CAPITULO 23

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" Tal vez rompí un par de pequeñas promesas.
Solo espera, te haré olvidar.
Dame una oportunidad, verás.
Nuestro amor es tan fuerte.
Nadie te hará daño nunca.
Una vez que estés de nuevo en mis brazos,
donde se supone que debes estar".
Mi bebé - Niño Francescoli

Levantando la barbilla con determinación, le respondió con la voz desgarrada por el nudo en la garganta —No me uses como excusa para ir tras ella. Si quieres ir tras Marina, ¡ve! ¡No te quitaré más tiempo! Estás libre de todas las promesas que me hiciste a mí y a mi hijo. Adiós, señor Bridgerton —terminó con la voz quebrada. Firme en su decisión, luchó por no dejar que las lágrimas cayeran, le dio la espalda y se alejó de él.

—¡Penélope, no! —exclamó Colin, acercándose a ella en dos largas zancadas y sujetándola del brazo, impidiéndole salir de aquella oficina.

—¿Qué quieres ahora? Ya tienes tu pase libre para ir tras ella —gritó Penélope, soltando su brazo de su abrazo y apartándose de nuevo.

En cuestión de segundos, ella abrió la puerta y Colin la atrajo hacia sí, gruñendo suavemente. Volvió a cerrar la puerta con llave y la sujetó contra la madera con su cuerpo, sujetándole las muñecas, una en cada mano. —¡Basta! Sabes muy bien que eres la única a la que amo y deseo —susurró, mirando sus labios incitantes.

—¡Ya no sé nada de ti, borracho! ¡Suéltame, Colin! —gritaba una y otra vez.

—¡No lo haré! Y deja de gritar —susurró, acercándose aún más a su rostro.

—¡DÉJAME IR! —gritó de nuevo, pero sin contraatacar.

—No te dejaré ir —siseó, con los labios a un pelo de distancia y la voz llena de un deseo ardiente e incontrolable.

Su aliento caliente la golpeó y fue posible percibir el fuerte e inconfundible olor a brandy que la envolvía. No estaba segura si era el olor a alcohol lo que la embriagaba, o la irresistible proximidad de sus cuerpos, siempre sedientos y llenos de anhelo. Tal vez el combustible de los dos fue lo que la llevó a entrelazar sus brazos alrededor del cuello de aquel hombre, en un acto impulsivo por ponerlo a su altura. Sus labios se aferraron a los de él, devorándolo en un beso caliente y apasionado que podría hacer desaparecer el mundo a su alrededor.

Colin soltó sus muñecas y llevó sus manos a su cabello suelto, sin importarle el desorden que dejaría. Mientras tanto, las pequeñas manos de Penélope fueron a su camisa, sacándola de sus pantalones.

Sin romper los labios de ese beso duro y hasta violento, la apartó de la puerta, dirigiéndola hacia uno de los sofás en medio de la oficina, con sus manos posadas sobre su delicioso trasero.

Cuando sintió que sus piernas tocaban la madera del sofá, Penélope se apartó del beso, tratando de recuperar la conciencia de que la oficina de Anthony no era el lugar ideal para esto. Sin embargo, su compañero no parecía pensar de la misma manera mientras dejaba un rastro de besos por su clavícula, lamiendo con su lengua diestra justo donde le debilitaban las piernas.

—Oh... —Un gemido bajo escapó de sus labios, seguido de uno más fuerte cuando Colin apretaba sus sensibles pechos a través de su vestido mientras intentaba guiar su cuerpo para recostarla suavemente en el sofá.

Pero Penélope estaba enfadada, todavía molesta, pero sobre todo dominada por el deseo. Entonces, buscando algo de control, invirtió las posiciones y, sin delicadeza, lo empujó hacia el sofá, tomándolo completamente desprevenido mientras ella misma llevaba sus propias manos a su espalda, desatando rápidamente su vestido.

Su boca se abrió en una perfecta "o" cuando vio que el vestido se deslizaba por su cuerpo y que la camisola se le desprendía por la cabeza. Penélope no llevaba corsé, lo que le facilitaba el trabajo y la dejaba solo con medias finas hasta la mitad de sus gruesos muslos.

Nadie dijo que sería fácil ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora