—Está llamando a la oficina de Clover Casca, por el momento no se encuentra disponible, deje un mensaje y se le atenderá lo más pronto posible.
El príncipe lanzó el celular a la cama, luego se dejó caer en el suelo, derrotado.
—¿Dónde estás, Casca? —murmuró para sí, trayendo sus rodillas hacia el pecho.
La oscuridad de la habitación igualaba la que se había asentado en su pecho hace días, desde que aquellas palabras habían salido de su boca sin que pudiera reflexionarlas previamente.
"No quiero volver a verte"
Jamás había dicho algo de lo que se arrepintiera tanto.
Pasaron varias horas y vio la luz del amanecer comenzar a asomarse por detrás de las cortinas de la habitación. Wolf resopló, escondiendo su rostro entre sus rodillas. Odiaba Klaren, el famoso reino dorado, no entendía a su gente y mucho menos lo que representaba como reino líder.
Y menos entendía por qué su primo sí lo hacía.
La rabia creció en su pecho y lo apresó como había estado evitando desde que había llegado a Klaren. Luego esa rabia se convirtió en miedo y después, en tristeza. Todas esas emociones se reflejaron en cada lágrima que derramó.
Estaba agotado, completamente exhausto de tener que cumplir con expectativas que no fueran las suyas, todo para proteger un reino y un poder que ni siquiera le pertenecían, e incluso no le pertenecerían aunque realmente subiera al trono de Klaren.
Siempre lo preferirían a él. A su príncipe "perfecto".
¿Pero es que todos estaban ciegos para darse cuenta de que su amado príncipe era uno de esos impuros rebeldes que los Reguladores se esforzaban por exterminar día con día?
Alguna vez estuvo dispuesto a delatarlo, a contarle a su tío lo que su hijo realmente era, estuvo a punto de abrir la boca pero eso fue hasta que...
Hasta que apareció él.
Ahora todo lo llevaba a Clover. Había intentado odiarlo, intentar que le provocara el mismo desprecio la idea de tenerlo enfrente, de tener sentimientos por él y querer que la sensación que le provocaba tenerlo entre sus brazos se alargara toda la vida.
Pero no lo logró. Cada una de esas veces en las que intentó olvidarlo, alejarlo o ignorarlo, Clover buscó la forma de atravesar cada barrera que había levantado. Él era el único que podía hacerlo.
Es por eso que resultaba tan peligroso tenerlo cerca ahora que tenía que seguir las órdenes de Ernest, y para protegerlo, tuvo que asegurarse de que Clover pudiera odiarlo.
Pero no, el único que se odiaba era él mismo. Pues Clover, en algún lugar subterráneo del palacio, con las heridas aún abiertas y expuestas ante el aire putrefacto de uno de los sótanos secretos del rey Ernest, aún se negaba a ayudar a su captor a dañarlo, sin importar cuál fuera el precio.
Fue sólo coincidencia que ambos estuvieran recordando el mismo momento que compartieron en la universidad. Aquella vez, envueltos entre sábanas que se les pegaban al cuerpo gracias al sudor y ahora un par de lágrimas. Había sido la primera vez que Wolf lloraba en presencia de alguien más, y ahora permanecía en un completo estado de shock mientras Clover pasaba las manos por sus mejillas con suavidad. Segundos después, dejó su mano quieta en la mejilla del príncipe, quien soltó un suave sollozo al sentir su cálida palma presionar ligeramente su rostro a modo de consuelo.
—¿Estás bien? —susurró el más bajo, el tono miel en sus ojos resaltaba con la ligera luz del baño del dormitorio que habían olvidado apagar. Wolf no contestó, así que se acercó un poco más a su rostro y dejó un corto beso en sus labios—. ¿Wolf?
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El poder de la corona (👑#2)
Teen FictionLa guerra ha comenzado. La lucha de los reinos contra la rebelión continúa destapando verdades del pasado, revelando secretos que lo cambiarán todo. Los ataques de parte de Los Perdidos siguen debilitando la fé en la monarquía, se pide un cambio a...