Epílogo

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Sergio respiraba nervioso, sus manos temblaban mientras se ajustaba los gemelos dorados que adornaban la bonita manga de su traje blanco. No era un atuendo convencional, era un precioso saco adornado con aplicaciones de cristales muy discretos pero elegantes. 

Se miraba buscando alguna imperfección en su cabello, cara o ropa. Se observaba de todos los perfiles posibles solo por si algo estaba fuera de lugar, era como si todo estuviese bien pero a la vez nada le convenciera.

—Wow...— Sebastian abrió la puerta de golpe, como si llevara prisa, pero se detuvo cuando se encontró con la imagen frente a él —Checo, que bonito.

El pecoso se dio la vuelta, su rostro estaba lleno de nerviosismo —¿Tú crees?— Se miró a sí mismo, luego de nuevo a su amigo.

Seb asintió —Vas a dejarnos a todos sin palabras, te lo aseguro. El alemán le extendió el brazo indicándole que era momento de irse y Sergio tomó aquella amable extremidad.

Las puertas se abrieron.

La iglesia era preciosa, adornada de colores blancos y crema, los detalles en dorado por la fachada propia del edificio, un sublime coro entonando una suave melodía para anunciar la llegada del novio.

Sergio sentía que se le revolvía el estómago a cada paso que daba, tenía miedo de arruinarlo de alguna forma porque le parecía increíble haber llegado a este momento de su vida y que se hiciera realidad.

Max observaba a su novio entrar, el bonito traje contrastaba con la luz que se colaba entre los ventanales, las pecas de su rostro estaban adornadas con un suave y bellísimo sonrojo en sus mejillas, su cabello, que elegante e indiferente, caía sin pena alguna sobre su frente. Esos ojitos hermosos que se mostraban inseguros pero ilusionados.

Maldita sea, Max estaba perdida, profunda e indiscutiblemente enamorado de ese hombre. De cada poro de su piel, de cada cabello y pestaña. Max amaba todo lo que era Sergio Pérez.

Las cálidas manos de Max se adelantaron a tomar las de Sergio. Sus ojos se encontraron.

Checo siempre había amado la sensación de paz que el rubio causaba en él sin importar el momento o la situación, esos ojos azules y profundos que brillaban como dos preciosos diamantes eran su ruina total si así lo quería. Si Max un día le pedía el mundo, su trabajo sería conseguirlo a costa de todo, porque así era como él sabía amar.

La boda se celebró en orden, los medios estuvieron presentes tomando fotografías y videos de cada momento, de cada palabra dicha en los votos, de sus miradas e incluso del tierno beso con el que se unieron formalmente ante la vista de todos.

Para la fiesta, las cosas se hicieron un poco menos periodísticas. 

Sergio invitó algunas revistas y canales de internet, pero tampoco quería que su boda fuese todo un evento para otros. Era su momento, era su esposo, era su fiesta, se haría a su manera.

Los invitados empezaron a llegar sin falta, en la entrada, Sergio se encargaba de recibirlos alegremente con una amplia sonrisa. 

México era un lugar pintoresco, la música de salsa se escuchaba de fondo mientras las cosas se ordenaban y los asistentes tomaban su lugar. Max estaba por ahí lidiando con algunas cosas que parecían faltar en la distribución de meseros.

—¡Checo!

—¡Charles!

Ambos amigos se abrazaron con mucho cariño. No se habían visto desde el final de temporada y con los nervios, Checo tampoco se había molestado del todo en confirmar asistencias.

—Creí que no venías.— Ambos hablaban por sobre la música.

—No me iba a perder tu boda ¿Estás loco?— Le dio un golpecito en el hombro al más bajo —Todavía estoy en deuda contigo por lo de Mónaco, te merecías el mejor regalo.

Corruption | ChestappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora