27. Dante

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Estaba listo para conocer a la abuela de mi hijo o hija, después de media hora de Olivia mordiéndose las uñas y caminando de un lado a otro mientras coordinaba la llamada, por fin estaba haciendo la llamada desde mi computadora, estábamos los dos sentados en la cama con una almohada sirviendo de mesa.

Olivia me había advertido sobre lo que podía o no decir. Nada de referencias a toda nuestra actividad sexual, nada sobre nuestra boda en la que la novia no sabía que estaba en una boda, tampoco se diría una palabra sobre mis sospechas de un embarazo. Las cuestiones importantes no eran algo que Olivia quisiera decirle a su madre. Solo nos quedaríamos con la información suficiente para que la señora Aranda no estuviera en peligro por culpa de Nicky y Giovanni.

Mientras la pantalla de mi computadora parpadeaba mostrando la llamada aun sin respuesta Olivia seguía enviándome miradas de advertencia, si no quería hacerla enojar tenía que seguir el guion que habíamos acordado.

El sonido que emitía el ordenador se detuvo y la pantalla mostró a una mujer de rostro ovalado, cabello negro opaco y corto, a su lado había un hombre de menos de treinta años, el cabello de él también era negro pero no había ni un rastro de edad en el, sus ojos eran idénticos a los de la mujer, tan oscuros que parecían ser completamente negros, eran demasiado parecidos, ese tenía que ser Tomás Aranda, el hermano de Olivia, y a su lado estaba su madre.

—¡Mamá! —exclamó feliz Olivia a mi lado.

—Hola, Livy —dijo su madre en tono suave y dulce—. Estoy tan aliviada de verte, creí que algo te había sucedido y por eso estabas llamando tan repentinamente.

Su hermano permanecía callado. Me estaba observando detenidamente, podía sentir su mirada incluso a través de la pantalla.

—¿Quién es tu amigo, Livy? —preguntó Tomás monótono y sin siquiera saludar a su hermana.

—Dante Gastélum, y es mi novio —la timidez en su voz me puso duro, o tal vez fue el que reconociera que estamos en una relación. En fin, esa denominación me había costado media hora de argumentación y constantes gritos para recalcar que no volvería conmigo (aunque eso está por verse).

La sonrisa en de la señora Aranda permaneció, pero el semblante de Tomás solo se hizo más gélido, ahora se notaba que estaba disgustado.

—Le dijiste a mamá que ibas a Italia con un tal Giovanni —no era una pregunta, le estaba recriminando—. ¿Por qué le mentiste a mamá?

Vi a Olivia pasar saliva, estaba siendo acorralada por su hermano, su madre ahora si que había borrado su sonrisa, era como si hubiera recordado las palabras de su hija avisándole del viaje con un hombre diferente al que ahora le estaba presentando. Había una mueca triste en el rostro de mi suegra.

—No le mintió, solo evitó mencionarme para no preocuparlos —interrumpí.

Olivia me miró espantada por lo que acababa de decir.

—Giovanni si que vino a Italia con Olivia, pero resultó ser que solo la trajo aquí para que hablara con una chica que me acosa —no sé si debí decir eso, pero lo dije—. Tomé un avión hasta aquí en cuanto me enteré, la chica de la que les hablo intentó obligarme a casarme con ella para quedarse con mi negocio, amenazó a Olivia con alejarse de mi y ahora mismo estoy encargándome del asunto.

Las emociones de la madre de Olivia iban fluctuando, de feliz a triste, y de triste a preocupada, ahora mismo comenzaba a arrepentirme de haberle dicho aquello a la señora Aranda.

—Te llamé para contarte eso, mamá —le confesó Olivia con voz temblorosa—. Estoy bien, no me he enfermado, no he salido a recorrer la ciudad por seguridad, perdón por no haberte contado todo.

Trampa Para MariposasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora