CAPITULO 13

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"Cada respiración que das Y cada movimiento qué haces. Cada vínculo que rompes. Cada paso que das te estaré observando"
Cada respiración que das - The Police


Penélope nunca se atrevió a decir que sabía todo sobre sus padres, pero ciertamente nunca imaginó ver a su madre mordiéndose el labio mientras otro hombre, que no era su padre, le besaba el cuello. La sensación era extraña y no sabía si gritarle a su madre, reír o llorar. Fueron 3 segundos. Unos míseros 3 segundos que la dejaron congelada en el sitio. Sebastián se aclaró la garganta, provocando que su madre diera un salto hacia atrás y diera un chillido afectado por el susto.

El Duque se rió y se acercó a Penélope, apretando su boca contra su oído, haciéndole sentir los pelos de punta, mientras le susurraba —No apruebo ese tipo de cosas. Que la advertencia sea para que ni siquiera te atrevas a ser una perra como tu madre, querida— Puso su mano en la nuca de ella, enganchando los rizos sueltos de su cabello en su puño, obligándola a fijar sus ojos en los de él mientras continuaba hablando en un tono deliberadamente tranquilo— Te dejaré despedirte de tus amigos Bridgerton, porque no soy un idiota y sé que están cerca. Además, no quiero que pienses que soy una mala persona, en realidad solo quiero protegerte. Así que trátalo como un regalo de bodas adelantado. ¿Está bien?

Penélope no tuvo tiempo de responder antes de quedarse congelada en su sitio al darse cuenta de la intención de sus movimientos. Sus ojos seguían fijos en los de él, sin pestañear. Sus lágrimas caían calientes y sin control sobre sus mejillas mientras él posaba sus labios firmemente sobre los de ella durante un tiempo que ella se negaba a recordar, pero que parecía una eternidad. Él se apartó unos centímetros, con los ojos brillantes, y le acarició la mejilla, limpiando algunas de sus lágrimas.

—No llores, querida. La diversión apenas comienza —dijo con una sonrisa siniestra en el rostro, haciéndola despertar de su estado catatónico. Cuando Sebastian se inclinó para darle otro beso, Penélope dio un paso atrás, sintiendo que la desesperación se apoderaba de ella. Colin. Se frotó la boca con el antebrazo mientras intentaba apartarse de él, pero él rápidamente le rodeó la cintura con el brazo, juntando sus cuerpos una vez más.

Una creciente ira se encendió en su estómago, haciendo que Penélope se sintiera abrumada por la necesidad de reaccionar y por eso hizo lo único que podía pensar en ese momento.

Ella le escupió en la cara.

El silencio que siguió fue ensordecedor. Penélope abrió mucho los ojos, aunque seguía mirándolo con enojo, desafiándolo a hacer algo al respecto.

Los mismos ojos brillantes de antes permanecieron, pero en ese momento brillaron de ira. Ella vio. Sintió. La energía tempestuosa que emanaba de él era palpable. Pero aun así, su sonrisa nunca abandonó sus labios, al contrario, se rió entre dientes y un escalofrío recorrió su columna vertebral. Tomó el pañuelo y se secó la cara con una mano, mientras la otra todavía estaba atrapada en su cabello.

—Si hubiera sabido que me esperaba todo esto, me habría casado un año o dos antes.

—¡Qué asco! —El estómago de Penélope se retorció al pensar en esa posibilidad y, como si el Duque se hubiera dado cuenta de lo que podría pasar a continuación, la soltó, haciéndola tambalearse hacia un lado.

—Te espero en el salón para el último baile. Y para que quede claro, que esto no vuelva a suceder. La próxima vez no seré tan condescendiente. Y no llegues tarde, mi amor —dijo y les dio la espalda a los tres que estaban allí de pie.

Penélope se puso a llorar y el hombre que acompañaba a su madre amablemente le ofreció un pañuelo. Ella lo tomó, sujetándolo con firmeza mientras lo presionaba contra sus labios, frotándolo varias veces para quitarse de la mente cualquier rastro de aquel hombre.

Nadie dijo que sería fácil ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora