PRÓLOGO

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Nunca supe identificar el momento exacto en el que mi destino se selló o cuando las cosas empezaron a desmoronarse. Pero en el fondo, siempre tuve la más pura certeza de que esos ojos verdes esmeralda nunca abandonarían mis sueños. ¿Sería extraño que también dijera que Colin es el primer recuerdo que tengo en mi vida? El recuerdo es tan vívido que incluso cuando tenía solo 3 años, siento que puedo revivir ese momento cada vez que lo recuerdo, incluso puedo oler la hierba mojada y la sensación del cálido sol en mi piel.

JUNIO/1799

Esos ojos... ¿era la primera vez que los veía? No lo creo. Parecían tan acogedores y tiernos... tan diferentes a los ojos de mamá o de mis hermanas. Así que me levanté y caminé hacia él, alentada por su sonrisa desdentada dirigida a mí.

—Hola, Pen —dijo, todavía sonriendo, y se dio la vuelta para mirarme—. ¿Quieres? —dijo, ofreciéndome la mitad de la galleta que tenía en sus manos.

—¿Qué haces aquí, Penélope? —La voz aguda e irritada de mi madre, que todavía se escuchaba en esos días, me hizo gemir y me levanté para esconderme detrás de Colin, que era más grande que yo. Pero me encontraron y, sin demora, me apartaron de mi protector mientras ella hacía un gesto hacia otro par de ojos, ojos azules esta vez.

—Mamá, déjala quedarse aquí —se puso de pie y se veía tan grande...— ¿Por favor? —suplicó mientras mantenía una mirada triste fija en la de ella.

—Podemos cuidar de ella, Portia —dijo la mujer y la mano de aquel gigante de ojos verde esmeralda se extendió hacia mí.

Y a pesar de mi corta edad, recuerdo la cálida sensación de su piel contra la mía y soñar con ese momento durante días y tal vez años.

FEBRERO/1802

Dos años después, los ojos seguían siendo amables y siempre acompañados de una sonrisa torcida. Estaba en Bridgerton House, buscando un buen lugar donde poder esconderme sin que me encontraran, pero no conocía la casa como ellos y recuerdo la sensación de tristeza que sentí en mi interior cuando me encontré sola en una habitación al azar, sin saber dónde estaba.

—¡Oye, Pen! —susurró Colin entre las paredes y, tras medio segundo de búsqueda, vi la grieta de una pared falsa—. Ven aquí, tengo el escondite perfecto. Nadie nos encontrará.

Fui. Él era mi protector. Confié en él.

Colin todavía era grande y parecía el doble de mi tamaño cuando estaba de pie, pero eso no me importaba. Me tendió la mano y una vez más la tomé sin miedo y lo seguí a ciegas por unos cuantos lugares oscuros hasta que llegamos a uno que estaba lo suficientemente iluminado como para que pudiera verlo. Estuvimos escondidos allí durante mucho tiempo, me pareció en ese momento. ¿Y qué tema podían tener una niña de 5 años y un niño de 8? No lo sé, pero recuerdo ser feliz a su lado mientras sostenía su mano. Colin me hacía reír y me encantaba estar cerca de él. Lo interesante es que cuanto más lo veía, más presentes estaban sus ojos en mis sueños como si fuera algo adictivo, permanente.

De repente me golpeó un viento frío y me estremecí.

- ¿Quieres salir de aquí? -preguntó Colin.

—No —respondí rápidamente. Mi casa era aburrida. Mis hermanas eran aburridas. Y él no. Colin era genial. Eloise era agradable. Daphne también. La verdad es que quería vivir allí y no irme nunca.

Sonrió, se quitó el abrigo, me lo puso por la espalda y me rodeó los hombros con un brazo, abrazándome. —Así no te resfrías.

—Gracias, Colin.

—Me gusta cuando dices mi nombre.

Recuerdo haberle sonreído y de alguna manera haberlo escrito en mi mente.

Nadie dijo que sería fácil ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora