9 | ¿Cómo olvidar un recuerdo ajeno?

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—¡Sáquenme de aquí!

La princesa no había dejado de gritar durante horas. Lance se mantuvo sentado en el suelo, siguiéndola con una mirada amenazante mientras la princesa recorría la celda. El chico sólo se contenía de gritarle porque sabía que al hacerlo terminaría despertando a Lyndsay, que dormía tranquilamente en sus brazos, cubierta por el ligero abrigo que Lance tenía puesto hace unos minutos para amortiguar los gritos de la pelirroja que seguía sin poder aceptar que lo que pasaba frente a ella no era una simple pesadilla.

—Lilay —la llamó Gaia, sentada con la espalda contra la puerta de la celda metálica—. Nadie puede oírte.

—Yo sí —murmuró Lance, dejando de acariciar el cabello de su novia momentáneamente para masajear las sienes—. Cállate. Ahora sé por qué papá estaba desesperado por deshacerse de ti.

La indignación de la princesa se hizo obvia en su rostro, sólo tardó un segundo en tratar de abalanzarse sobre él. Lo habría logrado si Gaia no hubiera esperado su reacción y actuado antes que ella. Reteniéndola al rodearla con los brazos, impidiéndole acercarse al pelinegro que reía con sorna.

—¡No hables de mi padre! —exigió ella.

—Nuestro padre, loca —la corrigió Lance, como si tuviera alguna importancia—. No es una sorpresa que se haya aburrido de ti tan rápido, ahora que no le sirves.

—Cállate, Lance —espetó Gaia sin discreción alguna, sorprendiendo un poco al chico por su actitud protectora hacia la princesa, que aún forcejeaba entre sus brazos—. ¿En serio crees que puedes decir eso después de todo lo que Kenzo te hizo? No te proyectes en Lilay. Ambos. No se proyecten en el otro, ¿no se dan cuenta? Su padre es un maldito maniático que nos utilizó a todos... y ahora que tiene a Alec, sólo es cuestión de tiempo para que se deshaga de nosotros.

Lance guardó silencio, bajando un poco la mirada para ver a Lyndsay, aún dormida y tranquila mientras lo abrazaba. Luego, sus ojos bajaron aún más, posicionándose en el pequeño vientre abultado de su novia. No pudo evitar sonreír, pero esa pequeño momento de felicidad fue efímero, pues pronto recordó la situación en la que se encontraban. Entonces, aunque no quería hacerlo, tuvo que admitir que Gaia tenía razón.

—La rebelión dejó de ser lo que era hace mucho —continuó la castaña, lamentándose. Lilay se había tranquilizado, pero no parecía incómoda ahora que Gaia la mantenía abrazada por la cintura por detrás—. Su padre los tiene a todos sirviendo en el palacio, ha traicionado todo por lo que alguna vez juró que lucharía...

—Hasta a nosotros —murmuró la princesa, como perdida. Lance quiso apartar la mirada cuando Lilay subió la cabeza pero no pudo hacerlo—. Somos sus hijos, ¿cómo es posible que...?

Lance se encogió de hombros.

—Así es Kenzo —respondió, tratando de mantener su voz baja para no despertar a Lyndsay—. Ahora por fin lo he aceptado... siempre fue un oportunista, dispuesto a sacrificar cualquier cosa o persona para conseguir lo que quiere.

Lilay cerró los ojos, como si estuviera tratando de bloquear el dolor de la verdad. Gaia la abrazó más fuerte, murmurando algo en su oído para calmarla. La princesa se giró hacia ella apenas la soltó.

—Esto es culpa de Archer —murmuró la pelirroja. Gaia le apartó el cabello de la cara en un gesto casi inconsciente, los ojos azules de Lilay estaban clavados en ella—. Pude haberlo hecho mejor, si él no hubiera roto el compromiso...

Lance rió desde su esquina.

—¿En serio, Lilay?

—No voy a hablar contigo —aseguró la chica entre dientes.

El poder de la corona (👑#2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora