29. Olivia

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Por alguna razón la comida hoy sabía mejor que nunca, el olor de la carne me hacía agua la boca, el plato frente a mi tenía un aspecto increíble, y el sabor era lo mejor que había comido nunca.

—Despacio, la carne no saldrá corriendo —dijo Dante mirándome con diversión.

—Tengo hambre —me justifiqué aun con un pedazo de carne en la boca. No le presté atención y seguí comiendo.

—Hay algo que aun no comprendo —dijo Viktor llamando nuestra atención—. ¿Por qué la pequeña tigresa no lleva un anillo?, desde que los conocí esta mañana me da la impresión de que eres muy obsesivo y celoso con tu esposa, Dante. Me parece raro que no lleve tu anillo en el dedo anular.

Estuve a punto de lanzar un comentario sarcástico sobre su machismo y la manera tan descarada en la que me estaba cosificando, pero no llegue a eso porque no pude terminar de masticar mi carne lo suficientemente rápido, Dante se me adelantó.

—No es de tu incumbencia —le gruñó mirándolo como si estuviera a punto de arrojarle el cuchillo que estaba usando para cortar su carne.

Una sonrisa de suficiencia apareció en el rostro de Viktor. Parecía que Dante le había confirmado lo que ya sospechaba con la manera en como lo miraba.

Sabía que Dante me había mentido y no debió engañarme para casarme con él, pero no soportaba la manera en que ese hombre lo miraba, había burla en sus ojos.

—No llevo anillo porque me la paso pintando con oleo, prefiero no llevar uno para no llenarlo de pintura o perderlo entre quitarlo y ponerlo —le contesté grosera y de mal humor.

—Así que eres pintora, ¿qué tipo de cuadros pintas? —me preguntó dejando lo que tenía en las manos para apoyar los codos en la mesa y prestarme toda su atención.

—¿Ves ese de ahí? —señalé el cuadro gigante frente a mi con una joven en un vestido rosa pálido con todo el aspecto de pertenecer a la alta alcurnia de hace más de dos siglos.

Viktor miró a donde apuntaba y luego regresó la mirada a mi para asentir.

—Pues eso pero con sangre, pus, gusanos y huesos de fuera —dije sin una pizca de vergüenza.

—¿Es en serio? —me preguntó, pero yo no me preocupé en contestarle, seguí comiendo poniéndole más atención a mi plato que a los que me rodeaban.

—Es muy en serio —escucho decir a Dante, ¿pero que es eso que escucho en su voz?, ¿orgullo?

Al ruso no parecía quedarle claro, tal vez solo creía que una mujer solo podía pintar flores y paisajes bonitos, quien sabe en que mundo crecería y viviría hasta el día de hoy.

La atención se redirigió a mi amiga, por fin tendría la oportunidad de comer mis sagrados alimentos sin interrupciones, que Angélica se ocupara de las preguntas del jefe de la Bratva, yo definitivamente estaba fuera.

—¿Y usted señorita?, ¿a que se dedica?

—Dejé la carrera de medicina y ahora trabajo en un hotel —contestó sin ánimos de ser cordial a la pregunta de Viktor con respecto a lo que hacía.

La cara del monarca del castillo en el que estábamos quedándonos miró a mi amiga como si le hubiera abofeteado, confusión, eso era lo que más había en su rostro a mi parecer.

—¿Y estas en una relación como tu amiga? —me miró por un segundo con sus ojos fríos.

Angélica negó con la cabeza luego de darle un sorbo a su copa de vino tinto.

—No, soy asexual —la muy mentirosa estaba contestando solo para que no la mandaran a asesinar.

Y ahora mismo me quedaba más que claro que no quería ser contemplada como una posible aventura romántica para Viktor Ivanov. No es que fuera egocéntrica o narcisista, es que de verdad tenía pretendientes a cualquier lugar al que fuéramos, bonita, inteligente, elegante y elocuente eran una combinación peligrosa para atraer hombres, y mi amiga era todo eso y más.

Trampa Para MariposasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora