Los errores que nos persiguen

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—Lilay, ¿dónde demonios estás?

—En Klaren —replicó la pelirroja, aún dando vueltas por la habitación de huéspedes reales para no tener que ver a Gaia a través del holograma.

—¿Qué? ¿Por qué carajo estás en Klaren?

—Porque tenías razón —reconoció Lilay, bajando la voz—. Mi padre jamás me ayudará a vengarme de Archie, tendré que hacerlo yo misma.

—Ajá y por eso... ¿te comprometiste con él?

—Sí. No es algo real... por ahora. Pero así lograré volver loco a tu ex novio —comentó la pelirroja con gracia—. Estoy segura de que querrá salir de su escondite cuando su querido príncipe siga pasando tiempo conmigo, y cuando lo haga... lo asesinarán y Archie será mío.

—Okay... siento que debo recordarte que el príncipe no es realmente tu prometido.

—Al menos a los ojos de todos los reinos lo es—aseguró Lilay, molesta por el tono de voz burlón de la castaña, que apartó la mirada un momento y frunció el ceño, convirtiendo el momento en uno lleno de tensión para ambas—. Le hice creer que ambos nos beneficiaríamos de este acuerdo.

—¿Cómo? —preguntó la rebelde, aunque sin querer saber la respuesta en realidad.

—Quiere eliminar el sustento de los cargos de ese... soldado —masculló, cruzándose de brazos al no poder decir aquella palabra sin molestar a Gaia—. En serio no entiendo qué tiene de especial.

—Espera... ¿Ese príncipe te ofreció fingir ser tu novio a cambio de salvar a su novio?

—Ajá —espetó la princesa—. Qué rápido entiendes.

—Vaya —murmuró la castaña, con un tono entre incredulidad y burla.

La princesa miró su imagen por primera vez en esos minutos, pero la apartó al momento que sintió los penetrantes ojos de la rebelde repasar su figura.

—En fin... ¿para qué llamaste?

—No intentes cambiar el tema —ordenó Gaia—. Es una idiotez lo que tratas de hacer, ¿lo sabes?

—Yo creo que es inteligente.

—Sí, eso es porque tú no lo eres.

La princesa no ocultó su indignación, abrió la boca sorprendida y permaneció sin palabras por unos segundos.

—¿Cómo te atreves? —gruñó—. He permitido tu horrible comportamiento porque mi padre me asignó trabajar contigo, pero has hecho tantas cosas que merecen que te reporte a la Guardia León, ¡o a los Reguladores para tu ejecución!

—Sí, en ese caso... —continuó la castaña, tranquila—. De acuerdo a las leyes a las que quieres apegarte, tú también serías ejecutada, ¿no es así?

Lilay la miró furiosa.

—¡Tú me besaste!

—Y tú me besaste después —respondió Gaia al instante, cortándola—. Que quieras olvidarlo no significa que no haya pasado.

La princesa no pudo responder, así que se hizo un pesado silencio entre ambas hasta que por fin pudo romperlo.

—Da igual, eso no cambia nada —murmuró Lilay finalmente, intentando recuperar su compostura—. Mi plan sigue en pie.

Gaia sólo se recuperó para poner los ojos en blanco.

—¿De verdad crees que puedes confiar en él? —preguntó Gaia, con un tono más suave pero lleno de escepticismo—. ¿Qué no te dejará cuando le des lo que quiere y Alec sea libre?

El poder de la corona (👑#2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora