Capítulo 21

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Llevaba una semana y media encerrado. Aquella habitación que se mantenía ordenada y fresca, ahora era una cueva con olor a comida vieja y días de no tomar un baño, el aire acondicionado hacía un poco amena la situación, pero no era para nada un aroma que Sergio Pérez produjera normalmente.

Diana tocaba a su puerta todos los días con la esperanza de que fuera ese el día en el que Checo decidiera levantarse, salir, volver a correr, pero apenas le permitía entrar a dejar un plato de comida que siempre estaba intacto al día siguiente. Sergio siempre estaba envuelto en las cobijas y se reusaba a cualquier rayo de luz solar, ella no le había visto ni siquiera el rostro o un centímetro de piel y sabía que estaba vivo solo porque entre ratos recibía soniditos de esa bola de cobijas.

En la cocina, Diana suspiró. Había regresado con el mismo resultado de los últimos días: Un plato lleno y mal oliente.
Max leía a unos pocos metros en la sala, pero se puso de pie y sobó el hombro de la mujer.

—Ya no sé qué hacer, Max. No sé qué debo decirle o cómo voy a convencerlo de salir de esta.— Diana se cubrió el rostro intentando retener la desesperación que se escapaba en sus palabras —Chequito, mi Chequito, siempre ha sido muy fuerte. Desde que estaba niño lo han tratado muy feo y siempre sabía cómo afrontarlo.

El rubio no era de contacto físico, pero tenía que admitir que la terapia y su propio interés por mejorar habían ayudado, así que ahora se atrevía a sobar la espalda de otro cuando estaba triste.

—Ni siquiera come ¿No?— La nana negó y Max solo apretó los labios. Sergio estaba mal y si no hacían algo no habría cómo ayudarlo dentro de poco.

Desde que sucedió lo del hospital, las redes y los medios no dejaron de hablar sobre la controvertida vida de Sergio Pérez, de su libertinaje y de ser un bueno para nada. Todo mundo criticaba desde miles de perfiles la manera de vivir que tenía, lo acusaban de absurdos y lo reducían a un simple niño rico y estúpido.

Después de la conversación en el baño, intentó hablar con Lewis por mensajes pero terminó siendo bloqueado de todos lados.
Carlos le escribió por primera vez en 19 años solo para recordarle lo decepcionante que era su existencia y el por qué nunca pudieron ser verdaderos hermanos.
Y Antonio ni siquiera lo recordaba.

Se sentía solo, aislado. Sentía que las apariencias y el mundo que intentó construir por años, se habían esfumado por completo en un parpadeo. Alguien había vendido una noticia falsa, un chisme sin fundamentos, y a todo mundo le bastó una imágen fuera de contexto para asumir que era todo verdad.
Los patéticos eran ellos y su periodismo ridículo, pero no quitaba el hecho de que eso lo estuviera matando literalmente.

—¿Cómo está? ¿Ha salido hoy?— Sebastian acababa de llegar al departamento de su amigo, había frecuentado el lugar desde que supo la situación.

—Lo mismo de ayer.— Respondió Diana —No hay forma de sacarlo de ahí.

Max permanecía quieto al fondo, estaba observando.
Nunca había lidiado con algo así, sobre todo porque en su realidad no se les permitía dudar y no tenían tiempo para estar tristes o pensar en sus problemas emocionales, se les obligaba a crear un bloqueo con ese tipo de cosas para estar enfocados.
Tal vez esa era la razón por la que las sesiones con la psicóloga estaban siendo tan efectivas, se estaba permitiendo buscar en sí mismo y enmendar. Se preguntó si tal vez eso era lo mejor para Sergio.

Dejando al par en una conversación llena de preocupación, Max subió las escaleras dirigiéndose al dormitorio de Sergio.
No era un hombre de esperar, prefería actuar y eso haría.

Abrió la puerta sin molestarse en tocar primero o ser silencioso. En cuanto entró pudo ver un pequeño sobresalto viniendo de las cobijas y pasó directo al montón de ropa sucia que empezó a recoger.

Corruption | ChestappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora