Capítulo 57

618 110 22
                                    

¿Qué pasa cuando se acaricia la falta de cordura? ¿De qué punto tan atrás se puede volver? ¿Dónde empieza el momento de no retorno?
Es difícil saberlo, especialmente cuando lo último en lo que se quiere pensar es en el agresor antes que en la seguridad de cada uno.

Sergio no podía procesar hasta dónde habían llegado las cosas, ni siquiera sabía dónde había empezado todo, pero el resultado era desastroso en cada sentido.
Sentía miedo, ni siquiera tenía tiempo para pensar en el asco que causaban esas manos inquietas recorriendo su cuerpo porque debía encontrar la manera de defenderse lo más que pudiera, aunque en el fondo ¿De qué servía?

Max no lo encontraría, por más inteligencia y equipo, le tomaría tiempo hacerlo sin algo que le diera pistas y entonces sería demasiado tarde porque ya se habría perdido en algún lugar del mundo.
Quizá esa era la vida de Sergio Pérez y no podía evitarse, tal vez ese era su final y nada podía cambiar la narración de su historia. Estaba solo, toda la vida lo estuvo, así que lo que pensó como una segunda oportunidad, simplemente fue una forma cruel de la vida para mostrarle que el ser humano puede morir muchas veces y cada una puede ser más horrible que la anterior.

—¡Lando!— Esa voz, en el momento no supo de dónde venía, pero por Dios que era un milagro —Por favor, déjalo en paz.

Un momento de silencio abordó el lugar, las manos del inglés que estaban sujetando fuertemente el reborde de sus pantalones intentando quitarlos, se habían aquietado.

—¿Qué se supone que haces?— Lando se echó a reír ante la imagen que observaba. Oscar estaba de pie a un par de metros de ellos, en sus manos sostenía el arma que había recibido antes y apuntaba a su amigo. —Te vas a lastimar, no seas tonto.

—Déjalo en paz.— Las manos de Oscar temblaban, jamás había sujetado un arma antes, no habían motivos. El inglés volteó con Sergio y acarició su mejilla lentamente. —¡Estoy hablando en serio!

Lando gruñó fastidiado, permitiendo que el de pecas quedara recostado en el suelo del taller. Se puso de pie limpiando el polvo que se había pegado sutilmente a sus pantalones y se dirigió a Oscar con un gesto serio pero relajado.

—¿De verdad?— Oscar tragó en seco pero asintió —¿Entonces por qué tus manos tiemblan?

—Por-Por favor, solo deja que se vaya. Él no quiere estar aquí, no está bien obligar a otros a hacer cosas que no quieren.— Un traqueteo suave se escuchó en cuanto el cañón del arma se acunó en el pecho del inglés.

—¿Y vas a disparar?— Lando se burló —Si tomo a Sergio en tu cara ¿Vas a disparar? No tienes el valor.— Entrecerró los ojos acusándole.

A decir verdad, la tensión se sentía densa en el ambiente. Sergio tenía miedo de intentar algo, se había paralizado porque no sabía qué hacer. Jamás se había metido en una situación así y él no era Max, no tenía un entrenamiento que le ayudara para saber qué hacer, tenía miedo de tomar una mala decisión que lo llevara a un resultado peor, tal como había pasado con cada pieza que había movido en su tablero.

—Solo deja que se vaya, podemos hacer esto bien, puedes salir adelante.— Oscar temblaba, también estaba asustado —Lando, yo... Yo puedo quedarme contigo si quieres, puedo mostrarte-

—¿Qué?— El crespo dio un paso al frente, el arma se había presionado tanto en su pecho que ya habría dejado un moretón —¿Un amor bonito?— Esa sonrisa retorcida apareció —Sé que estás tan enamorado de mí como yo de Sergio ¿Es que no quieres que sea feliz?— Le regaló una mirada suplicante y se alejó lentamente para obligarlo a bajar el arma suavemente.

Oscar se quedó callado, no supo qué contestar y sus manos temblorosas todavía sostenían la pesada pistola.
Cómo pudo pretender que Lando no lo sabría desde mucho tiempo atrás, haciendo memoria, más de una vez lo había manipulado así, esos ojos suplicantes y esa voz suave le habían llevado a extremos que jamás imaginó tocar.

Él no era ese tipo de persona, no quería seguir haciendo tanto daño como había hecho.
Siempre creyó que nadie sería capaz de aceptarlo como amigo porque, según Lando, era un chico demasiado callado y poco interesante, incluso aburrido. Ante esa perspectiva y alimentado por algún comentario al azar, Oscar genuinamente pensaba que su único vínculo social era ese inglés del que se había enamorado por internet.

Lando no perdía el tiempo, estaba cansado de todo el drama que se estaba haciendo, al final de cuentas, Sergio sería suyo sin importar el medio, por lo que ya lo arrastraba de vuelta a la avioneta.
—Te va a encantar Tailandia.

Las esperanzas de Sergio se acababan conforme la distancia entre ellos y la aeronave se reducía. Nadie iba a llegar en su rescate porque este no era un cuento de hadas, había tomado pésimas decisiones que contribuían a los resultados actuales, cometió errores cegado por su enojo y aquí estaban sus consecuencias.

Sus pasos, podía escucharlos resonar en sus oídos conforme el metal de la avioneta se ponía frente a él. Ya no sentía que pelear tuviese algún sentido, quizá su única opción era aceptar lo que se le había reservado para el final.

—Gracias por la espera, le pagaré muy bien por el servicio.— El único que hablaba y actuaba con naturalidad era Lando, pues ahora mismo subía a Sergio a la avioneta como si de un viaje de casados se tratara —Nos vamos en cuanto esté listo.

El piloto no se atrevió a decir nada, después de todo, también era una situación shockeante para él. Simplemente acomodó su gorra y se dirigió a su lado de la cabina.

Eso era todo. No había un final feliz, no había oportunidad, una vez en el aire, Sergio se habría perdido de todo y todos los que conocía, no existía un futuro en las carreras, en nada más que el encierro de Lando. Todo el tiempo pensó que alejarse de su familia significaría libertad.

Que irónico.

Corruption | ChestappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora