CAPITULO 14

523 42 7
                                    

"Nadie me conoce como tú y como eres la única que importa dime, ¿a quién recurro? mira, no me malinterpretes sé que no hay mañana todo lo que pido es si esta es mi última noche contigo abrázame como si fuera más que una amiga dame un recuerdo que pueda usar tómame de la mano mientras hacemos lo que hacen los amantes importa cómo termina esto"
todo lo que pido - Adele


—¿Matrimonio? —gritó Marina—. Pero no puedes casarte con ella.

Penélope observó a su prima acercarse a él, mientras gritaba visiblemente nerviosa, y por un breve instante, sintió una sensación de alivio recorrer su cuerpo.

—¿Y quién te crees tú para decir con quién debo o no debo casarme? —cuestionó con una risa irónica y una mirada fulminante en dirección a Marina.

Los ojos de Marina se abrieron y tartamudeó nerviosa —Nosotros... Sebastián...

—Su excelencia —le corrigió, mirándola con desdén—. Para usted soy el duque de Davenport.

—Pero en tu cama estaba, Sebastian. Y, si no me falla la memoria, eso incluye anoche —replicó Marina con voz ronca e irritada, provocando un sobresalto entre los presentes, incluidas las hermanas de Penélope, que presumiblemente estaban escuchando detrás de la puerta—. Podría estar embarazada —continuó hablando con los dientes apretados, ignorando la mirada asesina de Sebastian.

Penélope lo miró y soltó una breve risa burlona antes de murmurar algo, torciendo la boca con disgusto y sentándose en un sillón cercano. No sabía cómo sentirse ante esta revelación, pero al menos estaba sorprendida de saber que su prima y el duque habían ido más allá del coqueteo. Entonces, ¿por qué no se casaba con ella?

—¿Y qué esperas que pase al revelar esa información? —preguntó el Duque con un desdén muy evidente en su voz—. ¿Que me case contigo? —Se acercó a Penélope y levantó la mano izquierda señalando el anillo muy grande—. Lo siento, cariño. Como puedes ver, ya estoy comprometido.

—Oh, no te obsesiones conmigo, por el amor de Dios —empezó Penélope, intentando adoptar un tono divertido a pesar de que él le agarraba la mano—. Este anillo le sienta bien. Podrían estar juntos y...

—¡Silencio! —La detuvo de repente y le soltó la mano de golpe.

—Pero ¿y si estoy embarazada? —le preguntó Marina, en tono bajo y vacilante—. ¿Y mi bebé?

Sebastián se rió con sarcasmo. —Tengo 45 años, Marina. No soy un idiota de 20 años que apenas puede controlarse, por el amor de Dios. Sé cómo evitar que una mujer se quede embarazada.

Penélope contuvo la respiración un instante. 20 años... muy concreto... Colin... ¿sabe lo de Colin? Pero... empezó a divagar y antes de entrar en esa espiral, la pelirroja sintió la mano de su madre en el hombro y sólo entonces recobró el sentido. Su corazón se aceleraba, su respiración se agitaba y esa sensación de sudor frío. —Deja de avergonzarte, Marina —espetó, captando la atención de Penélope, sus ojos brillaban de ira mientras acorralaba a Marina hacia el sofá y palabras crueles escapaban de sus labios—. Viniste a por mí, arrojándote a mis pies. Te entregaste porque quisiste, y yo nunca te prometí nada. ¿Crees que me casaría con alguien? Quiero una mujer casta y no una ramera que intente usar trucos para atrapar a un hombre. He tenido muchas como tú, querida —concluyó inclinándose sobre ella y obligándola a sentarse en el sofá.

Penélope lo intentó, pero le fue imposible contener la risa que se le escapó de los labios ante aquella ironía. Rápidamente se llevó las manos a la boca, intentando contenerse, no sin antes que todos los presentes la miraran, incluidas sus hermanas que dejaron de esconderse.

Nadie dijo que sería fácil ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora