Capítulo 56

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Lando Norris siempre fue un niño mimado, con complejos de emperador y sintiéndose dueño del mundo desde que tiene memoria.

Sus padres le dieron todo cuanto él pedía en el momento en el que lo pedía gracias al miedo que sentían de perderle así como habían perdido antes a su anterior hermana. Si el pequeño Lando tenía una obsesión, esta era saciada hasta que eventualmente se aburriera y decidiera enfocarse en otra cosa, lo que provocó que a una corta edad ya no sintiera entusiasmo con las novedades de vivir porque jamás experimentó el anhelo de tener algo.

Lando era un niño cuando se dio cuenta de lo divertido que era experimentar. Ni siquiera era alguien de ciencia, simplemente justificaba su crueldad con una inexistente curiosidad.

Micky fue el primero en experimentar aquella malicia. Un precioso border collie pardo con heterocromía, un perro inteligente por naturaleza pero que para el niño era un sinónimo de pobreza por ser un "pastor de ovejas". No fue difícil entrenarlo, hasta el más tonto de los dueños podría enseñar a un perro como ese. A Lando se le ocurrió la brillante idea de enseñarle a hurtar. Micky era premiado cada vez que volvía a casa con algo nuevo entre sus fauces, no importaba su valor, siempre era recompensado si el objeto tenía una bonita etiqueta.

En algún momento, alguno de los robos de Micky salió mal y terminó siendo apaleado por un muy enojado comerciante que ya había sido víctima de este truco del can y su destino fue la perrera de la ciudad.
Luego de un par de días sin que apareciera, Lando concluyó que quizá debía ver lo que había ocurrido y terminó encontrándose con su perro en una jaula.

—Vaya, parece que a él le agradas.— Un encargado le hablo con una sonrisa al ver el entusiasmo del perro —Lo golpearon hace una semana y tuvimos que traerlo de urgencia, pero sin duda será un buen compañero.

Lando se agachó y acarició la cabeza del animal a través de la reja —Ahí es donde debes estar.— Susurró antes de ponerse de pie. —Espero que pronto encuentre un buen dueño, yo no puedo, me dan miedo los perros.— Con una muy bien actuada tristeza se dirigió al encargado quien entonces lo guío a la sección de gatos, dejando a Micky y su colita bailarina, solo y confundido.

Los años no pasaron en vano. Lando siguió con su rutina obsesiva, la vida le favoreció igualmente, así que siempre obtenía lo que quería de cualquier manera cada persona que le interesaba caía rendida a sus pies gracias a su forma encantadora de ser.

Pero hubo alguien que jamás le perteneció, que le había mostrado algo diferente y jamás lo miró como él quería.
Ese niño de 11 años que resultaba ser mejor que él, alguien que se atrevió a cuestionar sus ideas y después hizo como si nada. Sergio no se moría por ser su amigo, a Sergio no le interesaba escuchar las historias que contaba ni sus consejos de pintura, Sergio no quería pasear en el coche de los Norris. Sergio era distinto de una manera que Lando no comprendía pero que terminó despertandole un interés enfermizo.

Los próximos años los pasó entre cuentas falsas y computadoras, consiguiendo colarse muy cerca de ese muchacho que jamás lo miró y acercándose por fin en la universidad. Muchísimas veces condenó a sus padres por estorbar en su cometido, pues estaba seguro que de no ser por ellos, Sergio pudo haber sido suyo desde muchos años antes.

Nunca intentó superarlo, lograr mudarse a California fue el mejor de sus éxitos y conseguir un aliado como Oscar era sin duda una pieza elemental. Sabía del hobby clandestino de Sergio, sabía que lo de Lewis no era serio, sabía que se llevaba mal con su familia, sabía cómo hacer que Sergio se quedara solo y acercarse justo cuando estuviera vulnerable y actuar como un salvador. Por eso le observó cada noche en esas carreras ruidosas, por eso inventó el rumor de sus adicciones, por eso mantuvo lejos a Hamilton y sus disculpas.
No contaba con el factor Verstappen pero, justo cuando estaba ideando una manera de quitarle del camino, la vida volvió a darle una señal para saber que Sergio siempre ha sido suyo.

Y ahora estaban aquí, sus labios por fin se unían en un beso que Lando esperó por años, la corona de todas sus victorias y la cúspide de sus méritos estaba en sus manos a un "Sí" de por fin cumplir todos sus sueños.

—Nadie te conoce y nadie te amará como yo, Checo.— El inglés sostenía nuevamente el anillo que antes se le había rechazado gentilmente.
Frente a él, un pecoso aún atado que le observaba con una mirada de terror en los ojos mientras estaba en el suelo —Después de esto, tampoco nadie sabrá más de tí. Seremos solo tú y yo, como siempre debió ser.

La gema brilló con la poca luz del entorno.

Sergio tenía miedo pero algo estaba claro, si esta debía ser su vida de ahora en adelante, se encargaría de recordarle a Lando lo mucho que lo odiaba.
—Entre tú y yo jamás hubo algo, tú nunca vas a ser Max, tu nunca vas a ser suficiente y yo jamás voy a usar ese horrible anillo.

La mandíbula del inglés se tensó y soltó un pesado suspiro. —Tarde o temprano vas a aprender a cerrar esa bonita boca tuya, en algún momento vas a tener que amarme. No tienes más opciones.— Se acercó a él buscando una de las manos que estaban atadas al frente, el de pecas forcejeó pero su diestra fue atrapada de cualquier modo —¿Dónde está tu soldadito cuando lo necesitas? Estos últimos meses disfruté ver su cara de perro abandonado cuando te tocaba.— Deslizó el anillo por el dedo anular de Sergio —La manera en la que te miraba cada vez que creía que nadie lo veía— Se burló —No tienes idea de lo mucho que disfruté verle las orejas caídas y la cola entre las patas cuando te ibas de mi mano y no la suya.

—Nada de eso fue real ¿No entiendes?— Sergio miró con desprecio el anillo e intentó sacarlo de su dedo usando la otra mano —No olvidé cada golpe que me diste, no olvidé el dolor que me hiciste pasar, no olvidé nada.— En cuanto pudo sacar la joya la dejó caer al suelo —Y te voy a recordar el asco que siento por tí hasta que me mates de verdad.

Lando se quedó en silencio por un momento, se puso de pie para alcanzar el anillo y volver a tomarlo.
—Ay, Checo. Si tan solo me hubieses odiado en secreto...

El inglés se fue sobre el de pecas obligándole en un desesperado beso que reflejaba la necesidad de poseerle en todos los sentidos.

Sergio intentó alejarse, pero estar limitado de esa forma simplemente hacía imposible algo que de por sí era complicado.

—Aprenderás a amarme, de eso estoy seguro.

Lando forcejeaba con Sergio, el de pecas se retorcía bajo su toque al notar los intentos de su raptor por despojarle la ropa. Tenía miedo, estaba entrando en pánico y le asustaba lo que podría suceder. No quería pasar por eso, no quería enfrentarse a esa situación, tampoco estaba seguro de si podría sobrevivir a esa maldita experiencia que nunca pidió pasar.

—¡Lando!— Una voz estridente se escuchó a espaldas de los dos —Por favor, déjalo en paz.

.

•••

Jelou, je.

Ya volví a aparecer por aquí y les traigo actualización del caso champiñón.
Al final sí terminé yendo al otorrino y ayer me la pasé con fiebre todo el hijueputa día, así que estuve dormido y adolorido.

Resulta que de haber esperado un par de días más pude haber tenido parálisis facial por la inflamación de mis vías auditivas, menos mal acudí a tiempo para evitarlo.

Por otro lado, espero que a todo mundo le esté yendo bien en sus respectivas áreas de vida y los tqm mucho, gracias por permanecer aquí y seguir leyendo mis ideas que a veces sí se pasan de delulus.

Nos leemos más tarde, intentaré seguir actualizando hoy y mañana.💜✨

Corruption | ChestappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora