Epílogo

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La luz de la mañana no fue suficiente para despertarme, seguramente el sol ya llevaba un largo rato en lo alto del cielo, aun así Dante y yo seguíamos en la cama, él seguía durmiendo con un pesado respirar que me daba calma, se veía perfecto contra las sabanas blancas. Después de lo ocurrido en Francia esto era lo que necesitábamos los dos, claro que antes tuve que ceder ante Dante, hace tres días nos casamos en una pequeña iglesia de Madrid, no puedo quejarme, él estuvo de acuerdo en hacer algo pequeño, solo nuestras familias y amigos más cercanos, no hubo más de cincuenta personas a nuestro alrededor, fue perfecto para mi.

Mi madre y mis hermanos no se opusieron a la apresurada boda, luego de salir del hospital solo esperamos dos meses para pararnos frente a un altar y prometernos el resto de nuestras vidas. Hablé con Martín y Fabián para contarles todo lo sucedido, terminamos teniendo una charla de más de tres horas, los dos estaban impresionados al escuchar todo lo que había sucedido, Martín soltó un par de improperios contra mi padre y Fabián intentó hacerlo callar en todas las ocasiones, y luego llegamos a Angélica, nadie había escuchado nada acerca de mi amiga. Llamé a Emma y me dijo que había pasado un par de días desde que la contactó para decirle que estaría fuera del país un par de meses antes de su boda, también dijo que había visitado a su abuelo para pedirle dinero prestado, todo era un misterio en torno a Angélica, solo había contestado un par de mis mensajes, mis llamadas solo caían en su buzón de voz. 

Tenía un millón de preguntas que hacerle a Angélica, pero estaba segura de que no contestaría ni una de ellas si me dedicaba a enviarle cada una de ellas por mensaje, solo podía esperar a que se aclarase la mente y tuviera la confianza venir a hablar conmigo, de otro modo no tendría más noticias de ella, estaba segura de que no podría obtener nada más de ella en este momento.

—¿Qué ocupa tu mente? —la voz ronca de Dante me sacó de mis pensamientos.

Apoyado en uno de sus brazos me miraba con una sonrisa ladeada, estaba desnudo debajo de las sabanas y eso lo hacía más tentador.

—Nada.

Quise omitir cualquier comentario acerca de Angélica, sabía que sacar el tema a colación no traería nada que ayudara, Dante me había escuchado hablar del tema un montón de veces y era muy probable que ya lo tuviera harto, Angélica era una adulta que podía hacer lo que quisiera con su vida, y si quería desaparecer por un tiempo estaba en todo su derecho de hacerlo, así que dejar de repetir en voz alta todas mis dudas y temores acerca de mi amiga tenía que empezar a suceder ahora.

Dante se sentó en la cama y me arrastró hasta su pecho, desnudos y abrazados nos encontrábamos, piel contra piel, se sentía tan bien tenerlo tan cerca de mi.

—¿Tienes miedo? —me preguntó poniendo una mano sobre mi barriga hinchada, sus pensamientos debían de estar dirigidos a nuestros hijos al verme inmersa en mis pensamientos.

—Si, como cualquier futura madre que tendrá que pasar por el parto —fui sincera, me moría de miedo al pensar en entrar en labor de parto.

Besó mi frente y comenzó a hacer círculos con su mano en mi vientre, al instante sentí como unas pequeñas patadas contestaban al gesto de Dante, ahí estaban los pequeños intrusos manifestándose como locos gracias a la atención de su padre.

—Todo estará bien, voy a estar a tu lado en todo momento —aseguró volviendo a besar mi frente.

No hubo muchas palabras más dirigidas a mi, el resto fueron a nuestros no natos, Dante amaba hablar con ellos aunque no obtuviera respuestas, había noches en las que se quedaba dormido a la altura de mi cintura y abrazado a mi vientre, era tierno verlo pasar por esta etapa, no sabía que podía amarlo más de lo que ya lo hacía, no hasta que comenzó a tomar el papel de padre de nuestros hijos.

Trampa Para MariposasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora