Capítulo 08

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No le gustaba pelear, le gustaba que hablaran de él por las carreras que ganaba, por su desempeño en pista, no porque un hombre guapo lo había defendido, no porque un mal perdedor lo había confrontado, le gustaba la atención, claramente sí, pero no de ese modo.

De cualquier forma luego de librar la pequeña celebración por otra carrera ganada, era momento de volver a casa. Ya iban a dar las 2:30 de la mañana, era un buen momento para retirarse y dormir un poco antes de que tuviera que confrontar sus responsabilidades al salir el sol.

—Ah, Diablos.— Cierto, había un tipo rubio que estaba olvidando y luego de ubicarlo rápidamente entre la gente que ya se retiraba, se acercó a él —Así que... Eso es lo que hacen los guardias. Evitar que alguien me rompa la cara ¿No?— Se había llevado las manos detrás de la espalda colocándose a un lado de Max.

—Es mi trabajo, señor.— El rubio se alejó un poco de él y observó cómo poco a poco el lugar se vaciaba.

—No me digas "Señor", no soy mi papá. Solo dime Checo.— Y a decir verdad, estaba un poco nervioso, o quizá era el frío de la noche.

—¿Me lo está ordenando?— El rubio miró al más bajo y recibió una afirmación con la cabeza ¿Sus ojos café siempre brillaban así? —Correcto, Checo.

Una sonrisita apareció en el rostro del pecoso y devolvió la mirada al frente.
—Gracias. Sé que es tu trabajo, pero eso pudo ser un problema.— Volvió a observar a Max, pero este solo le respondió con un sonido mientras seguía observando el entorno —Tú no hablas mucho ¿Verdad?

—No.

—Hmm...— Volvió a llevar su mirada al frente —¿Quieres ir al auto? No pretendes regresar a casa caminando ¿Verdad?— Max negó con la cabeza —Anda, si vamos a estar en esto juntos, hay que pretender llevarnos bien.— Y le regaló otra sonrisa, esta vez fue solo una fina línea en sus labios, pero tenía una especie de brillo en su rostro, como alguien que realmente parecía inocente.

Sergio se adelantó y Max fue tras él hasta el auto. Obviamente el pecoso fue el conductor, y cuando el rubio quiso dirigirse a los asientos traseros, la negación rotunda apareció con el argumento de Sergio de que no sería chofer de nadie.
Ambos se fueron y la velocidad del auto era ligeramente baja, Sergio no hablaba, solo observaba eventualmente al rubio con ayuda de los espejos y este permanecía quieto y con la mirada al frente.

—Lamento haber dicho lo de cogerte, por lo general no soy así.— La mirada del pecoso se mantenía en la carretera.

—No hay problema. Entiendo que fue por la situación.— Max era rígido, serio, casi parecía una roca sólida, como un castillo impenetrable y los recuerdos de Sergio le empezaban a molestar, era igual que Carlos y le fastidiaban las personas así.

—Sí, creo que sí.— El pulgar inquieto apareció en una de las manos del más joven mientras apretaban el volante, estaba inquieto, molesto.

Max era un empleado, tenían unas horas de haberse conocido y no se suponía que siquiera se llevaran bien porque el trabajo del rubio era estorbarle la vida, pero aún así él había accedido a negociar cuando pudo haber terminado las cosas de golpe con ayuda de ese físico suyo.
Por primera vez en mucho tiempo, Sergio no sabía qué decir, así que todo el camino de regreso fue silencioso y para el pecoso se volvió lo más incómodo del mundo.

Al llegar a casa se encargó de estacionar a Fito y revisar que todo estuviera en orden. Podría estar incómodo pero todavía se sentía hambriento, así que su siguiente destino era la cocina.

—¿No cenas?— Max se había separado apenas unos pasos con rumbo a su habitación mientras Sergio iba a buscar la cena —Diana hizo suficiente para ambos.

—No, señor...

—Checo.

—Checo. No acostumbro comer por las noches, mucho menos ahora que es tan avanzada la hora.

El más bajo observaba a Max. El hombre era guapo, quizá no de una forma convencional respecto a su rostro, pero definitivamente tenía algo que lo hacía lucir tremendamente atractivo, quizá eran sus ojos, lo filoso de su mandíbula y pómulos, o tal vez la inesperada forma de sus labios. Ni hablar de su cuerpo, parecía que fácilmente podría romper cualquier cosa por la mitad.
Así que en cuanto se vio sorprendido de observar demasiado, dirigió la mirada en cualquier otra dirección.

—¿Y si pasa algo peligroso mientras como?— El holandés ladeó ligeramente la cabeza en gesto de confusión —Podría ahogarme con algo. Moriría de una forma estúpida pero se supone que tu trabajo es evitar que pase y así.— Los ojos del pecoso se dirigieron a los de Max como si de un niño haciendo una travesura se tratara.

El rubio no contestó, simplemente se adelantó a la cocina y Sergio fue tras él festejando mentalmente su victoria.
Una vez ahí, se sirvió un poco de la sopa de verduras que Diana había dejado lista para comer y sin preguntar, también tuvo listo otro plato para Max, mismo que le ofreció al ponérselo enfrente.

—Noté que no has comido nada desde que llegaste y eso fue hace muchas horas. Come, esta sí es una orden.— Acercó uno de los banquitos a la isla de la cocina para sentarse frente a Max, quien hizo lo mismo —Gracias por dejarme correr. No sé qué te motivó, pero gracias.— Otra sonrisa extendiendo los labios en una línea y tomó una primera cucharada.

—Es más complicado controlar los impulsos que las rutinas.

El pecoso ya no supo qué contestar, de algún modo no sintió adecuado iniciar una discusión porque tampoco había nada qué discutir. Estaba de acuerdo, sería más difícil ir contra la corriente que aprender a vadear en ella. Max era un tipo listo y eso le gustaba pero a la vez era irritante. No sería fácil dejarlo en casa cada noche.

El resto de la cena transcurrió en silencio. Eventualmente Sergio revisaba su teléfono y respondía mensajes o dejaba comentarios en redes sociales. Había sido un primer acercamiento sutil pero quizá algo productivo.

Corruption | ChestappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora