CAPITULO 24

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⚠️ ADVERTENCIA ⚠️ : Hay agresión en este capítulo, en caso de que no te sientas cómodo con el tema.

Hay sangre en mi corazón
Pero no en el resto de mí
Siento mis huesos
Están sacando lo mejor de mí
Me estoy perdiendo a mí mismo
Debido a la falta de sueño
Nunca seré
lo que la gente espera de mí"
Cayendo a pedazos - Surfe Curse


Unos días más tarde...

El silencio en la mesa era ensordecedor. Aunque Penélope ya estaba acostumbrada a no entablar conversación, él siempre lo intentaba de vez en cuando. Pero en ese momento, ella podía sentir la tensión en el aire. Sebastian parecía estar más enojado cada día que pasaba y ella no tenía idea de lo que pasaba por su cabeza atribulada, pero sabía que eso la asustaba.

—¿Me das la sal, por favor? —preguntó ella, intentando llamar su atención.

Con cierto éxito, lo escuchó gruñir mientras agarraba el salero plateado a su izquierda y lo colocaba frente a ella, sin ningún rastro de delicadeza, dejando que la tapa se deslizara con tanta agresividad.

—¡Sebastián! —exclamó Penélope al ver la sal esparcida por la mesa e incluso dentro de su plato.

—Mierda —maldijo y siguió comiendo hasta que se dio cuenta de que ella seguía mirándolo—. Es solo sal, Penélope. Cómete tu maldita comida... —ordenó, antes de volverse hacia el mayordomo, que estaba de pie frente a la puerta que daba a la cocina, y gritar —Por cierto, ¿qué basura es esta comida? ¿Dónde está el cocinero? ¡Eso no es lo que pedí para el almuerzo!— se quejó, apartando su plato y arrojando una servilleta de tela sobre la comida casi intacta.

Penélope lo miró confundida. —Sebastián, les pedí que se cambiaran. El olor a pescado me da náuseas y tú lo sabes —murmuró en un tono dulce, tratando de ser amable. Tratando de aligerar un poco el ambiente.

Después de golpear la mesa, sobresaltándola, le susurró en tono irritado —¡Todo te da náuseas! El pescado, los viajes, mi olor, mi presencia. Este niño...

Él dejó de hablar, conteniéndose lo más que pudo, sabiendo cuál sería su reacción si volviera a amenazar a ese bastardo.

—No puedo controlarlo —respondió Penélope, acurrucada en su silla, intentando mantener la mayor distancia posible.

—Y yo creo que tú eres una mentirosa —replicó Sebastian, antes de tomar un sorbo de vino. Luego, tras unos segundos de silencio, la miró con ojos fríos y una extraña sonrisa—. Creo que tienes el control absoluto. Creo que lo haces a propósito. De hecho, estoy seguro. Resulta que, querida —añadió, serio, sin rastro de sarcasmo—, me estoy cansando de estos mareos y de todas estas excusas que me das. Pensé que dejarte ver a esos malditos Bridgerton te haría más indulgente conmigo... pero sigues siendo la misma, siempre alejándome —finalizó, la ira derramándose en su tono y en su expresión.

Arqueando las cejas y con una risa irónica, Penélope lo miró antes de responderle con un dejo de sarcasmo —Ya me di cuenta de que hiciste eso porque querías algo a cambio, sólo que no sabías qué.

—Entonces, ¿por qué no me dejas tocarte? ¡Necesito coger con mi esposa! —exclamó en voz bastante alta, llamando la atención del mayordomo y, sin duda, de los sirvientes del otro lado de la puerta, al mismo tiempo que colocaba una mano firme sobre la de ella.

—Pues entonces búscate un amante para conseguir lo que quieres. No te dejaré que me toques —murmuró Penélope, apartando la mano de la de él—. Ya es suficiente con que me obligues a compartir saliva, cuando insistes en besarme —continuó sin poder disimular el asco que se dibujaba en su rostro.

Nadie dijo que sería fácil ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora