Capítulo 45

889 148 29
                                    

Carlos no era un soñador, generalmente se trataba de una persona calculadora y de carácter fuerte que estaba totalmente concentrado en los negocios y la etiqueta, asistía a grandes eventos y en compañía de su padre aparecía constantemente en revistas que alababan su fortuna y elegancia. 

Pero es importante recordar que las barreras se construyen para proteger el interior, las envolturas repelen cualquier daño. No se crea una fortaleza si no se quiere resguardar algo valioso dentro.

Era de noche, Carlos había comenzado a pasar más tiempo en la habitación de Sergio ante la excusa de que era su nueva oficina. Para sorpresa del servicio de la casa, no les era permitido irrumpir en ese espacio bajo ninguna circunstancia, la limpieza era hecha por el mismo hombre porque se limitaba a solo sacudir un poco de polvo y levantar papeles del suelo o el escritorio.

Esa era su cruz. No el hecho de limpiar, se trataba de que cada vez que despejaba su mente y levantaba la mirada a cualquier lado, el constante recordatorio de Sergio lo acorralaba. Y era, a su vez, una metáfora para la realidad.

Carlos obligó a Sergio a convertirse en la persona que era, cada trofeo, medalla y reconocimiento en papel eran producto de los intentos de un niño pequeño por convertirse en el hijo perfecto, en un hermano digno de voltear a ver. Y aun con cada paso era ignorado, dejado atrás de alguna manera. Todo el dolor por el que aquel pequeño niño de pecas había pasado estaba gravado en las paredes del dormitorio.

El moreno se echó para atrás en su silla, había terminado de revisar un arqueo sobre uno de los negocios que su padre estaba haciendo, todo en orden, igual que siempre. Suspiró llevándose las manos a la cara y subiendo un poco para peinar sus cabellos hacia atrás.

"¿Qué estará haciendo ahora?"

Había recibido la noticia de que su hermano menor había despertado hace días y entonces se sorprendió a sí mismo sintiendo alivio, en ese momento estaba almorzando con su padre mientras hablaban de una propuesta de venta de un pozo en Arabia, Antonio notó su alivio porque una pequeña sonrisita se dibujó en la comisura de sus labios.

—¿Una chica?— Curioso, el hombre dirigió su atención al muchacho —Que bueno que abordamos ese tema, es buen momento para empezar a presentarte algunas propuestas, hay mujeres hermosas en nuestro círculo y la hija de los Donadlson es más o menos de tu edad, aparte de que es preciosa sin duda.— Se llevó un bocado.

Carlos dejó el teléfono de inmediato dándole la vuelta a la pantalla —Rebecca es una mujer sensacional, muy inteligente.— Apretó los labios formando una sonrisa —Sin embargo, quisiera poder escoger entre mis opciones, padre.

—Sabes que solo quiero lo mejor para tu futuro, Carlos. En algún momento yo dejaré de estar y sabes que el bastardo de tu hermano no tiene ningún compromiso conmigo ni con este apellido.— Antonio comía tan tranquilamente.

—¿Y Sebastian?— Pudo ver a su padre hacer una pequeña pausa sin levantar la mirada y continuar poco después —Lo leí en los archivos de la familia.— Porque no se suponía que ni él ni Sergio tuvieran conocimiento del alemán ni de su paso por la casa Pérez.

—Él solo fue un capricho de tu madre cuando viajamos a Alemania hace muchos años.— El mayor se aclaró la garganta y tomó un trago de agua —Se suponía que mi pobre Marilú no podría tener bebés, así que lo trajimos, pero todo cambió cuando llegaste tú, quisimos hacer que los dos disfrutaran de esta familia pero él... Ese niño era tan problemático y quería tener toda la atención siempre. No aceptaba tu nacimiento, hijo.— Y de verdad que podía ver el falso dolor en sus ojos, si no conociera la historia real le habría creído —Por eso tuvimos que enviarlo lejos, temíamos que hiciera algo en tu contra, tu eres nuestro único orgullo ahora, lograste ser mejor que él y que Sergio.

Aquello había funcionado muchas veces antes, recordarle que era superior a su hermano era la mentira más bella que podía escuchar. Pero ya no era un pequeño que temía perder una competencia que no existía, era un hombre con el criterio suficiente para darse cuenta poco a poco de lo envenenado que estaba por un hombre que genuinamente era malo. 

Lo que mata el alma es la verdadera personalidad de un hombre, es su ser y espíritu quienes determinan su caridad e igualmente su valor. 

En aquel dormitorio el ambiente se había enfriado, las lluvias de octubre hacían fría la ciudad, pero él se sentía agobiado. Se puso de pie y el paralelo que sintió con el retrato de su padre a sus espaldas le recorrió un escalofrío por toda la espina dorsal. Giró en su lugar observando el imponente cuadro y se dió cuenta de que inevitablemente se estaba convirtiendo en ese hombre y odiaba esa idea.

Se había concentrado tanto en alejarse de Sergio que no se dió cuenta de lo idéntico que era a Antonio. Sus patéticos intentos por crearse a sí mismo se perdieron tratando de mantener a raya a un niño que ni siquiera estaba compitiendo. Entonces sintió terror.

Había salido de la casa con la excusa de aprovechar la nublada tarde para hacer ejercicio. Se alistó con una sudadera de lona por si llovía, shorts deportivos holgados y un par de Nikes para correr.

La zona en la que vivían era de las más caras de México, solo gente con salarios altos y apellidos de renombre se reunían en esa pequeña ciudad dentro de la ciudad. Una utopía de gente blanca y adinerada que jamás en su vida había pasado hambre o siquiera subido a un bus.

Acelerando el paso comenzó a pensar en que su vida era realmente cuadrada. Mientras el menor corría a velocidades altísimas por mero gusto, él era llevado a todos lados por su chofer. Mientras Sergio vivía dándole vueltas al mundo porque se cansaba de su estilo de vida, él tenía que visitar países diferentes de manera fugaz por negocios, era como si conociera el mundo pero a la vez no supiera nada.

Corría un poco más rápido y una pequeña brisa empezó a levantarse.

Sergio tenía gente a su alrededor, los vió preocuparse cuando fue a Mónaco. Incluso había logrado hacer que alguien tan necio como Sebastian desistiera de su misión simplemente siendo él mismo. Sergio era todo lo que él, en el fondo, envidiaba: Un espíritu libre en un cuerpo igual de libre.
Mientras Carlos debía permanecer horas enteras hablando de números, probabilidades, estadística y dinero.

Y para condimentar las cosas, su padre había sacado el tema del matrimonio.

¿Aquello tampoco era su elección? Porque al final en ese mundo todo es sobre los apellidos y las apariencias. Quizá los Donaldson sí eran la mejor opción, la hija mayor era hermosa y lista, pero ¿Le atraía? ¿Podría llegar a quererle? No. A cualquiera de las preguntas la respuesta era no.

Un poco más rápido, la lluvia comenzó a caer gentilmente.

En retrospectiva, jamás se había enamorado de alguien antes, ni siquiera sintió atracción por cualquier mujer en el pasado. Aunque fingía que no sabía, en su círculo se rumoraba que era impotente, jamás había recibido un coqueteo y todas sus citas terminaban con un beso en la mejilla.

No. Ese pensamiento fugaz le hizo dibujar una sonrisa amarga en los labios.
No era impotente, simplemente nada era lo que quería, simplemente la gente no podía aceptar que lo suyo era la necesidad de experimentar algo más que solo carne tocándose. Quería sentirse como alguna vez se sintió aquel muchacho de 15 años, pero esta vez de manera correcta.

"Incluso en eso eres mejor que yo."

Porque Sergio tenía a alguien a su lado, era imposible no mirarlo cuando eran tan evidentes, cuando ese soldadito se había quedado con él aún sin necesitarlo. Porque lo había defendido y cuidado de todos.

¿Alguna vez podría superar en algo a su hermano? ¿Podría algún día decir que él ganó?
No era una competencia, pero Sergio había ganado cada vez.

Un trueno bastante fuerte se encargó de sacarle de sus pensamientos. No se había dado cuenta pero la lluvia había dejado de ser gentil para darle paso a un torrente intenso que le empapó en un instante.

—Debo volver para la reunión del pozo.

Y se marchó de vuelta a casa.

Corruption | ChestappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora