3 | Escapando de lo (des)conocido

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Los pasos rápidos y urgentes del General Lars resonaban con fuerza en los pasillos del palacio, al igual que el ritmo de su corazón en su pecho. Tenía la vista nublada, de no haber sabido el camino se habría perdido, pero tenía su objetivo tan claro que era casi como si sus pies se movieran por sí mismos.

Dio vuelta a la esquina y fue consciente de que estaba ignorando a quien lo llamaba repetidas veces, seguramente uno de sus soldados. Pero no tenía tiempo, no ahora, tenía que encontrar a Alec antes de que alguien más lo hiciera.

—...¿general? ¿Señor se encuentra bien?

No respondió, al contrario, la pregunta sólo lo hizo apretar los dientes, tratando de llevar su atención a otra parte de su cuerpo que no fuera su pecho, que ardía como si le hubieran prendido fuego.

—General, por favor siéntese.

—¡No puedo, Ben! No... —murmuró, por fin deteniéndose para notar la mirada preocupada del joven médico sobre él, su propia respiración quería matarlo, al menos así se sentía—. ¿Dónde...dónde está el príncipe?

—Eh, él...él subió a su habitación hace varias horas, supongo que está durmiendo ya...

—¿Y Alec? —lo cortó, recuperándose parcialmente para mirarlo.

—Lo vi bajar al nivel inferior.

—¿Está con el prisionero?

—Sí, señor.

Las respuestas de Ben eran rápidas y cortas, pues había intuido que era lo que el general necesitaba en ese momento. Lars se incorporó para seguir caminando con pasos rápidos y justo cuando Ben se debatía consigo mismo si debía seguirlo, Lars se giró hacia él para dictar sus órdenes.

—No dejes que nadie más baje a las celdas.

—Pero-

—Es una orden, Bentley.

Su reciente pánico se había ido, ahora tenía nuevamente un objetivo que estaba desesperado por cumplir. No corrió, hubiera sido sospechoso, saludó a cada uno de los soldados que se cruzó en el camino con un asentimiento de cabeza y mantuvo sus manos cerradas en puños para evitar que alguien notara su pulso tembloroso.

Cualquier error de su parte, pondría en aún más riesgo a Alec. Así que no cometería ninguno.

Llegó después de lo que pareció una eternidad a las zonas de celdas. Envió a los pocos soldados que vio arriba para que "ayudaran a Ben" en alguna tarea que el joven médico tendría que inventar cuando llegaran.

Abrió la puerta de la celda con trabajo, pues de su mano se resbaló un par de veces la tarjeta que debía pasar por el panel. Cuando por fin lo logró, ambos chicos lo miraron, Alec frunció el ceño de inmediato.

—General, ¿qué...?

—Tienes que irte, Alec —lo cortó, su pecho elevándose rápidamente. El corazón del muchacho igualó el ritmo del suyo, sabía que algo pasaba—. El rey ordenó tu ejecución.

Ejecución.

La palabra le heló la sangre, seguido de la expresión de Lars frente a él, quien sintió su corazón romperse por completo al ver a aquel chico que quería como un hijo palidecer ante la idea.

—¿Qué es lo que...?

—Te acusa de traición —interrumpió Lars de nuevo, su voz tensa—. Por conspirar con los rebeldes.

No hizo falta más, Alec entendió todo. Miró a Lance, esposado a su lado con las cejas levantadas y una sonrisa que enfureció a su hermano al instante.

El poder de la corona (👑#2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora