Capítulo 26

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Este capítulo contiene narraciones +18. Leer bajo advertencia.

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Tomó a Max del cuello de la camiseta  y se acercó rápidamente para besarle. Fue un contacto tímido y breve, pues a ambos los tomó por sorpresa. 

El rubio miró a su jefe, sus mejillas estaban rojas, se distinguía incluso en la oscuridad del coche. Fue inevitable no volver a besarlo.

Para Max, aquel movimiento fue inesperado, él mismo se sorprendió buscando más de aquello, pero no era momento de detenerse y pensar. Nunca se había sentido bajo los efectos de ese tipo de calor, parecía que ese tipo de fuego era capaz de perturbar a la mente más fría del mundo, estaba funcionando con él. Se sentía como si la lógica se apagara conforme la temperatura subía. De repente ya tenía a Sergio a horcajadas de él, sus manos también le habían acunado el rostro en un contacto desesperado y tierno, aunque él no sabía qué hacer con sus manos y las mantenía orbitando los muslos del pecoso pero sin atreverse a tocarlo.

—No quiero hacer esto si tú no quieres—La voz de su jefe era suave, jadeante, se había convertido en un susurro que dejó salir aliento caliente casi sobre su nariz.

Max no quiso quitarle la mirada de encima, no entendía cómo tenía el poder de hacerle perder la cordura, pero ahí estaba, Sergio era precioso y se tomó un instante para observar su cuerpo. Era bellísimo, desde que lo conoció le pareció que tenía el porte de un atleta de alto rendimiento, aunque había perdido músculo por aquel periodo depresivo, seguía teniendo ese tipo de curvas que nadie espera en un hombre. 

¿Que no quería? ¿Estaba loco? Si en el fondo se moría de ganas por besarlo otra vez y tantas veces como se lo permitiera la noche, así que se lo permitió. Las consecuencias después serían tema aparte, de cualquier modo ya estaban ahí, el momento era irreversible, lo ideal era tomarlo y explotarlo tanto como fuese posible.

—Diablos, yo... Ah.— El pecoso se sintió avergonzado por la aparente indiferencia de Max —Lo siento, no debí, fue estúpido.— Quiso bajar del regazo del rubio pero este lo detuvo sosteniendo su brazo.

—Déjame ser tuyo de una manera en la que el dinero no puede comprar.— Y a Sergio le dio un escalofrío, sintió que el corazón le latió tan rápido que podría morir.

Esos ojos azules que se parecían al océano a unos metros de ellos eran tempestuosos, profundos, sentía que si caía en ellos no habría forma de salir con vida, pero quizá no quería intentarlo, quizá quería tratar de ahogarse en ellos. Quería saltar y probar, que la marea lo arrastrara a donde tuviese que llegar.

Ambos se unieron en un beso, esta vez no había nada de delicado en él, no estaba lleno de ternura pero sí de necesidad, ese tipo de sensación en la que ambos se sorprendieron de estar esperando por tanto tiempo, como si soportaran en silencio hasta para ellos mismos.

Max no sabía qué hacer con exactitud, no sabía dónde tocar, pero las manos gentiles de Sergio le guiaron sin necesidad de palabras. Le gustaba el contacto de las manos pesadas del rubio sobre sus muslos, esas manos ásperas que se sentían incluso a través de la tela empapada de sus pantalones. Le provocaban un hormigueo estremecedor, lo hacían jadear y anhelar un poco más.

El pecoso tampoco se quedó quieto, se permitió explorar los hombros y el pecho de su pareja. Se sentían firmes, fuertes. Solo un par de veces se  había encontrado con Max volviendo de correr afuera, pero ahora mismo se preguntaba cómo lucía ese cuerpo desnudo y la idea lo hacía querer ver.                                                                                                                                                                     Ya no lo soportó más y sus manos se escabulleron por debajo de la tela de la camiseta del rubio, haciendo que éste reaccionara y apretara con fuerza su cintura, Sergio gimió. Fue suficiente para Max.

Corruption | ChestappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora