CAPITULO 26

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"Oh, la tormenta está rugiendo contra nosotros ahora (ooh, ooh)
Si tienes miedo de caer, entonces no mires hacia abajo (ooh, ooh)
Pero dimos el paso, oh, dimos el salto
Y aceptaremos lo que venga, aceptaremos lo que venga"
Caminando por el alambre - Imagine Dragons

Unos días más tarde

Una mañana más, Penélope se despertó con la luz del día en el rostro y Colin durmiendo encima de ella, como para asegurarse de que no se desmayara en mitad de la noche. La sensación de su peso sobre ella fue un maravilloso despertar; sintió que no necesitaba nada más. Sabía que estaría bien dondequiera que estuvieran, salvo en aquellos momentos en los que necesitaba ir al baño.

Con bastante dificultad, logró liberarse de él y, poniéndose el camisón, fue al baño; sólo entonces se dio cuenta de que, durante esos tres o cuatro días que llevaba allí, sólo había salido para ducharse o ir a la cocina en busca de algo para comer. Las demás habitaciones de la casa seguían siendo una incógnita y, con eso en mente, Penélope aprovechó para curiosear y la primera puerta que abrió se encontró con el vestidor. De un lado, la ropa de él y del otro, era como estar de nuevo en casa de sus padres. Todas sus cosas estaban allí, su ropa, su tocador y hasta su espejo. Era como si realmente viviera allí.

Penélope sintió que la felicidad la invadía. El problema seguía ahí, por supuesto. Siempre acechando. Siempre amenazando con llamar a la puerta en cualquier momento. Pero en ese momento, nada podría arrebatárselo...

Al salir del probador, ansiosa por ver el resto, vio en el reflejo del espejo una caja rectangular de madera, muy similar a la que había visto en la oficina de Anthony semanas atrás. Dejando que la curiosidad prevaleciera, se acercó al objeto y se sobresaltó al ver una pistola.

—¿Qué estabas pensando en hacer, Colin? —murmuró para sí misma, antes de dejar escapar un suspiro cansado.

—Yo también tenía un plan, ¿sabes? —dijo con voz ronca—. Solo esperaba tener cinco minutos a solas contigo para decírtelo antes de hacerlo.

Penélope lo miró, perdiendo el aliento por un segundo cuando lo vio apoyado contra el marco de la puerta con el cabello revuelto, el rostro arrugado por el sueño y vistiendo solo unos pantalones holgados, ajustados a la cadera.

Nada más.

Al recuperar la concentración, le preguntó —¿Y tú lo ibas a matar? ¿Estás loco?— La incredulidad y la preocupación se mezclaban en su tono.

Colin frunció el ceño, confundido por su reacción. —Esto no es muy diferente a ponerle lo que sea en su bebida y esperar que muera envenenado —argumentó, como si fuera obvio, y luego agregó en voz más baja y transmitiendo cierta vulnerabilidad— Yo también mataría por ti, ¿sabes? Más aún después de todo lo que pasó.

Penélope respiró profundamente y se acercó a él, colocando sus manos alrededor de su nuca. —No dudo que lo harías por mí, por nosotros. Pero no de esa manera. El envenenamiento conlleva menos riesgos que la acción directa. Si tomas ese camino, te atraparán. Tu vida estaría arruinada y no puedo permitir que eso suceda.

La miró fijamente; sus ojos estaban llenos de emoción, pero también de frustración impotente. —Haría cualquier cosa para...

—Lo sé —lo interrumpió ella con suavidad, ahuecando su rostro entre sus manos—. Pero, ¿de qué serviría que estuvieras tras las rejas? Nosotros, mi hijo y yo, estaríamos solos de la misma manera.

—Al menos te librarías de él. Eso sería suficiente para mí —espetó Colin, con una profunda tristeza en la mirada.

La ternura en sus ojos se mezclaba con la tristeza. —Y nosotros seríamos libres, pero tú estarías preso, Colin. No puedo aceptar que sacrifiques tu vida de esta manera, aunque sea por nosotros. Resolvamos esto de otra manera. Por favor. Devuélvele esta pistola a su dueño. No la quiero cerca de mí.

Nadie dijo que sería fácil ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora