía que hacerlo -respondí, encogiéndome de hombros.

Nos quedamos en silencio por un momento, disfrutando de la compañía del otro. Finalmente, rompí el silencio.

-¿Seguimos con nuestro paseo? -pregunté, esperando que dijera que sí.

-Va, vamos -respondió ella, sonriendo y con un rubor no muy visible en sus mejillas.

Caminamos juntos, el aire fresco de la tarde nos envolvía y hacía que todo se sintiera más ligero.

La conversación fluía naturalmente entre nosotros, pasando de temas triviales a cosas más personales sin esfuerzo.

-Entonces, ¿siempre has jugado de delantero? -preguntó Salma, curiosa.

𝟑𝟎𝟒 • 𝕷𝖆𝖒𝖎𝖓𝖊 𝖄𝖆𝖒𝖆𝖑Donde viven las historias. Descúbrelo ahora