14. Dante

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—¡Contesta, ¿cómo es que estas casado y nadie lo sabía?! —gritaba Dany apretando mi mano como si quisiera arrancarla.

Mauricio manejaba por las calles atestadas de Madrid como alma que lleva el diablo. No se le había ocurrido mejor momento a mi hermana para dar a luz que la hora pico.

—Es una historia muy larga, no es momento de que te la cuente —traté de convencerla.

—Una mierda, me vas a contar como es que te casaste con alguien a quien apenas conoces —encajó sus uñas en mi mano, eso seguro dejaría marcas que tardarían en irse un buen rato.

—¿Apenas la conoces? —preguntó Diana mirándome mal por el retrovisor.

Sabía que no lograría zafarme de aquella situación si no les contaba la verdad. Era ahora o nunca. Además terminarían enterándose en cualquier momento.

—Bien, les contaré —si eso aflojaba el fuerte de mi hermana lo consideraría una bendición—. Hace un par de meses fui a una gala, no se si lo recuerdan, a la gala asistieron un montón de personas involucradas en el área hotelera. Resulta que en esa gala se encontraba Nicky Sayer, su padre es un magnate hotelero francés, cuando me presenté la chica no me quitaba la vista de encima, fue la primera vez en mi vida que me sentí violado por una mirada, es aterrador. La chica comenzó a llamarme y enviar mensajes, la ignoré, luego sus acciones se tornaron aterradoras, cartas escritas con su propia sangre, amenazas a cualquier mujer con la que saliera, empleados suyos siguiéndome, hubo un poco de todo. Tiempo después el señor Sayer me pidió encontrarnos en uno de sus hoteles en Paris, estaba de viaje en el país y supuse que se trataba de negocios, pero no era así, el hombre quería que me casara con su hija a cambio de unos cuantos hoteles suyos, obviamente lo rechacé. Pero parece que a Pieter Sayer eso no le sentó muy bien. Ahora ya no eran solo amenazas de su retoño, también él me estaba amenazando con hacerle daño a las personas más cercanas a mi y arruinar mi reputación si no me casaba con su querida hijita.

Danielle me miraba con la boca abierta y parecía haberse olvidado por completo de que estaba a punto de tener un bebé. Diana me estaba mirando con incredulidad desde el asiento delantero, ninguna decía nada, querían saber a donde llevaba aquello a mi inminente boda.

—Y luego Diana me habló de ese pueblo que visitó con Gabriel, de inmediato supe que debía alejarme de Europa por un tiempo, cuando llegué a ese pueblo me gustó el lugar y comencé a ver hoteles que pudiese comprar, al final compré uno. Una tarde me decidí por ir a ver la iglesia, estaba cerrada por obras de restauración, pero ustedes saben que cuando quiero algo lo consigo, así que terminé entrando a la iglesia cuando todos los encargados de la restauración se habían ido, o eso creía. Olivia estaba subida en un andamio y llevaba puestos unos audífonos, cuando entré no me notó y pude verla bailar un poco en las alturas, no parecía tener miedo de caerse y miraba el techo de la iglesia con una pasión extraordinaria en los ojos, se notaba que le importaba poco estar ahí sola recogiendo el material que los demás habían dejado.

A través del retrovisor podía ver a Mauricio lanzarme miradas curiosas mientras conducía, él había estado afuera de la iglesia cuando conocí a Olivia, él solo conocía una parte de la historia.

—No me hizo falta mas de un minuto para darme cuenta de que nunca había conocido ni conocería a alguien como Olivia, cuando alguien ama lo que hace se le nota en los ojos, y si soy sincero, me sentía celoso de la maldita iglesia por robar esas miradas de Olivia. Ella es preciosa y fue más amable de lo que imaginé cuando le pregunté por el arte en la iglesia. Doné un montón de dinero al museo para el que trabajaba con el único objetivo de volver a verla, les hubiera dado mi alma si me la hubieran pedido solo por volver a tenerla frente a mi.

Trampa Para MariposasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora