26. Olivia

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—¡Dante solo bromea! —grito a mi hermana esperando que me crea.

—Olivia, ¿dónde estabas? —me pregunta.

—En el baño, acabamos de llegar de dar un paseo por el puerto —le mentí, no tenía otra opción, no podía decirle que me la pasé dormida toda la mañana porque estaba cansada de ser secuestrada.

—Que bien, me alegra que disfrutes tu viaje, pero aun creo que fuiste muy impulsiva —Dante me miraba mientras sostenía mi teléfono entre los dos, estaba escuchando todo atentamente.

—Si, sé que fue irresponsable de mi parte irme sin decir nada antes de estar arriba de un avión, pero necesitaba unas vacaciones, estaba algo estresada por la universidad y mi inminente incursión en el mundo asalariado —una parte era verdad, si que me causaba ansiedad pensar en la cantidad de solicitudes de trabajo que había enviado y no habían tenido respuesta.

—¿Cómo pagaste el viaje? —ni siquiera mi madre me había estado haciendo estas preguntas cuando la llamé.

—Mi amigo pagó el vuelo y el hotel, además tengo dinero ahorrado, he vendido algunas de mis pinturas por internet —eso me recordaba que regresaría a casa sin un centavo y como desempleada—. Estaré bien, aun puedo regresar a casa con mamá y Tomás.

Mi orgullo me impediría volver a casa, pero eso no se lo diría a Salma, solo tenía que lograr que se calmara y que no pensara que estaba en bancarrota y desempleada.

La mirada que Dante me lanzaba era intimidante, estaba juzgando cada una de mis palabras, como si tuviera voz y voto en todo lo que estaba contándole a mi hermana que haría.

—Al menos no tienes deudas o hijos que alimentar —pude notar una sonrisa en su voz, estaba aliviada de que fuera joven y sin ataduras.

—Si —vacilé—. Salma, te llamaré luego, estoy cansada y debería irme a dormir, fue un día largo.

Mis mentiras terminarían abofeteándome en cualquier momento, pero ahora no pensaría en eso.

—Que descanses —dijo antes de colgar.

No quería ver a los ojos a Dante, estaba segura de que tenía la misma mirada juzgadora de hace unos instantes.

—¿Soy tu amigo? —me preguntó enfadado.

—Pues no eres mi prometido —le contesté igual de enfadada.

Si quería pelear por nuestro estatus, podíamos pelear. De los dos yo era la que tenía más cosas que reclamarle.

—No, no lo soy, soy tu marido —su enojo disminuyó, había caído en cuenta de que se había convertido en mi "marido", o le sorprendió que yo también estuviera enojada.

Tiré de mis manos con fuerza logrando salir del agarre de Dante, lo empujé suavemente pensando en la herida en su estomago y me senté en la cama.

Había un millón de sentimientos chocando unos con otros dentro de mi, aun sentía algo por Dante y al mismo tiempo estaba resentida con él, no me había tomado en cuenta para nada cuando ideó un plan para no convertirse en el títere de Nicky, además, claro, de que prácticamente me obligó a casarme con él.

—No por decisión propia —murmuré.

No lo miré, no podía ahora mismo que no sabía que era lo que sentía por él, necesitaba más tiempo para procesar todo lo que había sucedido y de lo que me había enterado.

Dante bajó de la cama y se plantó frente a mi.

—¿De verdad crees que hice todo esto solo por mi?, ¿de verdad crees que me casé contigo para no casarme con Nicky y que se quedara con todo mi dinero?

Trampa Para MariposasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora