2. Olivia

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La vista del mirador en el que estebamos era impresionante, podías ver todo el pueblo pintado de blanco y coronado de tejas rojo quemado, y aunque pareciera que estábamos en la parte mas alta, no era así, el mirador estaba sentado en la base de una montaña, porque aquí cuando creías que estabas en la sima, siempre había una pequeña casa u hotel que se elevaba por encima de ti.

—El mirador es increíble, ¿hay otro lugar que hayan visto y al que quieran ir? —me ceñí a mi profesionalismo y no pensé en lo que la mirada de Dante me hacía sentir, quería acabar con este recorrido lo mas rápido posible, no quería revolverme la cabeza con cuentos solo porque estaba siendo amable conmigo.

—He visto un pequeño restaurante con terraza frente a la iglesia, podemos ir ahí —dijo Dante. El hombre que lo acompañaba a todas partes se llamaba Mauricio, cuando salimos del restaurante donde desayunamos él mismo se presentó, después de eso no volvió a hablar, él se encargaba de tomar los taxis y pagarlos, los había convencido de que era mas fácil que fuésemos en taxi, ellos conocían a la perfección los lugares turísticos a los que debíamos ir, además eso contribuiría a la economía local.

—Bien, vamos a ese restaurante, ¿de casualidad sabes como se llama? —indagué para hacernos mas fácil llegar ahí.

—No, pero se que esta frente a la iglesia, un huésped me dijo que fuera ahí —dijo Dante.

Inicié por dar un paso atrás para alejarme del mirador, pero el empedrado de la calle no me ayudó, pisé mal y tropecé, estaba segura de que esto me dolería mucho además de que me causaría la vergüenza del año, dos en uno, perfecto.

Pero no llegué a tocar el suelo, unos brazos me atraparon en el aire. Dante Gastélum me tomó de la cintura, sus ojos miraron directamente a los míos, estábamos tan cerca el uno del otro que podía escuchar su respiración. Esta era la escena cliché que solías ver en las películas románticas, solo que no la estaba viendo en una pantalla, la estaba viviendo con un hombre hermoso.

—¿Estas bien? —me preguntó en un susurro grave.

Por poco y gimo en vez de contestar, pero retuve mi voz y me forcé a contestar un simple:

—Si, estoy bien.

Recuperé el aire que mis pulmones habían perdido y me puse en pie otra vez, Dante me ayudó, aun estaba nerviosa por lo que había ocurrido, o tal vez estaba nerviosa por la mirada del hombre que me había atrapado.

—Gracias —volví a hablar para agradecerle no dejarme caer contra las piedras calientes que conformaban la calle. Sería mejor restarle importancia, ese no había sido un gesto romántico, era un gesto de educación.

Traté de olvidar lo que había ocurrido, y sin rodeos comenzamos a bajar los escalones de piedra que nos llevaban a la pequeña calle por la que llegamos, Mauricio detuvo al primer taxi que vio y en menos de 10 minutos ya estábamos a una cuadra de la plaza. Todo en el pueblo quedaba muy cerca, la multitud de turistas dificultaba el movimiento de los vehículos, esta era la razón por la que no podías simplemente presionar el acelerador y llegar a tu destino, la paciencia era una virtud en calles tan estrechas como la mayoría de las que encontrabas aquí.

Cuando estuvimos frente a la iglesia me di cuenta de a que restaurante se refería Dante, "Agua Clara", uno de los mas caros y con las mejores vistas a la iglesia y la plaza, no podía negar que llamaba mucho la atención a los turistas y tenían comida muy buena, Martín y yo entramos una vez y pedimos lo mas barato del menú, nunca volvimos.

Dante me hizo un gesto con la mano para que fuera la primera en entrar en el restaurante, subí las escaleras para llegar a la terraza llena de sombrillas verdes, cada una sobre una mesa, la iglesia se apreciaba al fondo de la estancia, la primera en recibirnos fue una chica con traje de camarera, preguntó por el numero de personas y conteste con un simple "tres, por favor", a lo que Dante me corrigió diciendo:

Trampa Para MariposasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora