Capitulo 16

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A Max ya se le había hecho conocido ese entorno, los rugidos de motores, el ruido de la gente animando y los aromas que llegaban a su nariz junto con el frío de la noche, todo aquello ya era costumbre. También el tener que mantener atención especial a Sergio y su escandaloso club de fans en la pista.

El pecoso corría como si de eso dependiera su vida. Solo tenía 19 años pero parecía contar con la experiencia del piloto más viejo de todos. Tomaba las curvas con valentía y mantenía el pulso firme en rectas de altísima velocidad, era imparable una vez que Fito encendía con fuerza.

—Yo no me preocuparía mucho por él. Es más probable que Checo muera de aburrimiento que en el asfalto. Créeme, se ha ganado el respeto de toda esta gente a pulso.— Sebastian hablaba con Max, al menos lo intentaba —Vaya, tú de verdad eres como un bloque de hielo.
Porque otra vez, Max permanecía rígido, con los ojos puestos en el escenario.

Ese día había aprendido muchísimo, no solo de autos, sino de las increíbles habilidades que Sergio Pérez poseía. No solo era un excelente piloto, sino que tenía la capacidad de conocer cada vehículo como si fuese un libro abierto y apenas tenía 19 años. Por eso mismo se preguntaba cuál era el motivo de que ese mismo Sergio se portara como un tonto frente a otros.
Lo había observado con Hamilton, ese hombre tremendamente inocente y torpe que fingía ser, como si no fuese capaz de pensar por sí mismo, como si  necesitara de Lewis para hacerlo todo. Ese no era para nada parecido a este Sergio.

Como de costumbre, la carrera concluyó en una aplastante Victoria del mexicano y luego del típico alboroto de celebración, fue momento de volver a casa.

—Felicidades.— Max habló mientras Sergio conducía y recibió un ceño fruncido del mismo —Por todo, quiero decir. No sé mucho al respecto, pero fue una buena carrera.

Max Verstappen estaba pronunciando más de dos oraciones seguidas. Ese era un día especial o le quedaba poco tiempo de vida y no se había enterado.
De cualquier modo agradeció pero ya no quiso llevar la conversación a más. Sobre todo porque en el fondo sabía que iba a terminar hablando solo y Max abandonaría la charla apenas iniciar.

En casa, Sergio se negó a cenar. Ese detalle le hizo ruido a Max, el pecoso no se perdía la cena por nada, le gustaba la comida de Diana, pero hoy no quería probar bocado alguno, sin embargo no insistió y cada cual se movió a su habitación.

La madrugada era fría y Sergio no podía dormir, habían muchas cosas en su cabeza que le estaban dando vueltas sin dejarle descansar. Le gustaba Lewis, saber que él sentía lo mismo de vuelta le había venido de maravilla porque se había enamorado meses atras y decidió quedarse callado por el bien de su amistad.
Pero por alguna razón no se sentía como imaginó.

Se sentía diferente, como si tuviese que limitarse a no ser él mismo. Debía intentar ser tonto todo el tiempo y la última vez que se vieron, el moreno hizo un comentario sutil sobre su peso. Tenía que arreglar ese abdomen flácido de alguna forma y comiendo no sería una de ellas.

El estómago le rugió pero su mente le repetía que tenía que aguantar o subiría 80 kilos si probaba algo, quizá un vaso con suficiente agua le ayudaría, así que bajó por uno. En cuanto estuvo en la cocina, incluso tomar el agua le costó un poco de trabajo, pero respiró profundo y lo tragó casi de golpe.

Estaba por regresar a su habitación, pero notó la puerta entreabierta de la habitación de Max. Sabía que él no era fan de dormir y permanecía a oscuras por horas, pero un ruido fuerte le hizo acercarse a la recámara, le preocupó que tal vez algo le hubiese pasado.

—¿Max?— Se sentía como una película de terror, el dormitorio estaba totalmente oscuro y la poca luz que llegaba era la que se filtraba por la puerta, misma que reflejaba la silueta de Sergio en el suelo —¿Está todo bien?

No recibió respuesta pero una respiración fuerte en su oído le hizo girar lo más rápido que pudo, y sin embargo, no fue suficiente. Aquello fue mucho más rápido y terminó en el suelo sintiendo que el aire le faltaba. Le tomó un instante adaptar sus ojos a la oscuridad, pero en cuanto lo hizo, sintió miedo genuino.

Max estaba sobre él, lo había aprisionado en el suelo forzando su cuello con el antebrazo y el resto de su cuerpo con la contraria. Se sentía totalmente atrapado, poco a poco la desesperación lo hacía perder más aire del que podía inhalar, golpeaba el cuerpo de Max a como podía, pero era como intentar mover una roca.
Le asustaba la mirada del rubio, era como un cazador, más bien, como un animal salvaje a punto de hacer pedazos a su presa.

—Max...— Sergio habló con dificultad, apenas en un susurro —Max, soy yo, por dios...— Quería llorar, el aire se le escapaba, sentía que en cualquier momento podría quedar inconsciente y después sabrá Dios qué pasaría. Ese no era Max, no el que conocía, él podía ser muy callado pero jamás lo lastimaría.

Ese Max, el que estaba sujetándolo tan fuerte, se veía diferente. Era como si sus ojos estuvieran apagados si era posible de alguna forma, pero no tenía tiempo de pensar en eso, primero debía asegurarse de no morir.
Intentó calmarse y observó cuidadosamente el entorno, no quería lastimarlo pero no se cerraba a la posibilidad si era necesario. Volvió a observar a Max y se fijó en un pequeñísimo detalle que había pasado por alto antes: Tenía el torso desnudo.

Sergio sabía que algún detalle tenía que existir con no querer mostrar ni siquiera sus brazos, así que a como pudo le tocó con fuerza, golpeó lo mejor que pudo y pareció ser suficiente para que él bajara la guardia por un instante, mismo que aprovechó para escapar de aquel agarre a duras penas.

—¡Max! ¡Por dios!— No es que Sergio se quedara a esperar ser atacado otra vez, es que no tuvo tiempo para hacer nada más que ponerse de pie antes de que el neerlandés le sujetara nuevamente de las muñecas y lo lanzara contra la pared —¡Soy Checo! ¡Dios santo! ¡Soy yo!

Algo pareció cambiar, fue cuestión de segundos para que sintiera la fuerza sobre sus muñecas ceder y tuvo miedo de voltear pero ese instante de calma lo alentó.

Max estaba frente a él observando sus propias manos, temblando. No se atrevía a mirar a Sergio, respiraba agitado. El pecoso le observó y le dió una punzada en el pecho.

El abdomen descubierto de Max reflejaba un rastro de su historia. Estaba lleno de cicatrices, algunas eran extremadamente amplias y otras parecían haberse hecho con mucha profundidad. Muchas llegaban desde el hombro hasta sus muñecas, y otras más lucían como si apenas hubiesen cicatrizado hace poco. Sergio jadeó y se cubrió los labios impactado.

—Yo...— La voz ronca de Max —Lo siento mucho, Sergio. De verdad lo siento mucho.

Corruption | ChestappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora