Lo que revelan las llamas

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—¡Alec! Mierda, ¿me escuchaste?

—Cállate, Lance.

—¡Por Dios! ¡Acepta que estamos perdidos!

—Tú llevas perdido desde que naciste.

Las respuestas de su hermano mayor lo estaban llevando a su límite.

—No sé por qué sigues confiando en gente del ejército —gruñó Lance, cruzándose de brazos.

Alec sólo se detuvo para mirarlo sobre su hombro y así contestarle.

—Confío más en ellos que en ti.

Siguió su camino con pasos rápidos y firmes, pero Lance se quedó atrás un momento. Tratando de descifrar por qué le había afectado tanto escucharlo decir esa frase.

Era ridículo, no era algo que no supiera. Su hermano y él jamás habían logrado entenderse, pues a su parecer, Alec era igual que su madre, el parecido no se limitaba a lo físico, sino también a la forma de pensar y los ideales que compartían.

Aunque trataba de ignorar aquello, porque si su hermano se parecía a ella, ¿eso qué significaba para él? Le constaba que no se parecía a Giselle físicamente o su forma de ver la vida, pero la otra opción, por más que le había gustado al inicio, ahora hacía que se le revolviera el estómago.

Se parecía a su padre.

Un rey, un rebelde, un tirano.

¿En qué faceta era similar a él?

Apresuró el paso para alcanzar a Alec y caminaron en silencio unos minutos. Lance se tensó cuando su hermano se detuvo de la nada, mirando hacia atrás, pero no a él, sino a algo que se ocultaba entre los árboles, o mejor dicho, por encima de los árboles.

—Ugh, maldito perro con alas —masculló Alec, aferrándose a la pistola que siempre cargaba en su cinturón mientras mantenía la mirada fija arriba—. Cómo odio esas cosas.

Lance siguió a su hermano con la mirada sin saber muy bien a dónde iba.

—¿No dicen que es mala idea atacar a un Alker? —cuestionó en un murmullo.

—Lo es, pero en este caso no tenemos opción —respondió Alec, extrañamente tranquilo—. Probablemente sea de la Fuerza Especial. Son excelentes rastreadores.

Lance no iba a desaprovechar la oportunidad para burlarse, aunque tuviera que hacerlo en susurros.

—Ja. ¿Así que en vez de rescatarte, tu príncipe envió un Alker para delatar tu posición? ¿Qué idiota haría...?

No terminó la oración. Alec no lo dejó, Lance sintió el frío cañón de la pistola en el pecho. Aun así, se rehusó a quitar su expresión divertida. Sin importar que hubiera sentido miedo verdadero cuando su hermano lo miró directamente a los ojos.

—Cierra la maldita boca —advirtió el mayor, en voz baja—. Jamás vuelvas a hablar de Archie, nunca.

Lance soltó una risita, pero guardó silencio de golpe al escuchar más movimiento sobre las copas de los altos árboles en el precioso bosque de Klaren. El Alker comenzó a descender, sus grandes alas desplegadas y ojos brillando mientras buscaba algo—o a alguien—en el enorme bosque.

—Mierda, está justo encima de nosotros —murmuró el menor, esta vez con un tono más serio.

Alec apuntó, el dedo listo para apretar el gatillo. Lance siguió observándolo por un instante, una idea no tan descabellada se formaba en su mente. Reconoció el patrón de vuelo, la forma en que el Alker se movía, y el inusual tamaño tan reducido de la criatura.

El poder de la corona (👑#2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora