Una Tía Sucia [FayeYoko G!P]

Capitulo veinte.

Yoko sintió algo retorcerse en su interior. No sabía por qué, pero esas palabras le hirieron el alma.

-¿Por qué me haces esto, Faye? ¿No puedes olvidar lo que ocurrido en la fiesta y admitir lo que realmente sientes por mí?

Yoko la veía. Sentía el amor de Faye por ella, pero lo único que hacía era ignorarla, y ocultar el verdadero sentimiento que sentía por ella.

-¿Sentir qué? No hay absolutamente nada de lo que yo pueda sentir por tí, Yoko. Escúchame bien, cuando Becky y tu mamá regresen, olvidaremos todo. ¿De acuerdo? Todo volverá a ser como antes.

Yoko sintió un dolor desgarrador en el corazón. Sus ojos se aguaron. Faye no lo sabía, pero la estaba hiriendo con sus palabras. Apretó los labios obligándose a su misma a no llorar y siguió hablando por más que le costara.

-Después de todo lo que hemos pasado ¿Estás segura de que todo volverá a ser como antes?

-Sí - contestó fríamente con el rostro inexpresivo.

-Vale.

De repente, se escuchó el ruido de unas llaves entrar por la cerradura de la puerta principal. La puerta de abrió, y Becky junto con Freen aparecieron con maletas en las manos. Yoko retuvo todas las ganas de querer llorar y dibujó una sonrisa en su rostro.

-¡Hola mamá Freen! - exclamó Yoko abalanzándose hacia los brazos de su madre. -¿Cómo estás?

-Bien, ¿y tú, hija? ¿Has estado estudiando?

Yoko solo asintió, débil. En vez de que su madre le preguntara por cómo había estado, le preguntó por sus estudios. Una cosa más para decir que su madre no la amaba.

-¿Cómo la pasaron? - preguntó Faye

-Excelente. - sonrió Becky -Miami es grande y bellísimo... ¿Y ustedes dos? ¿Alguna novedad?

Faye y Yoko intercambiaron moradas llenas de dolor.

-No hay absolutamente nada de lo que podamos compartir - dijo Yoko, retrocedió unos cuantos pasos y subió las escaleras para encerrarse en su cuarto.

Becky tocó un par de veces la puerta.

-Yoko, cariño, ¿Puedo entrar?

-Sí. - por el tono de su voz, Becky pudo darse cuenta de que había estado llorando.

Becky abrió la puerta y entró. Se acercó había la cama de Yoko y se sentó en la orilla del colchón. Acarició la cabeza de Yoko en un intento por consolarla.

-Mi amor, ¿Qué pasa?

-Nada. - contestó con el rostro hundido en la almohada.

-Sabes que estoy aquí para escucharte... ¿Acaso no te alegra de que tu madre y yo hayamos vuelto?

-No, no es eso - levantó la cabeza y se dió la vuelta para mirarla a los ojos. -Por supuesto que me entra de que estén aquí, es solo que... Mamá ni siquiera me saludó cooo es debido. ¿Tan mal hija soy para que merezca su odio?

-Oh, mi niña, no digas eso... Ella no te odia, sabes que tu madre te quiere.

-No me lo demuestra.