25. Olivia

3 0 0
                                    

Debería estar sorprendida o alarmada, pero con Dante siempre había sorpresas y era cansado permanecer expectante tanto tiempo, apenas llegué al hotel me informaron que mi equipaje ya estaban en una habitación, y no cualquier habitación, la presidencial. Pero eso no era todo, el maldito hotel de cinco estrellas era de Dante y Alejandro, una de las chicas de recepción que hablaba español lo mencionó en voz baja cuando creyó que no la escuchábamos.

—Él es amigo de los dueños, escuché que el señor Gastélum y el señor Malerba estaban en la ciudad —le susurró a su amiga, por su acento, era española.

Angélica se quedaba en la otra suite presidencial, si, había dos en un solo piso, mi amiga si que se sorprendió, no la culpaba, esa fue la misma reacción que tuve yo cuando Dante y yo fuimos a la playa.

Ignoré el lujo y mi curiosidad, fui directo al baño para una ducha rápida con agua caliente, cuando estuve limpia y en bata comencé a sentirme famélica, hurgué en el refrigerador de la bien equipada cocina, tomé una gelatina, luego una manzana del frutero, y después hice hotcakes, me importó poco la hora o el desastre que hiciera, estaba molesta, asustada y decepcionada, haría lo que quisiera.

Una hora después estaba engullendo las piezas de pan bañadas en miel de maple con fresas, mantequilla y un vaso de leche, había puesto la televisión en un canal cualquiera de noticias solo para escuchar algo de ruido entre tanto silencio, desde la cocina era completamente visible la mujer de traje hablando en italiano.

Cuando terminé de comer lavé todo lo que ensucié y me fui a la cama, si es que esa gigante plancha acolchonada podía recibir ese nombre, las sabanas blancas y abultadas la hacía verse como el paraíso, apagué la luz de la habitación y me acosté en medio de la cama, era demasiado grande para mi, solo alguien tan alto como Dante podría sentirse cómodo en una cama así.

Dante otra vez apareciendo en mis pensamientos de la nada, no podía despegar su recuerdo de mi cerebro, era como una garrapata aferrándose a mi.

Tomé mi teléfono de la mesita de noche y me percaté de que estaba apagado, ¿cuánto levaba así?, ni siquiera me había dado cuenta de que se había quedado sin batería.

Lo puse a cargar y lo encendí.

Cientos de mensajes me esperaban, mi jefe enojado porque dejé el trabajo por mensaje (la cosa mas irresponsable que había hecho en mi vida), Martín preguntándome si todo estaba bien, Fabián haciendo la misma pregunta (lo más seguro es que Angélica les dijera que me había ido con un maldito loco a  italiana), Angélica preguntando en donde estaba y mamá exigiéndome fotos de Palermo. Contesté los mensajes de mi jefe con disculpas, le aseguré a Martín y Fabián que estaba bien y que al día siguiente hablaría con ellos, e ignoré a mamá, tal vez tome fotos antes de irme y se las enviaría, después se me ocurriría una excusa para mi regreso apresurado.

Dejé el teléfono en donde había estado y por fin me fui a dormir, las almohadas y las sabanas me absorbieron hasta que me quedé dormida.

Desperté al día siguiente sin mirar la hora, el teléfono fijo en la mesa de noche hizo de despertador, contesté de mal humor, estaba durmiendo como nunca en mi vida.

—¿Hola? —pregunté con la voz ronca.

—Señora Gastélum, buenas tarde, llamo debido a que su amiga la señorita Bernal no podía contactar con usted y nuestra política de hospitalidad nos prohíbe abrirle la puerta a menos de que sea una emergencia, ¿se encuentra bien? —me quedé fría al escuchar como me había llamado, ¿por qué me estaba llamando así?

—¿Cómo me llamó? —no lo pude evitar, tenía que corregirla—. Creo que esta confundida, mi nombre es Olivia Aranda, y si, la señorita Aranda está bien, dígale a Angélica que ahora mismo le abro la puerta.

Trampa Para MariposasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora