Capitulo 13

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El humor de Sergio era diferente esos días. Parecía sonreír un poco más, incluso estaba distraído y ya no le costaba nada de trabajo levantarse para ir a la universidad. Max no lo entendía, de hecho, incluso se sintió aliviado porque ya no tenía que dar vueltas y vueltas para arreglar las ausencias del pelinegro en compromisos irrespetados, pero a Diana le parecía una tragedia.

—¡Buenos días! Hay un clima precioso hoy.— Sorpresivamente, Sergio se acercó a la mujer  y le plantó un beso en la mejilla —¿Qué tal estás? ¿Qué tal dormiste?— Incluso chocó el puño con Max, quien ya estaba tranquilamente comiendo una tostada.

Por supuesto, el rostro de confusión de todos no se hizo esperar. Sergio sí era amable,  pero no era el tipo de muchacho que andaba por ahí repartiendo besos o abrazos, al menos esa no era su conducta habitual cuando de Diana y mucho menos de Max se trataba. Tenía que estarle pasando algo considerablemente malo o especialmente bueno para que requiriera afecto de su nana.

—Bien, todo bien.— Fue ella quien tomó distancia del muchacho pues tenía que servir el desayuno —¿Se puede saber qué mosca te picó?

—¿Uno ya no puede ser feliz en este mundo tan cruel de vez en cuando?— El pecoso tomó el plato de manos de Diana y se sentó a comer —No me pasa nada, soy preso del amor solamente.— Un poquito dramático tal vez.

—¿Amor? Ah, chingá.— Ella se sentó frente a los dos y los juzgó por un momento, pero Max hizo una seña de negación con las manos. Lo que sea que pasara no tenía nada que ver con él y le creyó por la cara de confusión que tenía, era clarísima.

—Amor por la vida, por la escuela, por las carreras, amor por todos.— Sí, definitivamente alguien les había cambiado de Sergio, ese tipo raro que parecía estar feliz por todo sin motivo alguno, definitivamente no era el niño que conocían.

De cualquier modo el día siguió su curso, las tareas del hogar se habían hecho menos pesadas desde que Max había llegado, así que eso le dejaba mucho tiempo libre a Diana, mismo que usaba en un nuevo jardín que había tomado como pasatiempo ahora que tenía el espacio y la energía para hacerlo. Max la ayudaba frecuentemente aunque no siempre, y de hecho había aprendido mucho sobre jardinería y plantas desde entonces, le gustaba mucho el clima en ese pedacito de tierra. Le gustaban los aromas, la frescura y la manera en la que Diana ponía tanto empeño y cariño en su hobbie, era como poesía hecha un acto.

—Esta es un tipo de helecho, van colgadas. A los helechitos les gusta mucho que sus hojas se extiendan y pueden soportar muchas adversidades climáticas, son tropicales, así que pueden crecer muy grandes.— Cada vez que Diana hablaba sobre sus plantas era como si su rostro se iluminara por completo y el rubio tenía ese tipo de sensaciones fraternales en su pecho, entonces pensó que probablemente ese era el sentimiento parecido al de una madre con su hijo.
Y aquello traía a su mente le situación de Ricciardo. No quería tener miedo, pero le aterraba ver a una madre destrozada por la pérdida de eso que siempre habían definido como un pedazo de su alma.

Sergio volvió a salir con Lewis, esta vez se reunieron en un jardín botánico, así que la cita fue bastante tranquila y fuera de mantenerse observando, Max no tenía mucho que hacer, así que se sentó en una banca y fue suficiente para comenzar a pensar. Aquellos sentimientos que había experimetado con Diana eran extraños, inusuales. Nunca antes los había experimentado o por lo menos no los recordaba.

La vida de Max se había basado enteramente en entrenamientos, experiencia. De mano de su padre, había sacrificado su infancia para ser el mejor de los soldados de su generación, esa expectativa fue la responsable de que su retiro temprano lo dejara fuera de la herencia de los Verstappen, era ese el motivo por el que alguien como él ahora tuviese que trabajar cuidando de un muchachito incontrolable que podría hacerlo despedir en cualquier momento.

¿Cómo se sentía perder a alguien que verdaderamente amas?
Al día siguiente tendría que enfrentarse a una madre destrozada que lo responsabilizaba de aquella tragedia.

De cualquier modo aquella cita terminó. Max estaba tan sumergido en sus pensamientos que Sergio tuvo que llamarlo un par de veces para que reaccionara y todo el camino a casa se le notó pensativo, menos alerta que de costumbre.

—Algo anda mal ahí arriba.— Mencionó el pecoso mientras conducía —Pensé que la gente como tú nunca se sentía perdida.

—No es nada relevante, lo solucionaré mañana.— De nuevo esas respuestas tajantes del rubio, era como si fuese alérgico a mostrarse mínimamente vulnerable.

—¿Qué harás mañana?— El diálogo era terriblemente incómodo, habían silencios largos que hacían sentir al mexicano como si estuviese siendo un tonto —Puedes no decirme, claro. No es como que yo deba meterme en las vidas de mi personal.

Max asintió sin decir otra cosa y ese gesto le llenó de rabia la sangre al pecoso. Condujo un poco más rápido sintiéndose un verdadero idiota por intentar una conversación con alguien tan frío, culpó al buen humor de estar con Lewis, pero definitivamente ya ni trataría de hablar de algo con Max.

Esa noche el rubio no pudo dormir, nada anormal en él, pero esta vez fue inusualmente distinto.

Max Verstappen nunca había dudado de su identidad, toda la vida supo quién era y lo que tenía que hacer en esta vida, desde muy pequeño. Pero los acontecimientos recientes estaban moviendo cosas que no sabía que existían. La muerte puede trastornar la vida de quienes se quedan atrás.

Ricciardo no era nada suyo, ni siquiera se conocían de mucho tiempo, pero le había mostrado lealtad y valentía y él lo había traicionado así, no pudo salvarlo sin importar su insistencia. A pesar de pedirle que no se moviera, el muchacho priorizó la vida de su capitán antes que la propia sin siquiera saber si su historia sería contada.

Max tenía que hacerlo. Tenía que cerrar ese capítulo para su familia, incluso si a él le tomaba la vida entera hacerlo.

Corruption | ChestappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora