12 | Cómo muere un miedo

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Advertencia: sangre, violencia.

—Tenemos que entrar ya —insistió Alec entre dientes.

—Alec.

—No, Lauren —interrumpió, desesperado—. No trates de convencerme de esperar, porque ha pasado una semana, ni siquiera sabemos si...

No pudo completar la frase, así que cerró sus manos en puños para aguantar su frustración. Lauren suspiró y Lars fue quien avanzó hacia el chico, mirándolo directamente a los ojos al ponerle una mano sobre el hombro.

Entonces, como un buen padre que conocía a su hijo, supo de inmediato lo que realmente le pasaba.

—¿Podrían dejarnos solos? —pidió el general al resto de soldados.

Lauren no ocultó su sorpresa, pero ordenó que todos salieran para dejar al general y a Alec en aquel cuarto de control improvisado.

Alec intentó alejarse, pero la mano de Lars en su brazo lo hizo detenerse.

—Relájate, Alec, siéntate un momento.

—¿Sentarme? ¿En serio me estás pidiendo que descanse en un momento así? —preguntó incrédulo, liberándose de un tirón—. ¡Es mi hermano y sigue en este estúpido palacio con Kenzo! ¿Has decidido ignorar todo lo que pasa a nuestro alrededor?

—No lo ignoro —aseguró Lars, tranquilo—. Pero tampoco olvido que no puedo controlar todo y que si no me tranquilizo, no podré hacer nada bien.

Alec puso los ojos en blanco.

—¡Nadie aquí hace nada, son unos malditos inútiles! ¡Tenemos que movernos ahora mismo!

—Alec...

—¡No sé qué carajo están esperando todos! ¡Tal vez a que mueran más inocentes!

—¡Alexander! —gritó por fin, haciendo que el chico guardara silencio, pero su expresión llena de rabia no cedió—. Te haría bien ser un poco más agradecido con esta unidad, fueron estos mismos soldados quienes te salvaron y trabajaron por días tratando de curarte, así que no quiero escuchar ni una queja más, ¿entendido?

—¡Deja de intentar darme órdenes! ¡Tú no eres mi padre! —explotó Alec por fin, el sonido de su agitada respiración llenó la habitación—. ¡No actúes como si lo fueras!

El silencio que siguió a sus palabras se sintió como la ruptura del vínculo que habían alimentado por años. El gesto del general permaneció serio e inexpresivo, logrando ocultar por completo sus verdaderas emociones.

—Sé que no lo soy —aseguró Eugene, en tono bajo. Alec se había arrepentido al instante pero las palabras no salían de su boca para disculparse—. Supongo que debí dejarte con quien realmente lo es, ¿no es así?

Alec negó, aún sin encontrar las palabras correctas.

—No, Eugene, yo...

—Está bien, no necesito disculpas —lo cortó el hombre—. Pero creo que tampoco necesito recordarte, Alexander, que sigues siendo el comandante de esta unidad, no me interesa qué otro título se te haya agregado recientemente —Alec asintió, ahora parecía apenado y profundamente arrepentido—. A mí me debes respeto por el simple hecho de ser tu general, ¿está claro?

Alec suspiró.

—Está claro.

Lars asintió, había empezado a alejarse hacia la salida cuando se detuvo para hablar de nuevo.

—Un consejo, Alec... —comenzó en un tono mucho más suave—. Te vendría bien dejar de alejar a aquellos que están preocupados por ti. El príncipe hizo de todo para traerte aquí, al igual que Lauren... y yo.

El poder de la corona (👑#2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora