Sergio respiraba con dificultad y mantenía sus alarmas encendidas. Observaba la puerta a unos pasos de él, si corría tal vez llegaría antes de que Max lo alcanzara, pero definitivamente ya no se quedaría a esperar que algo más pasara. Sin embargo, la voz ronca del rubio atrajo su atención.
—Ma... ¿Max?— Preguntó en un susurro, todavía no estaba seguro de que las cosas estuvieran en orden.
—Perdóneme, Checo.— El rubio intentó acercarse pero por obviedad, el pecoso retrocedió un par de pasos hasta toparse con la pared otra vez. Esta reacción hizo que el neerlandés levantara un poco las manos para calmarlo y darle a entender que no le haría daño —Solo quiero revisar que todo esté bien.
Sergio estaba rígido pero consideró que no se trataba de la misma situación de hace un instante, así que, aunque con temor, le permitió acercarse.
Max fue sutil, simplemente acomodó los cabellos del mexicano y revisó superficialmente para estar seguro de no haberlo herido, tuvo que encender la luz para revisar adecuadamente y notó la piel de su cuello enrojecida. Le había hecho daño, ni siquiera lo recordaba, pero las pruebas estaban ahí. Max cerró los ojos fastidiado y suspiró, no estaba cansado de Checo, estaba cansado de sí mismo y de su incompetencia.
Por su parte, Sergio pareció ver un fantasma. Las cicatrices que había logrado identificar hace un momento en el cuerpo del rubio, eran solo algunas de las muchas que tenía por todos lados, su pecho estaba lleno de ellas, su abdomen y cintura, ni hablar de sus brazos hasta las muñecas, era como si todo estuviese hecho de pequeños pedacitos de piel nueva que crecía al cerrar las heridas.
¿Se sentía asqueado? No. Era triste.
Sergio sabía que era un ex agente, pero jamás imaginó que un cuerpo pudiese soportar tanto daño físico y las historias que debían haber detrás le conmocionaban.El rubio notó la mirada persistente sobre su cuerpo y sintió vergüenza de inmediato, así que buscó una camiseta para ponérsela cuanto antes.
—No, no te atrevas.— El pecoso no quitó la mirada de torso desnudo de Max —Suéltala.— Dicho obedeció.
Muy pocas cosas hacían que el rubio sintiera nerviosismo o inseguridad, por esa misma razón era tan celoso con dejarse ver físicamente tal como era, y ahora su jefe estaba ahí, observando tan atentamente.
No es que fuese una persona de relaciones de ningún tipo, pero lo había intentado y sabía de buena fuente que las personas como él no son socialmente aceptadas, quizá por eso tampoco se permitía demasiado el contacto con otros.
De cualquier modo, Max se paró rígido y respiró profundo haciendo que su pecho se inflara y cediera lentamente al exhalar.Sergio se acercó, estaba totalmente perdido en la imagen frente a él. Extendió una de sus manos buscando tocarle y ahora era el rubio quien retrocedía asustado. El pecoso le rozó y Max apartó su mano firme pero sin ser agresivo, negó con la cabeza.
El más bajo le miró entonces. Esos ojos azules nunca se habían visto así, jamás habían expresado nada, pero ahora eran diferentes. Era como si un brillo lleno de expectativa los coloreara. Volvió a mirar la mano del rubio sujetando su muñeca y luego de nuevo a su rostro, Sergio frunció el seño ligeramente pero suavizó su expresión dándole una sonrisa sutil, amable. Entonces Max le soltó permitiéndole ese contacto.
En cuanto los dedos de Sergio tocaron su piel, se sintió como una fría corriente recorriendo su espalda. Retuvo el aire con miedo, estaba nervioso, no quería pensar en lo que Sergio diría después, no quería mirar porque temía ver de nuevo una expresión de asco alimentada por el morbo, estaba asustado de la reacción que vendría a continuación. Eran demasiadas emociones que no se permitía sentir, por eso se mantenía siempre al margen, era desesperante.
—Oh, Max... No tenía idea.— La voz de Sergio le hizo jadear con temor, no se atrevía a voltear aún porque esas manos seguían tocando su piel —Debe ser difícil. Lo siento mucho, corazón.
El rubio reaccionó y miró a Sergio, buscó su rostro y este se encontró con su mirada. Esos ojos chocolate le observaban con ternura, emanaban compasión, no lástima ni pena, eran amables y comprensivos. Max no sabía qué hacer, no sabía qué decir, así que solo bajó la mirada. Nunca nadie le había dicho palabras tan suaves, nadie había reaccionado así cuando lo veía tal como era, porque incluso su propio padre le había dejado claro que era asqueroso, que era como un león mutilado y débil.
Hubo un silencio entre los dos. Sergio quería llorar, no podía entender ni de cerca todas las pesadillas que ese hombre debía tener cada noche, pero ahora comprendía la razón por la que tenía tanto miedo de dormir, no debía ser agradable vivir con esas historias en la cabeza. Tal era su estado, que un simple vistazo fue suficiente para entender un poquito de lo desastrosa que era su existencia, su historia.
Entonces tomó su mano.
El rubio sintió un escalofrío, no sabía cómo entender la situación, ni sabía qué vendría después, se sentía desprotegido, por primera vez en años, vulnerable.—Lamento mucho que tuvieras que pasar por tanto.— Suavemente, con temor a asustarlo cual animal salvaje, Sergio besó la mano del rubio —No conozco tu vida, pero quiero que entiendas que ahora mismo ya nada de lo que hiciste en el pasado te persigue hasta aquí. Estás a salvo, Max. Conmigo, con Diana.
Aquellas palabras fueron dichas con tal dulzura que para el neerlandés fueron extrañas. Extrañas no de una mala forma, sino de aquella que hacía que algo en su pecho se moviera, como si de repente algo quemara de tal manera que sentía su rostro arder.
Sergio era el ser humano más extraño que había conocido y eso era mucho decir viniendo de él.
Sergio Pérez, el único ser humano que no lo trataba como una bestia, como un animal de combate. Ni siquiera le había hablado de su vida, pero él estaba ahí, pidiendo perdón por todas sus pesadillas y temores.
Sergio Pérez es el ser humano más extraño que ha conocido.
ESTÁS LEYENDO
Corruption | Chestappen
De TodoSergio Pérez es el hijo de un hombre muy rico en México (Antonio Pérez), dueño de múltiples pozos petroleros y pronto, aspirante a miembro activo de la política. Dada su peculiar crianza, Sergio desarrolló una personalidad indomable y complicada que...