CAPITULO 18

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"Tomé tu corazón, tomé tu mano
Te prometí todo lo que tenía
Esperando que entiendas Que
estoy lejos de ser un hombre perfecto
Porque cariño, ha sido un año difícil
Parece que no vamos a ninguna parte
Estás llorando dentro de tu habitación
Bebé, sé que no es justo
Acuéstate conmigo una noche más
Te prometo que lo arreglaré"
Te lo compensaré - Imagine Dragons

Penélope estaba sentada en una silla, bastante borracha, mientras observaba al último grupo de invitados a la fiesta de bodas salir por la puerta. El silencio finalmente llenó sus oídos, lo que la hizo soltar un suspiro de cansancio mientras luchaba por mantener los ojos abiertos. Estaba agotada, pues además de no haber dormido la noche anterior, el día había sido abrumador de principio a fin. Le dolían los pies, la cabeza estaba a punto de estallar y el corazón... ese probablemente sería un dolor constante hasta que esta pesadilla terminara.

—Al fin estamos solas, querida —dijo Sebastián emocionado, acercándose a ella—. Sé que la fiesta parecía divertida para ti, pero ya se acabó. ¡Vamos! Te ayudaré a subir las escaleras.

Sintió, antes de verlo, que sus manos se extendían hacia ella, sacándola rápidamente de su estado casi inerte. Y, levantándose lo más rápido que pudo, ignorando su estado de mareo, respondió con voz firme —Soy perfectamente capaz de ir sola.

—Por favor, pelirroja. Mira cómo estás. Deja que tu marido te cuide —le pidió en tono suave, estirando los brazos para abrazarla—. Te llevaré al dormitorio.

Penélope retrocedió, dando dos pasos vacilantes. —¡Ya dije que no!—gritó. —Si te atreves a ponerme un dedo encima, gritaré.

—¿Y qué crees que pasará? —preguntó con desdén. —Esta es nuestra casa. Estamos casados ​​—completó Sebastian, volviendo a acercarse a ella mientras ella daba un paso atrás en respuesta—. Eres mi esposa y nadie pensará siquiera en arrebatarte de mis brazos.

—Entonces yo... yo... —tartamudeó, intentando pensar, aunque su mente estuviera un poco nublada, en cómo contraatacar. Incluso con todos esos días pasados ​​preparándose mentalmente para ese día, vivirlo era diferente. Oh, no debería haber bebido tanto... pensó, tardíamente. —Yo... —Penelope lo intentó una vez más, pero terminó interrumpiéndose cuando dio un paso más grande hacia atrás y chocó con alguien, casi cayéndose—. ¡Oh! Mierda.

—¡Eres un imbécil! —gritó Sebastián—. ¡Mira por dónde caminas!

Penélope, desconcertada por su grito, lo miró con los ojos muy abiertos. Y antes de que pudiera decir nada, él acortó la distancia a grandes zancadas y le pasó el brazo por la cintura, atrayéndola hacia él.

-¡Podrías haberle hecho daño, estúpida! -concluyó usando un tono muy agresivo. Sólo entonces se dio cuenta de que el problema no era con ella, sino con la criada, una mujer joven, pero que ya parecía lo suficientemente mayor como para ser su madre.

—¡Sebastian! ¡Basta! —exigió Penélope, soltándose de su agarre. Acercándose de nuevo a la mujer con la que había chocado, tomó sus manos, poniéndolas entre las suyas, se dio cuenta de lo mucho que temblaba la mujer—. Está bien. ¿Cómo te llamas?

La doncella miró al duque aterrorizada. Y Penélope siguió su mirada, justo a tiempo de verlo resoplar y poner los ojos en blanco.

—No te dejes intimidar por ese viejo ignorante —dijo, provocando que la criada la mirara sorprendida. Luego, volvió a preguntar, esta vez con una voz más dulce—¿Cómo te llamas?

—Soy Cora, su excelencia—respondió ella, todavía temblando.

Penélope sonrió débilmente y apretó sus manos suavemente mientras respondía— Está bien, Cora. ​​Llámame Penélope, por favor.

Nadie dijo que sería fácil ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora