CAPITULO 25

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"Él besó mis labios, saboreé tu boca, oh
Él me atrajo, estaba disgustada conmigo misma
Porque cuando estoy con él
Estoy pensando en ti
Pensando en ti"
Pensando en ti - Katy Perry

1 semana después

Penélope no dormía por la ansiedad que sentía en el cuerpo. Desde que habían salido del palacio la semana anterior, había estado esperando poder librarse por fin del duque. Y esa mañana sería el comienzo de todo. Ella estaba sentada junto a la ventana, mirando hacia fuera, observando cómo cargaban el carruaje con algunos baúles y otros objetos personales; y él estaba en el vestidor, preparándose para salir en unos minutos.

—Aún estás a tiempo de que vengas conmigo, amor —murmuró mientras entraba en la habitación, poniéndose la camisa—. No me gusta la idea de dejarte sola aquí.

—La casa tiene más de 20 sirvientes, Sebastian. Además, son órdenes de Su Majestad, ¿no? —provocó Penélope, sabiendo que ese era el único argumento que pondría fin a esa discusión. Esta discusión duró 1 semana, desde el momento en que salieron del palacio y subieron al carruaje.

1 semana antes

—¿Te gustaron las flores, querida? —murmuró esa pregunta tan pronto como el carruaje se alejó.

Penélope, que como de costumbre estaba sentada al lado opuesto de él, miró el ramo de rosas rojas que aún tenía en sus manos y asintió con cautela, sabiendo que hacer cualquier comentario en contra sería estúpido.

—Quiero disculparme por lo de hoy —volvió a hablar después de un rato de silencio, sentándose a su lado—. Mírame, Penélope —le ordenó mientras ella se encogía en el asiento, apartando la cara de él—. No quería hacer lo que hice, querida. Mírame —le ordenó una vez más, pero colocando la mano en su barbilla y obligándola a darse vuelta—. Entiendes por qué hice eso, ¿no?

—Sebastián, ¿podrías por favor quitar tu mano de mí y no volver a tocarme nunca más? —le pidió, en un tono educado pero frío, poniendo su mano sobre la de él, tratando de apartarlo. Sin embargo, fue en vano.

—Traicionaste mi confianza, Penélope. Te metiste con mis cosas...

—Mis documentos, mis cosas —señaló interrumpiéndolo y levantando una ceja en desafío.

—Sólo tenías que pedirlo, no había necesidad de entrar en mi despacho y robar los documentos. Y eso que hasta me quitabas autoridad frente a los sirvientes —terminó en tono indignado, como si Penélope hubiera hecho algo muy malo. Luego se detuvo un momento, mirándola fijamente mientras recorría con las yemas de los dedos la piel hinchada y enrojecida de su rostro—. Eres demasiado descarada para alguien con piel de porcelana. Se marca muy fácilmente, a diferencia de... —Se interrumpió cuando Penélope lo miró con los ojos muy abiertos.

—No hace falta que repitas nada de esto, amor. Me lo tomé con calma contigo, porque te amo. Te merecías mucho más y, si estuviéramos en circunstancias diferentes, si fuera mi yo del pasado, no me habría controlado tanto. Entiendes dónde te equivocaste, ¿no? Entiendes por qué hice eso, ¿no? —dijo, en un tono tranquilo y silencioso. Sus ojos se clavaron en los de ella.

Penélope tuvo medio segundo para decidir qué camino tomar. Podía contraatacar. Podía estallar y decir todo lo que se le había quedado atascado en la garganta. Pero... pero por primera vez en semanas, vio una salida. Y esta vez con el consentimiento de la única persona que le daba suficiente miedo como para impedirle hacer lo que su corazón le había estado rogando desde el principio.

Respirando profundamente, Penélope se acomodó en el banco, se giró hacia él y después de colocar su mano sobre la de él nuevamente, esta vez con suavidad, le dijo —Estoy muy enojada contigo en este momento. ¿Flores? ¡No soluciona nada! Necesito distancia. Necesito tiempo. Nada de lo que me digas ahora me convencerá de que me equivoqué, por más razón que tengas tú— concluyó, casi entre lágrimas, decidiendo que si era para librarse de él, haría cualquier cosa.

Nadie dijo que sería fácil ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora