Capítulo 3: Segundo infortunio.

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Sus manos tiemblan de ansiedad mientras se miraba en el espejo de la habitación, rodeado de sirvientes que terminaban de vestirlo y acomodar el traje que usó durante su época militar.

El ambiente estaba cargado de anticipación y nerviosismo; las suaves telas y los bordados dorados de su traje reflejaban la grandiosidad y relevancia del evento.

Se trataba de su fiesta de compromiso. Ajustó su cabello lacio, esforzándose por mantener la compostura; hoy era un día especial.

Para él, para Momo y para el reino de ella en cuestión.

—Gracias —murmuró, apreciando su esbelto y firme porte cubierto por el hermoso traje, el cual portaría con orgullo para la mujer que lo rescató. Sus palabras eran sinceras, un pequeño gesto de gratitud hacia los sirvientes que se retiraron con una reverencia respetuosa, dejándolo solo con sus pensamientos.

Momo era su salvadora, su luz, su mejor amiga, la persona más incondicional que conoce y siente que nada de lo que hará será suficiente para demostrar su gratitud.

Esperaba enamorarse de ella durante su matrimonio porque, en serio, se sentiría dichoso si eso sucediera.

Ella había logrado que todos volvieran a respetarlo, que la nobleza dejara de despreciarlo, que su padre volviera a mirarlo a la cara. Aunque seguía siendo frío, al menos continuó ayudándolo con sus estudios y el trabajo para tomar el título como futuro monarca del reino de Creati.

Un título por el cual seguramente tendría que luchar contra miles de prejuicios y obstáculos, pero estaba bien; demostraría que iba a lograrlo, que era digno de él.

Ser un beta en la nobleza, una sociedad que desprestigiaba a su casta lo había hecho blanco de burlas y desprecio, incluso por miembros de su propia familia.

La propuesta de la princesa había sido inesperada, pero la idea de que su unión pudiera silenciar las habladurías era una esperanza a la que se aferraba con fuerza.

Con un último ajuste de su traje, se preparó para demostrar que estaba preparado para tomar la mano de la princesa Yaoyorozu y desposarla.

Miró con cariño la sortija en su anular. Finalmente, era el día en que se anunciaría oficialmente su compromiso de forma pública, aunque ya todos lo sabían; pero era una formalidad.

La noche anterior había llegado al reino de Creati.

Según el itinerario, sería presentado al pueblo y la nobleza como el futuro príncipe de su nación, luego habría un banquete y, finalmente, un baile a puertas abiertas, donde el pueblo burgués y los plebeyos estaban invitados.

Suspiró, dándose la vuelta para ir al salón.

Esa mañana asistió a la misa para bendecir su matrimonio y su soberanía.

Espera ser un buen gobernador cuando llegara el momento, continuar con la nación de su prometida de forma óptima y justa, tal y como ha sido dirigida por los ancestros de los Yaoyorozu en cada generación. Claro que faltaba mucho para que llegara a ser rey, pero desempeñaría su rol de príncipe con mucha honra y gratitud.

¿Quién diría que el beta al cual todos le dieron la espalda en la tierra que lo vio nacer sería tan bien recibido en un reino ajeno?

Con un suspiro, salió de la habitación que lo hospedaba y se dirigió al salón en el cual se llevaría a cabo el banquete con la sociedad noble del reino de Creati.

Era nuevo; necesitaría adaptarse tanto a ellos como a sus tradiciones. Los sirvientes se movían a su alrededor, arreglando los últimos detalles antes de la gran fiesta de compromiso.

Guía y nitidez [Tododeku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora