Un golpe resonó en el salón, Max solo apretó la mandíbula y Diana cerró los ojos. Antonio le había dado una fuerte bofetada a su hijo.
-¡¿Drogas, Sergio?! ¡De todas las malditas cosas, vienes y te metes con esto!- El hombre gritaba, sostenía el cuello de la ropa de su hijo mientras le levantaba ligeramente sobre el sofá -¿Qué diablos van a pensar los senadores sabiendo que tengo un hijo drogadicto? ¡Dime!
El pecoso no respondía, mantenía el rostro tenso y la boca cerrada porque temía que si decía algo acabaría llorando de impotencia y ese hombre no merecía una sola de sus lágrimas.
-Tu hermano ha estado dando la cara por mí todo este tiempo.- Por fin dejó descansar el agotado cuerpo de su hijo en el sofá, Sergio apenas llevaba unas horas fuera del hospital pero Antonio no esperó para volar a California apenas supo lo que se decía en redes sobre ellos -No puedo creer que a tus 19 años no seas capaz de enfrentar tus problemas como un hombre. Tienes que meterte esas mierdas para vivir y si no chillas como el maricón que eres ¿No?
-Padre, no te alteres, es malo para tu salud.- Al fondo, Carlos hablaba -Ese niño no lo merece.
-¡Claro que no lo merece! Si me muero va a ser por tu puta culpa, Michel ¿Me entiendes?- Max quiso moverse en cuanto vio la manera en la que António sujetaba la mandíbula del pecoso, pero Diana le tomó del brazo y negó con la cabeza -Tú nunca vas a llegar a ser nada, absolutamente nada. Mira a Carlos, él es estupendo, el hijo que siempre quise.
-Pues quédate con él.- Sergio murmuró con debilidad y su padre apretó con más fuerza sobre su cuello haciéndolo toser.
-Aquí no se hace lo que tú quieras, hijito.- El hombre volvió a dejar caer con fuerza a su hijo, quien toció en repetidas ocasiones aliviando su dolor -Agarra tus cosas, nos vamos a México. Te me vas a un internado militar, a ver si ahí te quitan lo maricón.- Antonio comenzó a caminar a la puerta, detrás de él Carlos.
-Yo no me voy a ir a ningún pinche lado.- A Sergio le tomó un momento reincorporarse pero lo hizo -Quédate con tu jodido dinero y tu hijo de oro, pero tu a mi ya no me dices qué hacer.
Antonio paró en seco y Carlos miró con decepción a su hermano. Más que decepción, era como si se burlara de su porvenir. El padre de los Pérez giró con claras intenciones de arremeter contra su hijo menor, levantó el brazo con la mano hecha puño pero antes de lograr conectar un golpe, se vio interrumpido. Max le impedía tocar a Sergio, quien se había cubierto con las manos por reflejo.
-Le ordeno que no se meta en mis asuntos personales, gorila.- El hombre fingía diplomacia -Y le ordeno que se retire de la sala.
-Yo trabajo para el señor Sergio, señor.- El rubio no quitaba la mirada del hombre y quizá esos ojos tan fríos fueron lo que le obligaron a ceder.
Gracioso, porque entonces Carlos ni siquiera se movió.-Espero que sepas que esto significa renunciar a mi dinero. Despídete de esta maldita vida lujosa y de tus propiedades en México y cualquier parte del mundo. Oficialmente estás muerto para mí, Sergio.- Esta vez sí se marchaba -Carlos. Nos vamos.
Por un momento pareció como si al muchacho le importara la situación. Le dió una mirada a su hermano menor pero terminó yendo tras su padre.
Ambos se habían ido.Sergio suspiró, como si hubiese aguantado el aire durante todo el encuentro, cayendo sobre sus rodillas. Diana corrió a sostenerlo y le abrazó, revisando que no estuviera herido en ningún lado. Max también se acercó y le pidió que por favor preparara un poco de sopa y algunos paños fríos, el muchacho estaba ardiendo en fiebre.
-Checo...- El rubio se había hincado con el pecoso y sostenía su rostro con cuidado -Fuiste muy valiente, lo hiciste bien.
Sergio le regaló una mirada débil a su guardaespaldas y acabó desvaneciéndose en sus brazos.
Lo siguiente eran solo recuerdos borrosos, despertaba entre ratos y veía a Max cambiándole los paños de agua, Diana también se quedaba a su lado. Fue una noche terrible, pudo sentir que moriría.Los días que Sergio durmió fueron dos en total, despertó un lunes por la mañana. Diana y Max observaban expectantes al joven muchacho andar por la casa, le miraban como si el solo observarlo lo fuese a romper.
Pero el pecoso siempre fue terco, fuerte. Cuando menos lo esperaron, ya estaba listo para ir a la universidad, le pidió a Max que lo llevara y aunque intentó objetar, acabó obedeciendo.
Ese fin de semana fue horrible, estaba cansado y sin saber qué hacer, lo único que le consolaba era ver a Lewis. Estaba seguro de que él sabría qué decirle, seguramente él lo tomaría en sus brazos y le haría sentir tranquilo, después de todo "Sergio no podía hacer nada sin él".
-Buenos días, Hams- El pecoso tomó lugar en su mesa junto al moreno, pero este le ignoró fingiendo no escuchar -Lewis, buenos días.- Entonces el moreno le miró de reojo y volvió la vista a su teléfono, Sergio rió nervioso -Hams ¿Todo bie...
No terminó de hablar, Hamilton se levantó con sus cosas en mano y se fue a la otra esquina del aula fingiendo hablar con otros compañeros que le hicieron espacio.
¿Qué diablos estaba pasando?
Primero su papá y ahora Lewis ¿Es que nadie iba a escuchar su versión de la historia? ¿A nadie le importaba la verdad?Las clases siguieron y los días pasaron así. El moreno ignoraba deliberadamente a Sergio, ni siquiera lo miraba o directamente fingía que no existía, incluso había formado una bolita de amigos que jamás había hablado.
Cansado de la situación, Sergio buscó la manera de hablar con él. Sin que lo notara entró al baño y ahí esperó hasta que le vio entrar solo, entonces salió y Lewis lo vio por el reflejo del espejo, dio un sobresalto.
-No te atrevas a irte, no finjas que no estoy aquí. Solo estamos tú y yo.
El moreno se lavó las manos y poco después se dió la vuelta para observar al Sergio real.
-¿Qué quieres, Pérez?¿Pérez?
-Hablar, solo eso. Hablar contigo. Me has ignorado toda la semana, no me miras.- Sergio se iba acercando a él conforme hablaba, el dolor era palpable en su voz -Me estoy muriendo por tí y no puedes siquiera sonreírme, Lewis. No me hagas esto.- A este punto Sergio ya estaba casi sobre él. Hamilton tomó una servilleta para las manos y lo alejó como si le tuviera asco.
-Lo siento, Pérez. Yo no salgo con adictos.- La mirada del pecoso cambio, se sentía desesperado -No me importa lo que te metas ni por qué diablos lo haces, pero me da vergüenza que me relacionen contigo. Yo tengo planes, muchos planes para mi futuro y tu no me aportas una buena imagen.- Se apartó de él.
-Yo no hago eso, Lewis. Te lo juro, yo no soy esa persona que ellos dicen.- Se sentía como una súplica, Sergio estaba rogando ser escuchado a la persona incorrecta, pero él no lo sabía -Te juro que yo no soy un adicto, solo quise ser mejor para tí, intenté ser mejor para tí y...
-Dios, que asco das.- Sergio paró en seco. Lewis le dijo que daba asco. -Estás mal, Pérez. No solo físicamente, lo cual es obvio. Estás mal acá arriba.- Mencionó tocando su cabeza -Hazle un favor a todos y aléjate ¿Quieres? Las drogas te van a matar.
No. No, no, no. No es verdad.
Ese no era Lewis, no podía ser él. Algo estaba mal, algo era diferente, ese no podía ser su dulce y cariñoso Lewis.Pero de repente estaba abandonado en aquellos baños, hecho bolita en un cubículo y cubriéndose los labios para que nadie lo escuchara llorar. Sentía que podía desmayarse otra vez, pero nadie lo ayudaría.
Max Verst.:
(5:15 p.m.)Hola, Checo.
¿Estás bien? No me has pedido que pase a recogerte y ya pasaron 15 minutos del tiempo promedio.(5:16 p.m.)
Ahora son 16 minutos y 3 segundos.Sergio se limpió las lágrimas y exhaló con dificultad, su rostro estaba hinchado.
Checo jefe
(5:16 p.m.)
Ven por mí.Max Verst.:
(5:16 p.m.)
Okay.
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Corruption | Chestappen
RandomSergio Pérez es el hijo de un hombre muy rico en México (Antonio Pérez), dueño de múltiples pozos petroleros y pronto, aspirante a miembro activo de la política. Dada su peculiar crianza, Sergio desarrolló una personalidad indomable y complicada que...