5 | Lo que cuesta la lealtad

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Advertencia: mención de acciones violentas y sangre.


—¿Lyndsay? —susurró la castaña, acercándose al montón de mantas en la cama. Había cerrado la puerta tras ella pero aún así tuvo que dar otro vistazo par asegurarse de que nadie las escucharía—. ¿Para qué me llamaste? ¿Estás bien?

—No estoy nada bien —confesó con la voz temblorosa. Hasta ese momento Gaia se dio cuenta de lo mucho que lloraba—. Hice algo horrible, creí que era lo mejor para ambos, pues él siempre nos encontraría pero...

—¿Qué? —interrumpió Gaia. Porque francamente no entendía nada—. Por favor, ya tengo suficiente con Lilay hablando en acertijos, explícate.

Tomó asiento en la cama. Lyndsay se tomó su tiempo para incorporarse y acomodarse a su lado.

—¿Qué fue lo que el jefe les dijo sobre Lance? —indagó, parecía desesperada por saber la respuesta—. ¿Dónde les dijo que está?

Gaia levantó la mirada al techo, tratando de recordar.

—Uh... dijo que tú y él habían comenzado con la siguiente fase de su plan.

Los cabellos rubios que caían sobre su rostro comenzaron a empaparse con sus lágrimas al escuchar aquello.

Piensa que lo traicioné. Seguro me odia.

—¿Qué? Terminaron, ¿no es así? —indagó la castaña con cautela pero también con mucha curiosidad. Tenía tiempo queriendo saber la respuesta. Lyndsay sollozó—. ¿Lyn? ¿Qué pasa?

—Yo lo traicioné —soltó de pronto, ambas se congelaron, observándose un momento en silencio—. El jefe... él me dijo que...

Fue incapaz de seguir, las lágrimas fluyeron con fuerza, empapando todo su rostro y las sábanas. Gaia suspiró, sin entender nada, pero no se negó a abrazarla como normalmente haría. Lyn era su mejor amiga por varias razones, la principal: siempre había estado para ella, incluso en sus peores momentos.

Ahora debía regresarle el favor.

—No te alteres, podría ser malo para el bebé —le recordó después de unos segundos, Lyn sollozaba suavemente, recostada sobre su regazo—. Escucha, Lance es un idiota. Me saca de quicio y la verdad no tengo idea de cómo no tienes ganas de golpearlo cuando lo ves pero...

—Yo lo adoro —sollozó la rubia en respuesta, interrumpiéndola—. Estamos... estábamos comprometidos.

Gaia guardó silencio, tratando de superar el shock en el que entró al escuchar aquello.

—Bueno, mi punto era que... no entiendo por qué lo quieres tanto, pero creo que sería bueno que lo llames para contarle la noticia...

—Él me odia, Gaia. ¿No me escuchaste? ¡Lo traicioné!

—Por Dios, no seas dramática —replicó la castaña, poniendo los ojos en blanco momentáneamente—. Puede que sea un idiota, pero ese idiota se muere por ti, Lyndsay. Sería incapaz de odiarte, no importa qué hayas hecho.

Apenas había terminado la oración cuando Lyndsay se incorporó, sentándose a su lado en la cama. Su mirada pronto había recuperado esa energía y determinación que siempre poseía.

—Tienes que ayudarme a escapar.

—¿Qué? Lyn, estás loca...

—No, la locura sería quedarme —aseguró con voz severa—. Cuando regrese el jefe, se enterará del bebé y no quiero imaginarme lo que me hará.

—Pero él no le importa si...

—¡Claro que le importa! ¡En este estado no puede seguir usándome como sujeto de prueba y esa es la única razón por la que sigo viva!

El poder de la corona (👑#2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora