Capítulo 12

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Habían pasado un par de días desde aquel peculiar acontecimiento. En la mente de Max se había introducido un hilo de pensamiento que se volvía molesto. Sergio no era tonto pero actuaba como tal en todas partes y aquello le hacía ruido. No entendía la necesidad de fingir que era un tipo de persona diferente allá afuera pero no tenía derecho a cuestionar cosa alguna, el trato era claro desde el inicio, la relación era meramente profesional y ese mínimo acercamiento debía quedarse enterrado en una amnesia forzada.

—¿Dónde está Max?— Era fin de semana, Sergio desayunaba luego de haber tenido otra de sus noches de carreras.

—Oh, le pedí que comprara unas cosas, regresa en un rato.— Sergio asintió y Diana le acercó un plato de cereal con leche —¿Seguro que no quieres otra cosa?— El pecoso negó con la cabeza y ella volvió a su trabajo, le dejó comer tranquilamente y después volvió a hablar —¿Irás a correr hoy, Sergio?— Estuvo a punto de recibir una respuesta pero la puerta de entrada se abrió, Max había vuelto con los encargos de Diana.

Sergio le observó, ese hombre realmente siempre lucía como un retrato. Esas camisetas de mangas largas y cuello alto siempre en colores oscuros, pantalones oscuros y ese cabello entre desordenado y ordenado. Ambos se encontraron y Sergio desvió la mirada al plato de cereal, acomodándose un mechón de cabello detrás de la oreja. Por dios, solo era Max, el rubio molesto que le seguía los pasos a donde sea que se moviera, era sinónimo de límites, cortaba su libertad, definitivamente no debía estar ahí, tenía que existir algún modo de deshacerse de él, no podía creer que a pesar de los días, todavía no había aprendido nada de ese tipo.

Una notificación le sacó de aquellos pensamientos y casi escupe su cereal cuando la leyó. Era Lewis, pero el detalle no estaba en eso, era Lewis pidiéndole una salida donde solo serían ellos dos. Y maldita sea, ese hombre la había gustado desde que llegó a California, fue el primero que le tendió una mano cuando no conocía a nadie, sabía que Hamilton no había visto todas sus facetas, pero confiaba en que era quien le trataba con más humanidad.

—Voy a salir mas tarde.— Se paró casi de un brinco y con la mirada en el teléfono se dirigió a su habitación, los nervios se le notaban en todo el cuerpo.

—¿Vas a correr?

—¿Ah?— Una mirada rápida a Diana —No, no. Saldré con Lewis pasará por mí a las 7— Y entonces pareció caer en cuenta de alguna cosa —Eso es en exactamente cinco horas, dios santo.— Apresuró el paso y subió las escaleras casi corriendo. Tenía que verse bien, no como siempre, esta vez debía esforzarse porque, bueno, serían solo los dos sin nadie que los interrumpa, solo ellos dos por primera vez, y sabrá dios cómo acabarían las cosas.

Algunas horas pasaron y Max junto a Diana se ocuparon de los deberes del departamento. A Max le había agradado rápidamente la mujer, ella podría ser su madre y quizá, internamente, esa era gran parte de la razón de su simpatía. Diana era amable, una mujer de más de cuarenta que nunca se había casado, que hablaba perfectamente inglés y español, ella había vivido con la familia Pérez desde que era muy pequeña, dado que antes de ella, su madre también trabajó ahí. Ella amaba genuinamente a la familia, pero tenía un peculiar cariño hacia Sergio, quien siempre mostró ser mucho más sensible, amable y atento que Carlos o Antonio.

—¿Necesitas algo más de ayuda?— El rubio había bajado un saco de tierra para jardinería.

Diana negó —Deberías ir a alistarte, Sergio va a salir en un rato.— Recibió un asentimiento de Max —Necesito que lo cuides, por favor. Checo puede ser un poco imprudente a veces, pero es muy listo, y tal vez también pueda pecar de inocente. Sé que viniendo de una familia como la suya decir que tuvo una infancia difícil puede ser egoísta o irreal, pero por favor, solo mantenlo a salvo.— Había algo en las palabras de Diana, quizá esa preocupación genuina que logró conmover un poco a Max, no quería relacionarse con Sergio más allá del trabajo, pero su entorno lo estaba obligando cada vez más a romper esas barreras.

De nuevo, no hubo discusión alguna cuando  Sergio coincidió con su guardaespaldas al salir. Ya no peleaba, sabía que pedirle que se quedara era inútil y escaparse no era fácil, así que simplemente rodó los ojos y siguió de largo.

Sergio se veía peculiarmente bien. Se notaba el esfuerzo de horas de cuidado personal. Su piel lucía inusualmente radiante, como si se hubiese hidratado por días enteros. Su cabello brillaba, no estaba especialmente peinado, pero caía de una forma natural y tan hermosa que podría ser digna de un millón de fotografías. Su atuendo era discreto como siempre pero su gusto en ropa era acertado y apostaba a hacerlo lucir como el muchacho joven que era. Sergio era lindo, y Max se preguntaba por qué Antonio Pérez había tardado tanto en ponerle seguridad.

—En realidad deberías ser tu quien me lleve a todos lados, no debería ser yo quien conduzca. Pero siendo realistas, jamás te dejaría tocar a Fito y me da asco pensar en subirme a un maldito Mercedes, así que tal vez vayamos la siguiente semana a comprar otro coche, escuché que Renault tiene buenos vehículos esta temporada.— Max asintió sin decir palabra alguna —Supongo que no hay mucho que se pueda  hacer después  de todo, siempre que no me impidas hacer las cosas que me gustan, no veo problema con que te quedes un poco más.

Aceptar cambiar un par de cosas, como el hecho de permitir dejar a Fito en casa y dejar que Max desempeñara las labores para las que había sido contratado, eran tal vez producto de esa noche. Sergio también había pensado profundo al respecto. El rubio no estaba tomado, de hecho, no estaba bajo ningún efecto de algo, pero escogió hacerle compañía, no sabía si por pena o si realmente se sintió conmovido, o si solo obedeció ordenes, pero el calor que le regaló entonces debía ser recompensado y esa sería su manera.

En cuanto llegaron al restaurant al que Lewis había citado al pecoso, fue evidente el cambio de actitud del mismo. Sergio se portaba como un tonto que reía de absolutamente todo, por más estúpido que fuese. Lewis, por su parte, le regaló una mirada severa al guarda, le había dejado claro que no le agradaba, y no porque el moreno tuviese intenciones retorcidas, más bien era una costumbre adquirida.

El tiempo pasó. Sergio sonreía como nunca, escuchaba atentamente las historias de Hamilton y éste también lo escuchaba a él. Max observaba a una distancia considerable para no entrometerse en la cita, todavía sería una noche larga. 


...

Hola, les habla Arth.

Honestamente estos días he estado viendo mucho contenido Chewis (Checo x Lewis) y ahora estoy tentado a escribirle algo a estos niños. De ser así ¿Se animarían a leerlo? Si me permiten escribirlo para ustedes, prometo dar mi mejor esfuerzo.


Gracias por sus lecturas, los tqm.

Corruption | ChestappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora