Capítulo 10

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—Te quedas al fondo, lo más lejos que puedas. Si hay alguna probabilidad de que hagas que me olvide de tu presencia, mucho mejor.— Sergio conducía su R8 por las iluminadas calles de California, en el tablero el GPS le indicaba cómo llegar a su destino —Yo hago mis cosas y tú solo intervienes en caso de que alguien quiera apuñalarme o algo así.

Esta vez tenía que reconocer que Sergio se veía bien. Normal que lo pensara, era un muchacho joven, de rostro inusualmente lindo con rasgos agradables a la vista, sobre eso estaba el hecho de que cuando se sentaba, sus piernas formaban una silueta agradable dándole buena proporción a su cadera. Aunque cuando estaba de pie no lucía nada mal, estaba seguro de que en algún punto de su infancia o adolescencia practicó deportes, pues el cuerpo tiene memoria y los músculos siempre conservan ganancias, lo sabía a pesar de la muy sutil barriguita que se formaba sobre su abdomen. Para Max era prácticamente invisible, pero notaba que Sergio lo sentía como un defecto enorme porque tiraba demasiado de sus camisetas para hacerlas más sueltas. Por supuesto, no era un problema mantenerse lejos, muchas veces había enfrentado misiones así y estaba listo para cumplir con algo tan simple como vigilar a un universitario.

Una vez en el bar, Sergio no tardó mucho en ubicar a sus amigos. Fue recibido por Lewis y se sentó junto a él mientras el resto lo saludaba animados. Todos excepto Lando.
Max estaba de pie cerca de la barra, era discreto, pero esa pinta de mafioso no lo ayudaba mucho. De cualquier manera, decidió pedir algo para complementar su disfraz, un agua mineral sería buena opción.

—¿Problemas para encontrar el lugar?— Lewis había hecho una seña para que alguien se acercara a servir a su amigo, quien solo rodó los ojos en respuesta —Te presento a los demás— Con cada nombre señalaba a los muchachos —A Oscar ya lo conoces— El australiano saludó levantando la cabeza —Él es Yuki, compartimos área con él en el campamento.— El asiático ya estaba un poco ambientado, así que hizo el gesto de amor y paz al saludar —Y este es Lando.

La mirada de Sergio se cruzó con la de este último, sintió escalofríos por alguna razón, pero no quiso suponer algo erróneo y arruinar la noche, así que sonrió y le extendió la mano.
—Soy Sergio, un placer.

El crespo se tomó unos segundos para recibir el gesto, pero en cuanto lo hizo, fue como ver a alguien completamente diferente. Sonrió amplio, su voz sonó animada.
—Lando Norris. Estudio arquitectura.— A Sergio le pareció ligeramente extraño, pero quizá fue el momento de convivencia que le hizo olvidar por completo detalle alguno al respecto.

Max observaba, acatando la orden de mantener su distancia y ser pertinente. Notaba algo peculiar: Sergio se comportaba diferente, era muchísimo más risueño que en casa, mucho más distraído, hablador y llevadero pero quizá no de formas positivas. Se sentía como si de alguna manera fingiera ser tonto. Por supuesto, esa conducta era extraña, pero no era de su incumbencia averiguar ese tipo de cosas, simplemente se mantuvo al tanto por un largo rato.

El teléfono del holandés vibró en su bolsillo y lo sacó para revisar la notificación. Una llamada de George había entrado y, a pesar de que el ruido dentro del bar no era demasiado, lo ideal sería atender la llamada fuera, así que se retiró solo por un momento. 

—Hey, Mad Max.

—¿Hay problemas?— El inglés guardó silencio por un momento, aquello no le gustaba a Max.

—La madre de Ricciardo quiere verte. Dijo que intentó comunicarse contigo pero naturalmente no pudo encontrarte. 

—¿Dijo lo que quería?

—No, pero estoy seguro de que no se trata de dinero. No lo necesitan y esa mujer... Se ve más como alguien mentalmente inestable.— George no estaba preocupado por la integridad física de su amigo, sino por el desgaste mental que aquello le generaba. Aquello de dormir solo una o dos horas era real, todo a causa del estrés postraumático por razones obvias, y ahora, tener que lidiar con una madre desequilibrada por haber perdido a su hijo debía ser demasiado para quien sea, Max tampoco ayudaba, estaba reacio a recibir algún tipo de ayuda porque creía no merecerla. —¿Vas a encontrarte con ella?

Max suspiró y se tomó un segundo para responder —Tendré algunas horas libres la próxima semana, te enviaré más detalles después. Es mi responsabilidad lidiar con esto.

Por supuesto, George no estaba de acuerdo, pero tampoco se interpondría en sus métodos si eso le daba siquiera algo de calma ahora. Max no era responsable de la inexperiencia de su escuadrón, tampoco fue responsable de la emboscada, porque en el trabajo que ellos hacen se pierde gente todos los días —De acuerdo. 

La llamada terminó, el rubio se tomó un momento para apreciar la noche. Era fría, pero definitivamente no era la más fría de su vida, las luces artificiales opacaban lo bonito que podía ser el cielo nocturno. Era momento de volver a trabajar, así que dio media vuelta y volvió al bar.

Su mirada de inmediato buscó al pecoso y todas las alarmas saltaron al no encontrarlo por ningún lado a la vista. No se acercaría al grupito de amigos, pero se dio cuenta de que faltaba uno, el moreno. Así que fue directamente a los baños pero no tuvo éxito, volvió al salón principal y después se dirigió a la terraza del lugar. Fue camino a esta que los encontró. 

En un pasillo con escasa iluminación, Hamilton sostenía a Sergio por la cintura mientras balbuceaba alguna cosa. Max no quiso interrumpir, quizá estaría presenciando algún momento personal y no quería volverlo incómodo, sin embargo, sus valores éticos le decían que tal vez no era correcto permitir lo que sea que pasara, después de todo, Sergio estaba tomado, lo suficiente para no poder ponerse de pie, mucho menos para tener control total de sus elecciones.

Pero de la nada su atención cambió a otro punto a sus espaldas y de inmediato desenfundó el arma que siempre traía consigo, apuntó sin dudar. —Salga.

De una esquinita oscura, un muchacho de cabellos crespos dio un paso al frente manteniendo las manos arriba y tragando en seco mientras su mirada estaba fija en el arma. —Soy... Soy Lando, soy amigo de Sergio, me preocupé por él y vine a ver cómo estaba ¿Quién eres? Voy a llamar a seguridad.

De alguna manera el aspecto débil y joven del muchacho le dio un poco de calma al holandés, pero tampoco acababa de creerse la historia de que eran muy amigos. Se llevaría a Sergio de ahí, era lo mejor, lo más prudente y su trabajo era hacerlo tomar decisiones prudentes. 

Volvió a guardar su arma sin decir palabra alguna y pasando totalmente por alto al muchacho, iría a buscar a su controvertido universitario. Así que se acercó a Lewis y sujetó a Sergio con fuerza. Por supuesto, aquello provocó una reacción de alerta en el moreno, que no tardó en entender de quién se trataba en cuanto observó a Max.

—Ah, tu eres el perro de su padre.— Quizá era el alcohol o ese complejo de niño rico todopoderoso lo que le hizo hablar. Max, por supuesto, no respondió y sujetó a Sergio terminando de quitárselo a Hamilton. —Espero que no te arrepientas de lo que haces, muchacho. 

Y Sergio. Bueno, él solo se reía de lo que sea que estuviera pasando.

Corruption | ChestappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora