9. Olivia

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"¿Entonces me harás un espacio en tu agenda para esta tarde?"

El mensaje de Dante me hizo sonreír, como si yo fuese la más ocupada de los dos. Desde el domingo no lo veo y por todos sus mensajes sé que se la vive haciendo videollamadas y teniendo reuniones con gente del hotel, que diga que yo soy la que tiene que hacer un espacio en mi agenda es una broma cruel de su parte.

"Él que tiene que hacer espacio en su agenda eres tu, yo estoy libre esta tarde"

Continué moviendo cajas en el almacén del museo mientras veía a Martín bailar con una escoba al fondo del pasillo en el que estábamos, si no lo conociera bien creería que está loco, que nadie más escuche la música que él si lo hace ver muy mal.

"Paso por ti a las siete para ver una película en mi casa, mi agenda puede esperar"

Reí como colegiala, un par de palabras de Dante y me sentía la chica mas especial de este lado del mundo, así de peligroso era que alguien te gustara.

—¿Martín? —Roberto se asomó desde la puerta, miró a mi amigo mover las caderas con cara de no saber que estaba ocurriendo en el lugar.

—No te escucha, lleva audífonos —le informé.

—¡Martín! —le gritó a todo pulmón para llamar su atención, pero mi amigo siguió sin escucharlo.

Me acerqué a él y con un dedo le di suaves golpes en el hombro, Martín se dio la vuelta y me miró sin quitarse los audífonos.

Señalé a Roberto en la puerta con la cabeza, suspiré, sabía que en un segundo la vergüenza de Martín lo aplastaría y luego me culparía por no avisarle que alguien lo vio moviendo las caderas como teibolera.

—Lo siento yo... —murmuró Martín a Roberto con la cara roja.

—Ayúdame a mover un andamio, rápido —Roberto estaba más amargado de lo normal, como si descargara sus frustraciones personales en el trabajo, supongo que estar a punto de tener un hijo pone de nervios al hombre.

Martín fue detrás de Roberto y yo me quedé sola en el almacén.

Terminamos de limpiar temprano y la señora Altamirano nos dejó en libertad antes de las cinco de la tarde, me venía como anillo al dedo, ahora tendría tiempo de terminar una de mis pinturas y alistarme para ver a Dante.

—Estoy tan celoso de ti, tu tienes a tu hombre aquí, Fabián no sabe si podrá venir a verme aun, dijo que Angélica había estado muy rara desde hace tiempo y no sabía si ella tendría tiempo de acompañarlo.

No había hablado con Angélica desde hace un tiempo, me sentía culpable por olvidarme de enviarle mensajes o llamarla, Dante consumía mis pensamientos últimamente.

—Fabián vendrá a verte incluso si Angélica se niega a venir con él —intenté consolarlo.

Martín sacó las llaves de la casa y abrió la puerta.

—Espero que sea como dices, porque me estoy muriendo por verlo —ahora entendía a Martín cuando decía que se moría por ver a su novio, la sensación de extrañar a alguien que te gusta era nueva y desagradable.

Entramos en casa y cada quien se fue a su habitación, sabía que mi amigo iría directamente a dormir, pasó toda la mañana bostezando. Yo me enfoqué en terminar el cuadro que aun estaba en mi caballete.

Los colores oscuros eran mi parte favorita, y siempre que estaba por terminar mis pinturas agregaba un poco más de profundidad a cada objeto, las luces eran mínimas, pero necesarias, así que no pasaban desapercibidas en pequeñas zonas del cuadro. Antes de que me diera cuenta ya eran las seis de la tarde, mis manos estaban llenas de manchas de pintura y no sabía que me pondría.

Trampa Para MariposasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora