Capítulo 42

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Los días se habían convertido en semanas, Max continuaba al tanto de Sergio y este permanecía profundamente dormido en la cama de aquel hospital. 

Sebastian se había visto forzado a volver a Estados Unidos para seguir con su trabajo y el periodo de vacaciones había terminado. En esos larguísimos días también se había hablado sobre la contratación de Sergio como piloto profesional, Mercedes se enteró de lo sucedido y fue recibido como una tragedia, si no conseguía haber una mejoría en el muchacho el siguiente mes, perdería por completo la oferta. Ahora su vida y su futuro dependían totalmente de lo que los médicos y su voluntad pudiesen hacer.

Max no había dormido casi nada esas semanas, se la pasaba al lado de Sergio. Le hablaba, le contaba de su día, le explicaba lo lindo que era el amanecer y el anochecer, también le mantenía limpio y lo más sano posible. Las enfermeras le habían enseñado a cuidar de Sergio y asearlo, a mover sus extremidades con cuidado para evitar que se arruinaran, el rubio estaba comprometido con él de tal forma que empezaron a volverse un tema de conversación en el hospital, se hablaba de la dulzura de Max al cuidar de Sergio, de lo delicado que era al tocarle, de la especial atención que podía cuando debía aprender algo nuevo. 

Aquello resultaba irrelevante para el rubio, él solo deseaba que su Sergio despertara pronto, que pudiera abrir los ojos un día.

En esa época Oscar estuvo junto al dúo de chicos investigando todo lo que pudieron, incluso les acompañaba en las visitas al pecoso. Pudo ver el cariño que le tenían y la manera en la que esperaban por su mejoría sin perder las esperanzas, era como si no les importara que Sergio durmiera tanto, su presencia estaba tan gravada en la vida de todos que parecía que podía incluso escucharlo reírse de los chistes malos de Pierre. Por desgracia para ellos, el muchacho tuvo que volver al continente americano, pero se fue con la promesa de que seguiría haciendo lo posible por apoyar la causa desde lejos, si Lando le buscaba, Oscar hablaría de inmediato.

El mundo seguía moviéndose y Max se preguntaba cuánto tiempo más debía esperar. No se trataba de que se estuviera impacientando, era más bien que le aterraba que para cuando Sergio abriera esos preciosos ojos él tendría que correr para alcanzar a los demás.

El rubio observaba la ciudad desde el balcón de la habitación, era de noche, las luces de los edificios, tiendas y algunas casas iluminaban cada rincón. Mónaco, ese debía ser su hogar y ahora parecía más bien la cuna de sus peores días. Suspiró.

Incluso tan ensimismado en sus pensamientos, Max reaccionó de inmediato cuando escuchó un pitido irregular que provenía de las máquinas que mantenían con vida a Sergio a sus espaldas. Corrió hacia adentro moviendo rápidamente la puerta corrediza y se encontró con una imagen que le impactó de inmediato. Sergio estaba despertando, se quejaba y repetía movimientos erráticos. El rubio no dudó y corrió para pedir ayuda, después de todo debía ser un equipo capacitado quien retirara todos los artefactos y el vendaje. Por obviedad, Max tuvo que abandonar la habitación y se aseguró de dar aviso a todas las personas que estaban al pendiente del pecoso. 

—¿Señor Verstappen?— Una enfermera salió de la habitación buscando al rubio —Venga, por favor. 

Max se puso de pie de inmediato y siguió a la joven —Es probable que el paciente presente algunos signos de confusión y aletargamiento a causa del tiempo que estuvo dormido. También puede que tenga dificultades para ponerse de pie o hablar, pero es común luego de un coma.

Llegaron a la puerta y a Max se le congeló la sangre, sintió un escalofrío que le sacudió la espina dorsal y le caló hasta los huesos. Checo estaba ahí, sentado en la cama con un vendaje cubriendo su cabeza, pero estaba vivo, hablaba con el médico que terminaba de inspeccionarlo, tan tranquilo y sereno que pareció un sueño.

Entonces se atrevió a dar un paso al frente y entrar por fin. En cada centímetro que avanzaba podía escuchar el resonar de sus pasos y la voz débil de Sergio al fondo, cual eco. Se acercó hasta estar frente a él y su presencia inevitablemente atrajo la atención del más bajo, quien paró de hablar con el de bata blanca y este se retiró un poco para permitirles espacio.

Max no lo soportó, hacia mucho que lo extrañaba, así que sin dudarlo le abrazó fuerte siendo cuidadoso de no lastimarlo.
—Dios, Checo...— Pudo notar lo delgado que era el azabache en sus brazos —Te extrañé tanto, como no tienes idea.— Estaba al borde de las lágrimas, tanto lo extrañó que ni siquiera notó que Sergio no le devolvía el abrazo, que estaba rígido y callado.

—Disculpe, yo... Yo no lo conozco.— Esas palabras salieron apenas en un muy fino hilo de voz pero resonaron con fuerza en los oídos de Max. 

El rubio se quedó helado, no quería soltarlo porque le daba miedo ver esos ojos vacíos. No lo recordaba, de todas las cosas en el mundo que pensó que podían hacerlo temblar, había descubierto que esa era una. 

—Por favor, permítame.— El médico se levantó para acercarse e inspeccionar nuevamente al pecoso. Anteriormente le estaba haciendo preguntas relacionadas sobre sus recuerdos y había contestado bien, sobre su nombre, nacionalidad, sobre su edad y la cantidad de dedos en las manos, incluso pudo ordenar aquellas tarjetas para hacer una historia, pero tal parecía que no podía recordar a otras personas, por lo menos no al hombre que tenía enfrente.

Lando
(6:33 p.m.)
En tres minutos.

Piastriceta
(6:33 p.m.)
Ok

Oscar había regresado a California y tras el aviso de Max sobre las novedades de Sergio, no había dudado en citar a Lando para poder hablar al respecto, después de todo era su trabajo mantenerlo actualizado.

—Maldita sea.— El inglés maldijo bajo pateando una piedrita que estaba por ahí. Se habían reunido tarde por la noche en un jardín cercano al edificio de Oscar. —No se supone que, ya sabes, no debería poder respirar más.— Se llevó las manos a la cara para intentar hacerse reaccionar.

—Max dice que no se acuerda de nada ni de nadie, le preguntaron por lo sucedido y declaró que solo tenía memorias de estar en el suelo perdiendo sangre, pero que no tiene memorias de nada antes ni durante el accidente.— El australiano tenía las manos metidas en la sudadera, el aliento se dibujaba en el aire cada que hablaban por las temperaturas de la noche —Pensé que estabas enamorado de él, no entiendo por qué intentaste matarlo.

—¿Qué? ¡No!— Lando reaccionó de inmediato —Yo no quería matarlo. Si Sergio se iba, yo iría tras él, debemos estar juntos, pero mis planes de hacerlo en otra vida se arruinaron porque parece que nunca me sale nada bien.— Era frustración real lo que Oscar percibía en el tono de su amigo.

Entonces se dio cuenta de algo, Lando estaba terrible y profundamente obsesionado con Sergio. Tanto que incluso había perdido la cualidad de pensar racionalmente y sintió miedo cuando supo que él jamás pararía hasta que Sergio le perteneciera en el más ruin sentido. 

—¿Y qué quieres hacer entonces?— Ante la pregunta, el inglés se lo pensó un momento.

—Volver a Mónaco y tomar lo que me pertenece. Sergio es mío, no voy a dejar que ese militar estúpido me quite todo el trabajo que he hecho por años. Solo que esta vez me voy a asegurar de hacerlo bien. 

Hacerlo bien, terminar el trabajo, ponerle un punto final a la historia. Y Lando amaba las trágicas historias de amor apasionado.

Corruption | ChestappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora