La sombra de una traición

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Advertencia: escena sexual.

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El silencio se asentó en el palacio y en todo Kethria. A pesar de ser conocido como "El Reino Oscuro", los habitantes jamás habían sufrido de tanta penumbra como ahora. Sin querer admitirlo, todos eran conscientes de los cambios drásticos que habían sufrido sus vidas a partir de la implementación de aquellas nuevas leyes. Los temibles Reguladores trabajaban lado a lado con la Guardia Oscura, cazando "rebeldes" que en realidad eran personas inocentes que habían tenido la desdicha de encontrarse en el lugar y momento equivocado.

Decapitaciones, fusilamientos, ejecuciones a golpes y personas quemadas vivas en lugares públicos. Esa era la manera en la que la reina Leigh-Anne se aseguraba de que los rebeldes supieran sus consecuencias, incluso si eso hacía dudar a su propia gente de su capacidad de gobernar justamente.

Habían pasado sólo tres días, pero Kethria era ahora un reino completamente nuevo, renovado desde el miedo y la sed de control.

—Hemos tenido buenos resultados —aseguraba la reina a su hermano, con el largo cabello oscuro cayendo como cascada sobre su espalda, Ernest la miraba a través del holograma, tan inexpresivo como siempre— Hay menos gente en las calles más de una hora antes del toque de queda y en las inspecciones no se ha reportado nada extraño.

—Debes estar alerta— insistía Ernest. Tenso a pesar de su sereno rostro—Tengo un presentimiento extraño...nada bueno.

—¿De qué hablas?

La atmósfera se volvió más fría y tensa de lo que ya era. La reina se acomodó el vestido color gris cuyos pequeños adornos destellaban con la luz que emitía el holograma. Su hermano se quedó pensando un momento, buscando una respuesta que ni siquiera él tenía.

—Dobla los turnos de la Guardia Oscura y envía el doble de Reguladores a la siguiente ejecución—ordenó el rey, sin importar la expresión de sorpresa de su hermana.

—¿Por qué? ¿No escuchaste? Todo está bien, Ernest.

—Sólo hazlo—masculló él, subiendo la voz—. Están esperando, pero pronto atacarán de nuevo, no puedes bajar la guardia ahora.

La reina se cruzó de brazos y contrario a toda expectativa, se echó a reír.

—Papá te hizo paranoico —se burló, sin importar el ceño fruncido de su mellizo y la mirada penetrante a través del holograma—. Estás hablando igual que él.

—Deja de decir estupideces —gruñó el rey.

—Tú deja de hacerlo —respondió Leigh-Anne, divertida—. Puede que las nuevas leyes hayan tenido buenos resultados, pero han sido costosas. El Parlamento me cuestiona sobre los gastos extra en armas y eventos públicos. No destinaré ni un solo Klaric más a estos asuntos.

—¡Leigh-Anne, te ordeno que...!

—No, hermano. Tú no puedes ordenarme nada —lo cortó, sonriendo de oreja a oreja con la simple intención de hacerlo enfurecer. Los ojos azules de ambos se encendieron con todas las emociones que fluían en el ambiente—. Puede que suenes como él, pero no eres nuestro padre.

Antes de que Ernest pudiera protestar, su hermana terminó la comunicación. Golpeó el panel de transmisiones y tuvo que obligarse a respirar con regularidad antes de salir de la sala de comunicaciones. Donde se cruzó con Kristen, cuyo hermoso cabello rubio se movía al ritmo de sus elegantes pasos y se acomodó perfectamente sobre sus hombros cuando se detuvo al ver a su esposo.

—No puedo creer lo que estás haciendo en Kethria —comenzó ella, Ernest contuvo el impulso de poner los ojos en blanco, sonaba igual a su hijo—. ¿Ganaremos esta guerra asesinando inocentes?

El poder de la corona (👑#2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora