Capítulo 29

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Habían pasado un par de días más. Con la emoción de la universidad y la iniciativa de Sergio por recorrer las calles de Mónaco, las conversaciones de la pareja se habían reducido a charlas casuales en restaurantes o parques.

No era queja, a Max le fascinaba el tiempo junto a Sergio y el pecoso insistía en que una vez iniciada la universidad, probablemente tendría poco tiempo para estar con su novio, por eso estaba intentando crear tantos recuerdos como eran posibles durante ese verano. Sin embargo, para el rubio la situación era mucho más especial, esas experiencias nuevas le habían despertado múltiples emociones que nunca había experimentado y, a pesar de sentirse confundido, también quería entenderlas porque se sentía bien sentir.

Max guardaba fotografías de Sergio en su teléfono cada vez que podía. Algunas veces el pecoso se daba cuenta y posaba animadamente para la cámara de su novio, otras más se trataba de bonitas fotos con un Sergio distraído. Al rubio le gustaban todas, pero definitivamente sus favoritas eran aquellas donde se dejaba ver al verdadero castaño, sonriente, distraído y con los ojitos brillantes, porque Max amaba esos ojitos.

Era miércoles por la tarde, un manto nocturno los había cubierto recientemente y las calles empezaban a iluminarse. Algo había dicho Max que tenía a Sergio muriéndose de risa y el neerlandés no perdió el tiempo para apreciar ese rostro sonriente. 

Pero su teléfono sonó. De nuevo el número de la noche pasada. 

—¿Pasa algo?— Tomando aire para calmarse, el pecoso preguntó curioso al ver el cambio de actitud en Max.

—No. Solo...— No miró al muchacho, sus ojos seguían clavados en la pantalla —Dame un momento.— El pecoso asintió pero Max se levantó casi de inmediato para alejarse una distancia considerable. 

Algo no le dio buena espina a Sergio. De repente todas sus alarmas saltaron, no sabía el contexto pero le asustaba descubrirlo.

Seguro no es nada, pensó. Debe ser algo sobre su familia o amigos, se convenció. Pero una nube de pensamientos intrusivos empezó a rodearle como si la más terrible de las tormentas se levantara a su alrededor. Max era bueno, tonto de él por pensar de forma equivocada sobre el hombre que lo entendía perfectamente.

Pero le observaba de lejos y no le gustaba lo que veía. Ese rostro tenso pero sus pocas palabras despertaban terribles presentimientos en su pecho. Parpadeó repetidas veces desviando la mirada a un punto indiferente en el horizonte.

—Lo siento.— Max regresó, se colocó a su lado y también buscó lo que sea que su pareja observara —¿Pasa algo?

—Max ¿Me amas?

—Por supuesto.— Ni siquiera lo dudó. Mínimo parecía que la respuesta era genuina y ayudó a aligerar un poco el peso que empezaba a tenderse sobre el cuerpo del mexicano.

—Y te quedarás conmigo siempre ¿Cierto?— Pero esta vez no hubo una respuesta tan inmediata como la anterior, ni un par de segundos después —Max, te vas a quedar conmigo siempre ¿Verdad?— Buscó la mirada del rubio, algo empezaba a picar en los pulmones de Sergio, era como si el aire de repente se hiciera más y más caliente e imposible de respirar. 

Pero Max no respondió.

—Deberíamos ir a casa.— No se atrevió a hacer contacto visual con esos ojitos café, quiso tomar al dueño de estos de la mano, pero el toque se le negó bruscamente.

—¿Qué significa esto?— Juraba por el cielo que no quería llorar, pero esa pesadez lo estaba oprimiendo y lo asustaba —Max ¿Por qué...? Solo tienes que decir que sí y voy a creerte.

El rubio suspiró pesado y bajó la cabeza —Hablemos en casa ¿De acuerdo? Voy a explicarte cada detalle, es... Es complicado.

—No.— Aunque Max quiso iniciar marcha al auto para volver al departamento, Sergio se plantó en su lugar desafiándole con la mirada —Lo que sea que tengas que decir, dilo ahora. Si entramos a casa sin que sepa lo que está pasando no hablaré contigo.

Corruption | ChestappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora