CAPITULO 17

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Esta vez no hay vuelta atrás
¿Qué es real y qué es mío?
Oh, la supervivencia duele
Perderme a mí mismo o perder la cabeza
Cada vez que cierro los ojos,
los pedazos rotos brillan - Evanescence

Si Penélope pudiera definir lo que sentía, la palabra más cercana sería ira. Desde que Colin se fue hasta el momento en que se vio en el espejo, vestida de novia, la ira se impuso a toda la tristeza, al dolor, a la angustia y a tantos otros sentimientos similares, dominándola poco a poco. La imagen de sí misma reflejada en el espejo tampoco ayudaba. Su vestido blanco, todo de encaje, era pesado, apretado e incómodo.

Pero era bonito.

Y mejoró aún más después de los arreglos que le pidió a Madame Delacroix... no es que quisiera un vestido bonito. Simplemente no quería sentirse expuesta delante de quién sabe cuántas personas. Personas que en su mayoría ni siquiera conocía, porque esta era su boda. La boda de la temporada, según él. Y ella no sabía nada más que la fecha, el lugar, la hora y que la lista de invitados incluía a la Reina y los Bridgerton. Así que dar su opinión sobre ese detalle en particular y transformarlo de un vestido escotado y con los hombros al descubierto a un vestido de manga larga cubierto de encaje hasta el cuello, fue una especie de victoria.

—¿Estás segura de que es una buena idea? —La voz temerosa de su madre resonó en los oídos de Penélope, lo que la hizo apartar la mirada del espejo y mirarla fijamente por un breve momento antes de responder, inexpresiva— ¿Qué parte? ¿Los cambios en el vestido o el broche?

—Creo que sería mejor que lo pusieras en otro lugar. ¿Pegado a la cinta del ramo, tal vez? —sugirió Portia, acercándose con cautela. Su preocupación se reflejaba en sus palabras—. Es una pieza muy bonita, pero tenerla así, sujeta a la altura del pecho, es robarle la atención y eso no le va a gustar —dijo, buscando una solución—. ¿Qué vas a decir cuando te pregunte?

—La verdad. Que es una reliquia familiar —respondió Penélope en un tono vacío, encogiéndose de hombros—. Simplemente no necesita saber de qué familia es.

Portia dejó escapar un suspiro de frustración, intentando mantener la calma. —¿Y si se entera? Hasta yo sé que esta joya pertenece a los Bridgerton, Penélope. Estoy segura de que otras personas también podrán reconocerla.

En la frente de la muchacha se formó una línea de pensamiento. —¿Y qué hará cuando se entere? —preguntó con frialdad, volviéndose hacia su madre—. Quiere que me case con él, ¿no? Y lo hará. Pero en mis condiciones.

—¡Penélope! —exclamó Portia, con preocupación mezclada con desaprobación en su voz—. Estás jugando un juego peligroso y terminarás haciéndote daño.

La expresión de la pelirroja se desvaneció por un segundo, mientras colocaba suavemente sus manos sobre su vientre. Seis meses. Era todo lo que necesitaba soportar. Seis meses hasta que su bebé naciera y pudiera dejarlo tranquilo. Un torbellino de emociones y pensamientos invadió su mente, pero se mantuvo firme, casi sin expresión. —¿Cómo lograste soportarlo durante tanto tiempo?— preguntó, volviendo la mirada hacia su madre.

Portia no necesitó más explicaciones para saber a quién se refería Penélope o para entender de qué se trataba. —Quedándote quieta debajo de él y permitiéndole disfrutar de sus placeres —respondió con voz chillona—. Si luchas contra ello, solo conseguirás sufrir más.

Penélope respiró profundamente unas cuantas veces mientras miraba hacia el techo, intentando evitar que las lágrimas llegaran a la superficie y cayeran, pues era plenamente consciente de que si volvía a empezar, no se detendría.

Nadie dijo que sería fácil ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora