30. Olivia

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—¿Te vas a quedar ahí toda la noche?

Desde que entramos en la habitación no me moví de la puerta, estaba estática como una estatua, como si moverme implicara que él me tocara al instante.

—Buena idea, podría tomar una cobija y una almohada para acampar frente a la puerta —de verdad estaba considerando esa posibilidad con tal de que no pusiera esas peligrosas manos sobre mi.

—Si haces eso cuenta con que me arrastraré hasta ti a mitad de la noche, te desnudaré y luego te follaré contra el piso hasta que salga el sol.

Pasé saliva solo de pensar en los dos desnudos, con él sobre mi contra el suelo frente a la puerta, de repente hacía mucho calor y mi entrepierna hormigueaba. ¿Debía considerar eso como una amenaza o una promesa?

—¿Qué pasa?, ¿te agrada la idea de tenerme de nuevo dentro de ti? —dio un par de pasos que con sus largas piernas logró situarse frente a mi, más cerca de lo que es saludable para mi paz mental.

Traté de hablar, pero salió mal, un gemido no era la mejor respuesta a sus preguntas. Tenía la cara en llamas, y estoy segura de que estaba roja. Sus manos vagaron por mi cuerpo acariciándome hasta posarse en mi cintura, de un jalón me acercó a su cadera, no era la única excitada en la habitación, lo podía sentir por completo contra mi.

—No te contengas, los dos sabemos que los dos disfrutamos de estar en la cama, no tienes porque negarte a obtener lo que deseas de mi —insistió Dante con sus labios rosando mi oído.

—No —pude decir por fin. Lo alejé con todas mis fuerzas, lo que para él fue como si una mosca intentara derribarlo.

Tomé mi bolsa y me encerré en el baño con la respiración entrecortada, este era el único lugar seguro, pero solo lo sería por un rato, después tendría que salir y hacerle frente a Dante, mirarlo a los ojos y decirle que no me pusiera un dedo encima, probablemente la cosa mas difícil que haría en mi vida.

Me metí en la bañera con sales aromáticas para tratar de calmar mi calentura, Dante solo me había puesto las manos encima y yo me había encendido entre sus dedos, él tenía razón cuando dijo que disfrutábamos de estar en la cama, pero eso no significaba que me rendiría a sus caricias. Después de veinte minutos intentando no pensar en el hombre que me alborotaba las hormonas y que se encontraba afuera, salí de la bañera. Hurgué en mi bolsa solo para recordar que no tenía mi pijama cómoda, la tenía Dante.

No quería ponerme la ropa que me había quitado, miré a mi alrededor y milagrosamente encontré una bata blanca, me la pondría solo para salir a exigirle mi ropa a Dante, pan comido, o eso pensaba.

Sus ojos me devoraron en cuanto abrí la puerta del baño, estaba recostado con los brazos cruzados detrás de su cabeza en la cama, se veía que estaba de lo más relajado.

—Necesito mi pijama —le exigí.

Sonrió el muy sínico.

—No necesitas pijama, puedes dormir desnuda —dijo en voz grave.

El hormigueo regresó a mi entrepierna, mierda, acaba de recriminarme en la bañera justamente por este tipo de reacción en mi cuerpo, no podía seguir derritiéndome así de fácil por unas cuantas palabras.

—Así estarás mas cómoda.

Lo ignoré y fui hasta su maleta, ahí debía de haber algo de mi ropa. La puse en el piso y la abrí, en una de las mitades de la maleta estaba su ropa, jeans, camisas negras, zapatos, todas sus pertenencias, y del otro lado solo había un par de prendas mías, pantalones, blusas, suéteres e incluso vestidos, pero no había señales de mi pijama o ropa interior, ¿por qué era eso lo único que faltaba?

Trampa Para MariposasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora